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¿Una casa en el cielo?

La red al día

Autor:

Amaury E. del Valle

Poco a poco ha ido tomando cuerpo el primer proyecto que pretende estudiar la estancia por largo tiempo del hombre fuera de la Tierra

Cuando usted lea esta página, «Julio Verne» posiblemente estará descansando cómodamente a miles de kilómetros sobre la Tierra, después de su azaroso viaje fuera del planeta para alcanzar la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés).

EL Vehículo Automatizado de Transferencia (ATV), que lleva el nombre del célebre escritor de ciencia ficción, se debió acoplar este jueves con la ISS, en lo que supone un enorme avance para Europa en el campo de la aeronáutica, pero a su vez un paso más en la concreción de un habitáculo humano en el espacio sideral.

El «Julio Verne» es un reabastecedor espacial, controlado desde tres salas en Toulouse, sur de Francia, que lleva nueve toneladas de carga a la estación espacial. Estos suministros son imprescindibles para garantizar la permanencia de los astronautas, pero también los experimentos científicos, entre estos los que sustentarán el anhelado sueño de poder llegar al planeta Marte en pocas décadas.

Completamente automatizado, el ATV, un cilindro de 10,3 metros de largo y 4,5 de diámetro, fue lanzado el 9 de marzo por un cohete Ariane desde Kourou, en la Guayana francesa, y permanecerá acoplado al módulo ruso Zvezda.

La ISS es un enorme conglomerado de elementos de varias nacionalidades, conformado a partir de la antigua estación rusa Mir, a la cual se le han agregado componentes estadounidenses, japoneses, canadienses, brasileros e incluso de varios países europeos, especialmente de Francia e Italia, todos los cuales participan en el proyecto.

Historia sideral

Aunque los estadounidenses se han querido presentar como los padres del proyecto de la Estación Espacial Internacional, fue en realidad el desarrollo de la astronáutica rusa la que permitió, primero poner un hombre fuera de la órbita terrestre, y después soñar con dejar una estación espacial permanente.

Así surgió la estación Mir, que a raíz del colapso de la Unión Soviética, y ante los apremiantes apuros monetarios de la cosmonáutica rusa, estuvo a punto de desaparecer en cierto momento.

Sin embargo, ya desde 1983 el entonces presidente norteamericano Ronald Reagan le había encomendado a la Agencia Aeroespacial de Estados Unidos (NASA) que trabajara en el establecimiento de una estación sideral permanente.

El proyecto inicial, trazado en 1985, cuyo costo se estimó entonces en unos 8 000 millones de dólares, obligó a convocar a otros actores, como la Agencia Espacial Europea (ESA), Canadá y Japón. Pero el estallido en vuelo el 28 de enero de 1986 del transbordador Challenger implicó un considerable retraso de los planes, e incluso un encarecimiento de los costos.

De hecho, ya para 1987 el monto de establecer este centro espacial se estimaba en 24,5 mil millones de dólares, y a pesar de que fue respaldada por Reagan poco se avanzó en su concreción.

Es por eso que en 1993, William Clinton, entonces presidente de Estados Unidos, suscribió un acuerdo con Rusia para sumarla al proyecto, y poder así utilizar tanto los planes de la Mir 2, que debía suceder a la Mir, como los conocimientos acumulados por los soviéticos en largas estancias a bordo de estaciones espaciales.

Entre 1995 y 1998 unos 11 astronautas norteamericanos sumaron 975 días a bordo de la estación Mir, y en nueve ocasiones los transbordadores espaciales americanos se acoplaron y la abastecieron con alimento y material.

Ya para 1998, además de Estados Unidos y Rusia, participaban en el proyecto 11 naciones europeas: Alemania, Bélgica, Dinamarca, España, Francia, Italia, Noruega, Países Bajos, Reino Unido, Suecia y Suiza, además de los ya mencionados Canadá y Japón, a los cuales se sumó también Brasil.

Eso permitió no solo compartir los costos entre todos, sino darles cabida a experimentos e intereses diversos, proceso que no siempre estuvo exento de discusiones.

No fue hasta el 20 de noviembre de 1998 que se conectó el primer elemento de la Estación Espacial Internacional, el módulo ruso Zarya; meses más tarde la NASA puso en órbita el nodo Unity; en julio de 2000 se agregó el módulo de servicio ruso Zvezda, mientras que en octubre de ese año se sumó la estructura integrada ITS Z1, que permite comunicarse con la Tierra.

