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Todavía hay gente que ama el teatro

La Compañía Teatral Rita Montaner ha mantenido su trabajo artístico de manera ininterrumpida por casi seis décadas, bajo la premisa de que el teatro popular es vital para los públicos

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

 

La Única, la mujer extraordinaria que fue Rita Montaner para la cultura cubana y universal, debe estar feliz. No solo porque su legado se recuerda siempre como parte imprescindible de nuestro acervo musical, sino también porque en las artes escénicas, una compañía fundada el 27 de marzo de 1967 ostenta su nombre con orgullo y sentido tributo.

La idea fue de la teatrista Cuqui Ponce de León, y en aquella lejana fecha debutaron ante el público en la sala capitalina Hubert de Blanck con la obra Propiedad particular, del dramaturgo cubano Manuel Reguera Saumell. Desde entonces han sido casi seis décadas de actividad artística ininterrumpida, con poco más de 300 obras en su repertorio histórico, entre clásicos universales, clásicos contemporáneos de varios países y autores cubanos de diversas generaciones.

Son muchas las ilustres figuras de nuestra cultura que formaron parte de esa compañía, como Aurora Basnuevo, Hilario Ortega, Jorge Cao, Carlos Cruz, Elsa Camp, Zayda Castellanos, Yara Iglesias, Daysi Fontao, Mireya Chapman, Trinidad Rolando y Jorge Luis de Cabo, entre otros. Diseñadores excelsos como Manuel Barreiro, Eduardo Arrocha, Guillermo Mediavilla, Derubín Jácome y Diana Fernández. Directores artísticos como Adela Escartín, Nelson Dorr, José Milián y Tony Díaz, quien desarrolló luego Mefisto Teatro.

A propósito del estreno de Volver una noche, puesta en escena que el público puede disfrutar hasta el 31 de agosto en el complejo cultural Bertolt Bretch, conversar con Fernando Quiñones, multipremiado actor, profesor, director artístico y general de la Compañía Teatral Rita Montaner, es un privilegio.

«Comencé en la compañía como actor, egresado de la Escuela Nacional de Teatro en 1972. Fueron diez o 12 años. 

Ignacio Gutiérrez fue nuestro profesor en aquel momento, inclusive nos dirigió la tesis de graduación. En aquel momento nos preguntó si estábamos dispuestos a entrar en la compañía y eso fue muy importante: a un recién graduado de una escuela de arte, lo que le interesa es trabajar.

«Hice comedia, hice melodrama, pieza… jugué con todos los géneros dramáticos. Me sirvió mucho, hasta para mi trabajo ya como pedagogo, manejar todas esas formas diferentes. Recuerdo con agrado la obra de los estudiantes de medicina; El juez de los divorcios; las obras para público infantil, que hicimos en el Parque Lenin fundamentalmente... Son recuerdos que guardo con mucho cariño.

«Después estudié pedagogía teatral y dirección artística en la Unión Soviética. Regresé, fui director artístico y más tarde director general, cuando Gerardo Fulleda se jubiló. Realmente no deseaba asumirlo, pero acepté por el compromiso y el sentido de pertenencia que le profeso a la compañía. Han sido 15 años en ese rol y son muchos retos a diario los que debo afrontar.

«Fue una bendición cada una de esas oportunidades que tuve, por eso pienso que para cualquier joven recién graduado es muy importante empezar desde cero y aprender en la práctica, más allá de lo teórico o conceptual que uno puede aprender en la academia. El teatro es práctica, es vivencia, es sentimiento».

—La motivación de Cuqui al fundar la compañía se ha mantenido…

—Esa motivación fundacional se ha mantenido a lo largo del tiempo, aunque cada director general le pone su impronta, su carisma y su lenguaje. Mantenemos la esencia del teatro 

cubano popular, pero hemos enriquecido el repertorio también con obras del teatro universal, de los clásicos.  Además, hemos trabajado mucho el teatro de autor, clásicos como Piñera, Rolando Ferrer, Carlos Felipe… los más contemporáneos, como Fulleda, Nicolás Dorr, y los novísimos, pudiéramos decir también: los muchachos jóvenes que salen de la academia.

