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De chiquitos ¡sí se vale!

La sexualidad en la infancia ha sido un tema muy poco abordado por la ciencia. Sus componentes biológicos no se han alterado de modo significativo, pero los sociales, culturales y religiosos sí lo han hecho, al grado de modificar las conductas y la actitud mental hacia ese aspecto tan natural de la vida

Autores:

Mileyda Menéndez Dávila
MSc. Salvador Salazar Amador*

Casi todo lo humano está en la infancia.
Cuando esa etapa ha sido feliz, sana,
llena de afecto y bien enfocada,
uno sale fuerte para todo.

Enrique Rojas, psiquiatra español

La sexualidad en la infancia ha sido un tema muy poco abordado por la ciencia. Sus componentes biológicos no se han alterado de modo significativo, pero los sociales, culturales y religiosos sí lo han hecho, al grado de modificar las conductas y la actitud mental hacia ese aspecto tan natural de la vida.

Hace pocas décadas se describieron por primera vez los factores involucrados en el desarrollo psicológico y sexual de niños y niñas, y se les reconoció como seres sexuados capaces de comprender y actuar, aunque sea de forma primitiva, algunas facetas del erotismo humano.

Uno de estas, muy debatida, es el estímulo de sus genitales en busca de placer, maniobra mal vista y peor entendida por muchos adultos, que trasladan hacia los infantes sus propias fantasías y prejuicios al respecto. En este aspecto nos centraremos hoy, aunque el desarrollo psicosexual infantil contempla otros temas muy interesantes como el vínculo parental, la construcción de la identidad de género, el descubrimiento de la reproducción y las expresiones afectuosas.

De todo ello piden información padres, madres, personal médico y de instituciones educativas, para saber qué es lo normal en cada etapa, y cómo ayudar desde su rol de adultos al desarrollo sexual de los menores a su cargo. Como es imposible dar tantos detalles en un breve artículo, circularemos el material original del doctor Salazar a quien lo pida a través del correo sentido@juventudrebelde.cu.

Del útero a la sala de baño

La autoexploración es un proceso que se inicia en el primer año de vida por las partes más accesibles a las manos. Ante el roce placentero, el recién nacido responde claramente con agrado, por ejemplo cuando se introduce algo en su boca. Y no es solo reflejo alimenticio, sino que la succión del chupete u otros objetos no nutritivos deriva en un estado de tranquilidad.

En el interior del claustro materno un feto masculino tiene entre tres y 11 erecciones al día, reacción que fluctúa en los primeros seis meses de vida. Este es un acto reflejo, pero el bebé aprende a identificar y relacionar sensaciones e inicia la autoestimulación en cuanto su capacidad motora le permite alcanzar sus genitales.

En esa primera etapa las experiencias sensoriales las debemos sobre todo al olfato y al contacto físico con fuentes de estímulos como los alimentos, la ropa de cama y la madre, pero a partir de los tres meses se fija la mirada sobre el primer estímulo visual distinguible: un rostro en movimiento. Así aparece la sonrisa social, básica en el vínculo afectivo madre-hijo, y a medida que el cerebro aprende a controlar ambas vías sensoriales la criatura las utiliza de manera intencional.

A los dos años la estimulación por contacto se hace más focalizada e intensa, coincidiendo con el proceso de perfilar la autoimagen y la noción de ser. Hacia el final de ese año los varones continúan usando sus manos predominantemente, mientras que las niñas usan técnicas más indirectas, y en ellas esos actos pueden disminuir o casi desaparecer.

Más adelante ambos desarrollan un gran interés por los aspectos fisiológicos de la micción y conscientemente muestran interés por tocar o mirar adultos desnudos. A partir de entonces se manifiesta la fase anal descrita por el psicoanalismo. La actividad erótica cambia de la región oral a la anal y la experiencia más placentera es la excreción.

Tocar sus genitales es frecuente, y pueden pedir a sus padres que lo hagan. A medida que crecen sus intereses sexuales se hacen más diversos e incluyen a padres, hermanos, compañeros. Es común que jueguen a la familia, papá y mamá, al médico... Casi la mitad tienen juegos sexuales o conductas masturbadoras, aunque son menos frecuentes en las niñas.

A los cuatro años son típicos los juegos exhibicionistas y el marcado interés por las funciones excretoras y el baño de otras personas, pero también pueden aparecer indicios de pudor y la exigencia de privacidad al vestirse o entrar al baño, aunque no eviten manipular sus genitales frente a otras personas, a menos que se le indique expresamente que no lo hagan.

Cuando el manejo de la sexualidad en casa no ha sido adecuado (se presencian las relaciones sexuales de sus padres o no existe privacidad), pueden aparecer conductas de imitación: reproducen el patrón de lo observado o colocan sus muñecos en esas posiciones, y si hay un grado importante de ansiedad frotan sus genitales sobre el cuerpo de sus padres, hermanos o amigos. Estas son algunas de las conductas inadecuadas más comunes y no forman parte del desarrollo normal, por lo que es conveniente buscar ayuda especializada.

De mí para ti

A los seis años aún no conocen en realidad las relaciones sexuales y les provocan risas las palabras sucias, pero pueden tener juegos en que pretenden orinar a sus compañeros o ser médicos para explorar a sus pacientes.

Hacia el fin de los siete años se inicia la etapa de latencia y  con esta la segunda oportunidad para la reorganización de la vida mental. El interés por compartir actividades y juegos con personas del mismo sexo se incrementa a partir de los ocho años así como el interés por el sexo. Pueden ser juegos no sexuales, al tiempo que se da algún tipo de contacto heterosexual.

Hacia estas edades están perfectamente conscientes de las prohibiciones adultas y procuran no ser descubiertos. En casa se acentúan las conductas pudorosas hacia el padre del sexo  opuesto. En ambos casos, pero particularmente en varones, hay un gusto notorio por chistes y bromas de contenido sexual, entre otros aspectos, y aparecen inquietudes sobre la eyaculación.

A los diez años un buen porcentaje ha experimentado algún tipo de juego sexual de carácter eventual o transitorio, sobre todo las niñas. En un estudio se encontró que hacia esta edad la mayoría de los niños aspiraban a tener novia y las dos terceras partes de ellos habían sido besados, aunque el grupo de amigos continúa siendo predominantemente de individuos del mismo sexo.

*Especialista del Centro Comunitario de Salud Mental de Arroyo Naranjo.

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