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La FEU y la institucionalidad revolucionaria

Autor:

Juventud Rebelde
Más allá de la herencia y la fidelidad a los principios, elementos que no tienen un peso menor, la FEU del último medio siglo se ha desarrollado en circunstancias diferentes a la etapa de su fundación, y en ese sentido las propias misiones y formas de hacer han variado o debían haber variado significativamente.

¿Qué papel corresponde a la FEU como fuerza revolucionaria en el escenario de la institucionalidad universitaria y en el país? ¿Qué significa ser una organización de masas en Cuba revolucionaria?

Lo primero que debe aclararse es la FEU que se necesita hoy. En mi criterio urge una organización con capacidad de convocatoria, que sea capaz de incorporar a su membresía a tareas, procesos, discusiones o actividades por sí sola, sin la necesidad de recurrir como garantes del «éxito movilizativo» a otras organizaciones y a la institución (esto no desconoce la responsabilidad colectiva en el tema).

Para defender esta necesidad, recuerdo los sucesos del 5 de agosto del 94 en la capital y la reacción inmediata de Fidel al acudir a la Universidad de La Habana, con la certeza de ser un espacio donde confluye una importante fuerza de acción social revolucionaria.

La responsabilidad de «representar a los estudiantes» que recoge la FEU en sus estatutos no puede subvalorarse y debe estimularse en la Universidad. Esto se acompaña del reto de preparar a los dirigentes estudiantiles en el equilibrio de obtener resultados de trabajo que los prestigien y, a la vez, ser portadores de una actitud crítica hacia la membresía de la FEU y hacia las instituciones, en la denuncia de los problemas y el aporte de alternativas de solución.

De igual forma, las autoridades institucionales deben ejercitarse en escuchar, asimilar y reaccionar ante los planteamientos de los estudiantes desde una perspectiva constructiva, que supone un elevado grado de madurez para no responder a la crítica a determinadas fallas con la falta de comunicación o con otras críticas: la respuesta a la denuncia de los problemas no es el esbozo de los problemas del interlocutor, es la acción colectiva hacia las soluciones o la explicación.

La transparencia y claridad en el discurso es vital. Los universitarios deben conocer a fondo la organización a la que pertenecen, y el proceso de ingresar a ella no puede ser automático, en una condición que ha ido estableciéndose en los últimos años: te incorporas a la universidad y de inmediato perteneces a la FEU. Debemos presentar la Federación a los estudiantes y comprometerlos con lo que significa pertenecer a ella.

Al abordar las problemáticas existentes en los centros de Educación Superior, la FEU debe diferenciar su responsabilidad: hay cuestiones que nos corresponde resolver directamente y en otras «empujar» a las instituciones responsables para que perciban una presión que agilice las soluciones o explicaciones.

Esta delimitación de responsabilidades es vital, para ir quitándonos el lastre de ser una organización vista por sus miembros solo para demandas; debe situarse el cascabel al gato y que por cada problema, responda su responsable. En esta lógica, tampoco nos corresponde argumentar o justificar errores que no compartimos o que hemos denunciado; y menos, suavizar la crítica a las manifestaciones de burocracia y falta de eficiencia.

El 4 de abril, en el discurso central por el aniversario de la Unión de Jóvenes Comunistas, el vicepresidente cubano Carlos Lage Dávila situaba la necesidad de generar una intensa actividad política y una genuina vida cultural como vía fundamental para influir en los más jóvenes. Este llamado nos pone en la obligación de repensar la percepción que tenemos acerca de «la política» y «la cultura», pero sobre todo, la visión que existe entre los estudiantes sobre estos temas.

Generar una «intensa actividad política» entre los jóvenes cubanos implica en primer lugar ponerlos a conocer a Cuba en el sentido de lo que ha hecho la Revolución, de cuánto le falta y a opinar sobre ella. De igual forma repensar la efectividad de determinadas regulaciones que se han visto superadas por la práctica cotidiana de la población: necesitamos que el apego primero de los más jóvenes sea a la legalidad y a la verdad. Un país no se construye desde la adaptación y las dobleces.

Se impone practicar esquemas movilizativos efectivos. Hay que poner a la gente joven en la calle, sea en actividades propiamente políticas, o acercándose a espacios artísticos y deportivos, quizá los de mayor convocatoria hoy. También urge repensar el papel de la actividad académica en los centros de Educación Superior como un resorte para practicar una mayor acción social, de intercambio y de búsqueda de espacios que apuntalen la cultura política de los estudiantes en identidad con nuestro proyecto.

Muchos cubanos confiamos en la perdurabilidad del proyecto, sobre todo porque depende de nuestra sapiencia. Lo que logra movilizarnos de la Revolución, radica en primer lugar en sus posibilidades, en su potencialidad de implicar a las personas. Evidentemente, el reto está en estimular y liberar todas estas posibilidades.

Cercanos al medio siglo de la primera Revolución de orientación socialista que triunfó en Occidente, la Universidad que ofreció sus estudiantes, sus profesores, su espacio físico y su imaginario, necesita continuar en el centro del huracán, en la doble condición de escudo y espada de un proyecto al que se debe toda. (Fragmentos)

*El autor es el Presidente de la FEU en Ciudad de La Habana.

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