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Turquía, firme ante Trump

Autor:

Leonel Nodal

La llegada de los poderosos sistemas de defensa antiáerea S-400 de fabricación rusa a Turquía, adquiridos por el presidente Recep Erdogan, revelan una decisión estratégica que prioriza intereses nacionales, en abierto desafío a presiones y amenazas de sanciones del presidente Donald Trump.

Tras un año de crecientes advertencias por parte del jefe de la Casa Blanca y sus principales voceros militares y de seguridad, el líder turco hizo valer el contrato firmado con Moscú en 2017, por un monto de 2 500 millones de dólares, para la adquisición del equipamiento ruso, considerado el más efectivo del mundo.

La entrega de los sistemas S-400, iniciada el viernes último con el desembarco en la Base Aérea de Mürted, en Ankara, del primer lote de lanzadores de misiles, radares y controles de tiro, proseguía el domingo con la llegada de tres nuevos aviones cargados de equipamientos rusos.

En la propia jornada, el presidente Erdogan anunció el envío de cien de sus especialistas a Rusia para adquirir conocimientos y entrenarse en el manejo de los sofisticados sistemas antiaéreos.

Erdogan también aseguró que ese número inicial «se multiplicará por diez», lo que significa un crecimiento sin precedentes de la cooperación militar entre Turquía y Rusia, que inquieta al Pentágono y la Casa Blanca.

Los estrategas de Washington califican la decisión del líder turco como una desobediencia que amenaza su pertenencia a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la alianza militar que sirve de pantalla al intervencionismo militar estadounidense, no solo en Europa, también en otras regiones del mundo.

Por su parte, en un claro mensaje de rechazo a las presiones de la Casa Blanca, el ministro de Relaciones Exteriores turco, Mevlut Cavusoglu,  puntualizó que la compra de los S-400 «es un asunto cerrado. El proceso continúa».

La transacción causó descontento en Washington,  según reportaron diversos medios, los que volvieron a retomar la amenaza del Gobierno de Trump al país otomano de cancelar la venta de los cazas de quinta generación F-35, con el pretexto de supuestos peligros para su seguridad nacional.

Sin embargo, el Gobierno de Erdogan hizo caso omiso a esas presiones, limitándose a dejar en claro que el negocio de los S-400 es mucho mejor que la oferta de adquirir el sistema defensivo Patriot, de factura estadounidense, a un costo superior.

En diciembre pasado el Departamento de Estado de EE. UU. aprobó la posible entrega a Turquía de sistemas Patriot por un monto de 3 500 millones de dólares, pero el Congreso sigue sin dar su visto bueno a ese trato.

Ankara le dio la espalda a la propuesta, que también se reveló como otra arma de presión norteamericana.

Los S-400 forman un sistema integrado que tiene un alcance de 400 kilómetros y pueden derribar de forma simultánea hasta 80 blancos, incluyendo drones, aviones y misiles de largo alcance.

Con certeza, lo más preocupante para Washington es el creciente acercamiento de Ankara y Moscú, materializado en los frecuentes contactos de Erdogan y el presidente Vladimir Putin.

La cooperación ruso-turca en Siria, en particular en el combate a los grupos terroristas que operan a lo largo de la frontera, y sobre todo en el noreste, donde Washington apoya a grupos armados kurdos, también es relevante.

El Pentágono ha suministrado armas, financiamiento y apoyo logístico a las milicias kurdas que integran las llamadas Fuerzas Democráticas junto con elementos yihadistas que combaten al ejército gubernamental sirio.

A mediados de junio pasado, en un discurso ante una reunión de su partido, el islamista AKP, que rige los destinos del país desde hace más de una década, Erdogan denunció las acciones de Washington que intentan minar su Gobierno.

«Nuestro aliado ha enviado miles de camiones de armas a los terroristas en Siria. Su objetivo es apearnos del Gobierno, pero no lo conseguirán», aseguró Erdogan.

El acercamiento de Turquía a Rusia en las negociaciones para una salida política negociada de la crisis siria junto a Irán, contrasta con su distanciamiento de Washington y la Unión Europea en otros asuntos sensibles como la situación en Venezuela.

A pesar de su pertenencia a la OTAN, que Erdogan no ha puesto en dudas, la decisión de Turquía respecto a los S-400 rusos marca un límite a las pretensiones de Washington de confundir cooperación con sumisión y una clara defensa de la autodeterminación en política exterior.

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