«En la trayectoria de la compañía existen obras muy queridas. Por ejemplo, La querida de Enramada, de Gerardo Fulleda, que se ha visto tres veces por tres diferentes directores; Betún, la historia de un limpiabotas, cuyo autor es también Fulleda. Se enriqueció con baile, con canciones, fue un espectáculo muy atractivo y bien recibido tanto por la crítica como por los espectadores.

«Tenemos un repertorio amplio y cualquiera de esas obras anteriores ya vistas pudiera retomarse, con otras concepciones y rostros. Los tiempos obligan, de alguna manera, a renovar a los actores, y eso es importante. El ingreso de los actores de la Escuela de Teatro y del Instituto Superior de Arte demanda que exista trabajo. Además, es una nueva semilla, una nueva ayuda para el desarrollo de las nuevas generaciones».

—Como pedagogo contribuye a la formación de actores y de directores artísticos, pero la propia compañía acoge a los muchachos para el proceso de aprendizaje…

—Sí, en los 63 años que llevamos, a lo largo de la presencia de todos los directores generales, siempre se les ha ofrecido oportunidades de desarrollo a todos. En mi caso, también me dieron la oportunidad en aquel momento de dirigir, además de actuar, y eso se ha mantenido. Es una forma de germinar justamente los nuevos creadores… Y tenemos actores y asistentes de dirección que quieren dirigir y lo hacen. Los asesoramos, los guiamos, pero les propiciamos la experiencia, vital para el enriquecimiento de nuestro trabajo cotidiano. Estamos contentos de que sea así porque es una forma de ayudar a quien nos ha ayudado a nosotros.

«Realmente es satisfactorio, es gratificante ver que todavía hay gente que ama el teatro. Y no me refiero al público que lo busca solamente, sino a los que están haciéndolo, porque son muchas las carencias y encontrar los apoyos financieros para producir no es fácil. El teatro es costoso y enamorarse de él es lo fundamental. Al que le gusta, el que siente algo por transmitir, por decir algo, lucha por hacerlo. Tenemos muchos actores con un nivel extremadamente bueno que solamente hacen teatro, por ejemplo. Si alguno acepta un proyecto de trabajo en la televisión o en el cine, se nota su preparación, su impronta.

«Cuando tú le preguntas a un actor o a una actriz en cuanto a la formación y al medio, ellos dicen siempre que la gran escuela es el teatro. Y cuando tú estás armado técnicamente desde él, puedes hacer cabaret, televisión, incluso radio, que es un medio muy difícil y que pienso que todos los actores deberían hacerla, al igual que el teatro infantil también, que te da una serie de posibilidades y te ayuda a desarrollar elementos expresivos esenciales en la actuación».

Volvió una noche, del argentino Eduardo Rovner, es la propuesta actual en escena…

—Sí, es una obra muy conocida, estrenada en 1993 y que ha tenido representaciones en muchos países. Vamos a estar en cartelera hasta el domingo 31 de agosto, los viernes y los sábados a las 8 y 30 de la noche y los domingos a las 5 de la tarde… en el Bertolt Bretch, porque aún nuestra sede habitual, la sala El Sótano, no está en condiciones para recibir público.

«Es una comedia muy simpática que gira en torno al conflicto de una madre que hace diez años falleció y un día resucita para ver cómo está el hijo único, diez años después. Se encuentra con una serie de situaciones con las cuales ella no estaba acostumbrada y se desarrolla entonces esa rica comedia de situaciones.

«Ya nosotros la habíamos hecho en otra etapa. Ahora la puesta tiene otra concepción artística, un nuevo elenco. Le hemos incorporado tango y milonga y, por supuesto, hay baile. Ese fue el gran reto para nosotros y para Amy Bermúdez, excelente profesora, que tuvo la responsabilidad de enseñar a bailar tango a actores y no a bailarines. El reparto lo integran Lavinia Ascue, Edgar Motrinis, Carlos García Peña, Rafa Quesada, Esteban León, Rodolfo Camacho, Alejandro Carrió, Carlos García Peña, Miguel Gómez Peñalver, entre otros».

—¿Tienen otros proyectos?

—Sí. Ya otro director comienza a trabajar una obra de José Antonio Ramos. Otro director, también joven, va a emprender otro proyecto. Y también yo empiezo a dirigir, a partir de septiembre, otro espectáculo que se llama Volver.

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