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¿Derecho de maltratar?

Elvia Pérez (Cortina 244, Santos Suárez, Ciudad de La Habana) caminaba por la calle Marina, cerca del Malecón habanero, cuando fue «herida»: un niño huía de un hombre con overol azul quien, con una cámara de bicicleta, le descargaba latigazos. «¡No, papi, no!», atinaba a decir el meñique, sin contener la furia paterna. Y se perdieron a la entrada de un solar. «No hay que ser muy imaginativo para saber más de esta horrible escena —dice Elvia—, pues si no se contuvo de golpearlo brutalmente delante de quienes mirábamos y nada podíamos hacer, ¿qué no hará el padre en el sacrosanto recinto del hogar? ¿Dónde quedaron los derechos de ese menor? ¿Quién puede acudir en su ayuda en un Estado como el nuestro, donde nada hay más importante que un niño? Ella piensa en cuántos hogares no se repetirá la escena: «Padres y madres golpeadores, que por haber traído un hijo al mundo se sienten en el derecho de humillarlo y golpearlo».

Negligencia: El pasado 24 de marzo reseñé la queja de trabajadores de la campaña antivectorial del policlínico Mario Muñoz, en el capitalino barrio de Wajay (Boyeros). Ellos denunciaban atrasos en el pago de sus salarios de ese mes con respecto a la fecha de cobro. Y censuraban que no se les hubiera dado una explicación ni respondido al respecto por la dirección del policlínico. A propósito, responde Yanet Noda, vicedirectora de Salud en Ciudad de La Habana, que «el hecho fue motivado por la entrada tardía de la información de nóminas del policlínico hacia el municipio, para la realización de las diligencias de pago, lo cual, unido a trámites de la Oficina Nacional de Administración Tributaria y el Banco, dio al traste con la fecha establecida». Precisa que en el análisis realizado por la comisión de Gobierno «se apreció falta de rigor y sistematicidad en el control de esta actividad, la que debía ser revisada con anterioridad, y haberse tomado las medidas para que el hecho no ocurriera. Por ello —señala— se aplicaron medidas disciplinarias a la directora del policlínico, la vicedirectora de Higiene y Epidemiología y la jefa del Departamento de Vigilancia y Lucha Antivectorial del mismo; y la vicedirectora económica de la Dirección de Salud en el municipio.

Irresponsabilidad: Enrique Torres (Calle 9 No. 11-A, Comunidad 10 de Octubre, Costa Rica, El Salvador, Guantánamo) revela lo que considera «un bochornoso incidente» en torno a la realización allí de los exámenes de ingreso a la educación superior el pasado 7 de mayo. Luego de haber estado estudiando y preparándose para los mismos durante un año en la misma sede universitaria, y de someterse a evaluaciones sistemáticas, el día de la primera prueba de ingreso él y otros alumnos no aparecían en ningún listado. Por lo tanto, no pudieron examinarse. «¿Acaso no tendremos oportunidad este año por la negligencia e irresponsabilidad de aquellos encargados de la organización de un proceso tan importante? Errores como este comprometen el futuro de jóvenes que hemos decidido encaminar nuestras vidas, esforzarnos y sacrificarnos para ser alguien en nuestra sociedad, que tanto nos necesita».

Sí se puede: Miguel Miranda (Zenea 509, Bayamo, Granma) creyó que se unían cielo y tierra cuando enfermó su mamá de 86 años, y el médico orientó varios exámenes: cuatro de laboratorio, placa de tórax, ultrasonido de hígado y electrocardiograma, en el policlínico René Vallejo, de esa ciudad. Fue al policlínico y en el laboratorio explicó que a la anciana le era difícil ir tantas veces allí; rogó le hicieran todas las pruebas el mismo día. Le dijeron: Despreocúpese, mañana vamos a la casa. Miguel dudó, y al otro día estaban allí. Le hicieron las pruebas. Por la tarde le llevaron los resultados. El mismo día Miguel fue a Rayos X, y preguntó a una joven llamada Yennis cuándo podría llevar a la anciana para el ultrasonido, la placa y el electro. Yennis fue a ver al jefe de departamento, luego a Urgencias, y coordinó el electro. Al final, le dijo: venga el miércoles y me localiza. Así fue y así concluyó todo. «Hay escasez de recursos y largas colas —dice—, pero el servicio prestado a mi madre es de excelencia. Solo tuve que llevarla una vez al policlínico, para tantas pruebas. Qué maravilla de trabajadores, personas tan jóvenes y de tan buenos sentimientos como Yennis», comenta agradecido.

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