Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Afganistán, la pregunta

Autor:

Nyliam Vázquez García

Mientras todavía se escuchaban los ecos de las celebraciones por «un acuerdo de paz significativo en Afganistán», como lo destacó Federica Mogherini, la alta representante de la Unión Europea, para la Política Exterior, los Talibanes intensificaron su ofensiva, los combates, los atentados, las acciones que, a fin de cuentas, ponen en letra mayúscula la pregunta: ¿paz en Afganistán?

Lo cierto es que el Gobierno afgano, encabezado por Ashraf Ghani, logró un acuerdo de paz con la organización armada Hezb-e-Islamic (HIA, Partido Islámico de Afganistán), la segunda organización armada, después de los talibanes, que busca crear un gobierno islámico y está muy ligada a las ideas de los Hermanos Musulmanes.

El Partido Islamista está encabezado por el ex primer ministro Gulbuddin Hekmatyar, importante Señor de la Guerra en esa nación, también conocido como «el carnicero de Kabul».

El mencionado acuerdo, según trascendió, cuenta con tres capítulos y 25 artículos en los que está recogido uno de los puntos claves de la negociación «amnistía» para las actividades del grupo insurgente y el regreso de su líder a Kabul.

Tras años de negociaciones, de reuniones en secreto, contactos y declaraciones públicas, el proceso está rodeado de críticas por los vínculos de Gulbuddin Hekmatyar con la red Al Qaeda e incluso con los talibanes y porque aunque hay acusaciones en su contra sobre crímenes de guerra, pese a los cuales no solo sale sin castigo alguno, sino que regresa a la política.

Aunque la comunidad internacional acogió con vítores el «primer acuerdo de paz en 15 años», también la ONU lo elogió, quedan muchas dudas sobre su implementación y sobre el impacto real que pueda tener en la realidad afgana y sobre otros grupos con vistas a sumarlos al proceso, una de las cartas jugadas por el Presidente afgano.

Este es el único paso de avance logrado por el mandatario en su intención de llevar a los actores del conflicto armado a la mesa de negociación y a un proceso de paz definitivo.

Si bien es cierto que un sector importante de líderes tribales y voceros sociales de la provincia de Paktika respaldaron de manera sólida la propuesta de paz, también lo es que la dinámica de la guerra continúa y así lo demuestra la ofensiva talibán y sus denodados intentos por recuperar el control total, por ejemplo, de la ciudad de Kunduz.

Los Talibanes arremetieron contra Hekmatyar por haber pactado con el Gobierno. «No solo hará frente a la ira de Dios por abandonar la yihad, sino que ha cometido un gran crimen», indicaron en un comunicado publicado en su página web.

En panorama político tan enrarecido, donde todos los días mueren inocentes a causa de un conflicto que no parece tener fin, el Presidente afgano aprovechó la ratificación del acuerdo con el HIA la semana pasada para llamar a los talibanes, una vez más, a la mesa de diálogo.

«Es el momento para los talibanes de decidir si quieren continuar la guerra o sumarse a nosotros en favor de la paz», dijo el presidente  Ashraf Ghani, pero a pesar de todos los esfuerzos y recursos invertidos, nada indica que esa sea una opción para el principal grupo insurgente.

Uno de los principales errores de las políticas de paz, de las gubernamentales y de aquellas impulsadas por Estados Unidos (que invadió el país en 2001 y aún permanece allí con 9 800 efectivos), pasan —como comenta Víctor Currea-Lugo, profesor y analista internacional de la Universidad Javeriana de Colombia— por «focalizarse solo en unas regiones, ser proyectos a corto plazo y hacerlo sin participación de la comunidad». Por otra parte, precisamente, la presencia extranjera pone obstáculos al proceso impulsado por el Gobierno. El año pasado el Talibán condicionó su presencia en la mesa de diálogo del grupo de los Cuatro (que Afganistán forma junto a Pakistán, China y Estados Unidos) a la salida de las tropas foráneas del país.

La violencia y la guerra son los verdaderos dueños de esa nación, los afganos sobreviven o mueren en el intento y la paz es a la vez un deseo y una mayúscula interrogante.

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