Gracias a esto, el 31 de octubre de 2000 llegaban los primeros «habitantes» de la ISS, quienes un mes más tarde contarían con un primer módulo fotovoltaico para proporcionarle energía solar a todo el conjunto.

Pedazos internacionales

Uno de los elementos más interesantes del proyecto de construir la primera casa de los hombres fuera del planeta Tierra es precisamente que las tareas están compartidas entre varios países, en un ejemplo no exento de problemas, pero muy cercano al ideal de colaboración científica en bien de la Humanidad.

Así, el laboratorio más importante, el Destiny, es de fabricación estadounidense; mientras que los brazos de la ISS son canadienses, y hay otros módulos y una antena UHF para la comunicación aportados por los italianos.

A su vez, una cámara de descompresión para que los tripulantes pudieran salir de la estación espacial y dar los primeros paseos espaciales, así como un módulo de atraque, son de procedencia rusa; mientras que los norteamericanos han contribuido con módulos, estaciones de control y paneles solares, y los japoneses pusieron un laboratorio científico. En cambio, tanto el segmento central ITS S0 de toda la armazón como los programas informáticos que la controlan y dirigen desde la Tierra son fruto de la colaboración conjunta.

Por la ISS han pasado astronautas o se han realizado experimentos de más de una decena de naciones, aunque son de destacar «hazañas» como las de los tripulantes Michael Foale y Alexandr Kaleri, quienes el 27 de febrero de 2004 realizaron el primer paseo espacial; o las de la astronauta Sunita Williams, la mujer que más tiempo seguido ha estado en el espacio, con 188 días y cuatro horas fuera de nuestro planeta.

No han faltado tampoco hechos curiosos o alarmantes, como cuando el 27 de junio de 2006 un pedazo de un antiguo satélite militar norteamericano, identificado como Hitch Hiker 1 lanzado en 1963, pasó a unos dos kilómetros de la estación, provocando gran alarma.

Incluso en junio de 2007 se llegó a pensar que la Estación Espacial Internacional tendría que ser desechada, al registrarse un fallo informático grave que la dejó sin agua, luz y capacidad de orientación, el cual por suerte pudo ser solucionado.

Atardecer en Marte

Cada noche, con la ayuda de un telescopio, e incluso a veces a simple vista, un punto luminoso que se desplaza por el cielo a unos 400 kilómetros de altura recuerda que la ISS está viva y funcionando.

Este es el proyecto internacional más ambicioso y costoso que se haya emprendido jamás. Pero vale la pena. Allí se prueban tecnologías y se realizan experimentos tan diversos como determinar el efecto de la gravedad en la producción de nuevos materiales y el crecimiento de micro-organismos o plantas. Incluso ha permitido fabricar materiales novedosos, que hoy se aplican en tecnologías de avanzada en la Tierra.

Y por si fuera poco, es el primer gran salto en aras de establecer un «hogar» humano fuera del planeta, para lograr el sueño, ya no tan lejano, de vivir en la Luna o pasear tomados de la mano en algún momento bajo el atardecer de Marte.

La red al día

AVIONES DE PAPEL SERÁN LANZADOS DESDE EL ESPACIO por los japoneses, como parte de un experimento científico que pretende estudiar las características de construcción de futuros instrumentos espaciales. Los aviones de papel especial, de siete centímetros de largo y dos de ancho, ya resistieron pruebas a velocidades de Mach-7 (siete veces la velocidad del sonido) y a temperaturas de 200 grados Celsius, indicó la Asociación Japonesa de Aviones de Origami, en condiciones que se asemejan a las que se enfrentan los equipos espaciales cuando entran en contacto con la atmósfera terrestre. El papel utilizado ha sido vitrificado y tratado químicamente, de forma que pudiera resistir temperaturas extremas. Sin embargo, los investigadores todavía no han podido resolver el problema de determinar dónde aterrizará el avión de papel, que deberá llegar a la Tierra en unos tres años... EL PRIMER ORDENADOR MOLECULAR Y EL MÁS PEQUEÑO DEL MUNDO, capaz de procesar en paralelo varios algoritmos de trabajo y adoptar unas 4,3 mil millones de combinaciones posibles, ha sido creado por investigadores japoneses. Está conformado por 17 moléculas ensambladas en una placa de oro, y tiene una arquitectura similar a la de la red neuronal del cerebro humano. Este logro es muy importante para la nanotecnología, campo de las ciencias aplicadas que se dedica al control y manipulación de la materia a nivel de átomos y moléculas, y sería aplicable en el futuro, de forma primaria, en múltiples tratamientos médicos.

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