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Un trago amargo de cacao

Autor:

Haydée León Moya

Tanto se insistió y tanto se invirtió hasta que, al fin, comenzó a despuntar la producción de cacao en Baracoa, región donde la Isla tiene el mayor patrimonio de la bellota, de la cual se extrae el delicioso y demandado chocolate. Y ahora resulta que la industria local no aguanta el «palo de cosecha».

De tal manera, no bastó con ampliar el área dedicada a ese cultivo, garantizar la venta de ropa, calzado y de otros insumos que incluso no se encuentran en nuestras fronteras, como es el caso de algunos fertilizantes, por años ausentes en los cacaotales, a pesar de ser imprescindibles porque el microclima especial que tiene Baracoa, con abundantes precipitaciones, humedad y temperatura elevada, no garantiza, por sí solo, un óptimo aprovechamiento de las potencialidades de la zona.

Aunque es una de las más recientes muestras de la prioridad que la dirección del país le da al asunto de sacar más frutos a la tierra, no fue suficiente tampoco, si de integralidad se trata, el reciente incremento del pago a los productores, que ha ascendido en los últimos años, hasta alcanzar hoy los 392 pesos por cada quintal aportado.

Era preciso, al propio tiempo y sin retardos, ejecutar la transformación gradual de la industria, y no de una fábrica más, sino de la única existente en el país para procesar las cosechas del territorio baracoense, que aporta más del 70 por ciento de la producción nacional, y también la de los municipios de Maisí, Imías, San Antonio del Sur, Yateras y Sagua de Tánamo, y de las provincias de Santiago de Cuba y Granma.

Esta vieja industria —todavía con tecnología de un país que ya no existe (la República Democrática Alemana), y con 30 años de explotación— solo a partir de 2011 experimentó algún cambio en sus molinos de licor y se instaló un equipo mezclador y refinador de las pastas de chocolate y de línea de envases de mezclas en polvo. Eso es lo de mayor peso que se ha desarrollado para su mejoramiento.

Por eso trabaja a media máquina. Concebida para procesar al año unas 2 500 toneladas, hoy solo puede asimilar entre 1 500 a 1 600, por obra y gracia de los innovadores y de todo el colectivo. Los salarios, muy bajos ahora por las constantes roturas de equipos, es un problema que se añade a la fábrica cubana donde se elaboran con particular exquisitez unas 180 toneladas mensuales de licor, manteca, pasta y polvo de cacao con destino a la firma Mixta Estela S.A. y al programa nacional de ese nutritivo alimento.

Si de planificación de inversiones se trata, señales de que era necesario priorizarlas se vienen dando en los últimos cuatro años. En ese tiempo, fue superado en dos oportunidades el récord histórico de cosecha, al acopiar 33 762 quintales secos en 2012 y 35 757 en 2014, la cifra más alta desde 1972 y que este año puede igualarse, e incluso superarse.

Recientemente se negoció la entrega extra de unas cien toneladas, debido al incremento en la producción local. Mientras eso sucede, permanecen al tope las bodegas en donde se deposita la materia prima.

Esto último no es un peligro en el sentido de que el cacao ya beneficiado y con adecuadas condiciones de almacenamiento, puede conservar su calidad por seis meses y hasta un año; pero los expertos de la unidad empresarial de base (UEB) Derivados del Cacao advierten otras realidades que los pueden poner en más aprietos.

Una es que, con tantos «achaques» y con las prolongadas paralizaciones que sufre, es posible que la vieja industria no alcance a procesar, como es necesario, todo lo que tiene en sus almacenes antes del inicio, en julio de 2017, de una inversión que pretende un sustancial cambio tecnológico.

Y la otra es que, a juzgar por el promisorio desarrollo de las plantaciones que entonces rendirán fruto mucho antes de la anunciada modernización, exactamente entre los meses de enero y febrero, se espera un importante pico productivo que sorprenderá a la industria con el 80 por ciento de su equipamiento a punto de colapsar.

Si bien está bien despejado, finalmente, el camino por el que transita el cacao en los campos y se han asegurado las condiciones para el beneficio de las bellotas, con inversiones que incluso responden a crecimientos productivos previstos hasta 2030, la cadena se rompe al llegar a la industria.

Y ese problema afecta una producción comprometida con el país. También impacta sensiblemente en quienes la garantizan. Porque al final, si procesan poco, poco dinero les llega a su bolsillo. Y no son suposiciones mías, son preocupaciones de los trabajadores de la fábrica.

Es un trago amargo de cacao que puede, incluso, incentivar la búsqueda de ingresos mediante el procesamiento manual e ilegal de tabletas de chocolate, lo cual es una cultura bien arraigada en la zona. O que se produzca una pérdida de personal especializado.

¿Falta de previsión? Pudiera ser. Pero falta, ante todo, esa integralidad que traza el número 185 de los Lineamientos del Partido y la Revolución, cuando deja bien clara la política encaminada a organizar la producción agropecuaria en aquellas actividades generadoras de ingresos externos o que sustituyan importaciones, como es el caso del cacao, aplicando un enfoque de cadena que comprenda no solo la producción primaria, sino todos los eslabones que se articulan en torno al complejo agroindustrial.

Porque de eso se trata, de ajustar bien los eslabones de una cadena que mueve ingresos en moneda dura. Y con los apremios de la economía cubana, vale mucho que así sea.

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