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Un peligro lo que fue Regina

«María de los Ángeles López presagia una desgracia», dije el 19 de octubre de 2011 al reseñar el alerta de la lectora, residente en Industria No. 406, apartamento 11, entre San José y San Rafael, Centro Habana, acerca del peligro de desplome de un edificio contiguo, en ruinas y deshabitado, que albergara antiguamente al hotel Regina.

Contaba ella que el inmueble, de nueve pisos, hacía diez años comenzó a demolerse por la empresa SECONS, labor que se paralizó por no contar esa entidad con una grúa para bajar primero el ascensor, que cuelga como una amenaza desde lo más alto.

Apuntaba que de vez en cuando se desprendían trozos que podían ser letales para cualquier vecino o transeúnte, en una zona tan poblada y concurrida.

Y manifestaba su preocupación por el hecho de que «los organismos responsabilizados, incluido el Poder Popular, no hayan actuado ni se hayan pronunciado, como tampoco han tramitado las acciones para prevenir un posible desastre».

Al respecto, responde Kenia Pacheco, técnica de Atención a la Población de Servicios Especializados de la Construcción (SECONS), que la orden de demolición se dio en 2008, a raíz de un derrumbe ocasionado por los ciclones que azotaron a Cuba entonces; y no hace diez años, como la lectora decía.

La obra se paralizó en el propio 2008, precisa, por el obstáculo que constituía el ascensor del edificio, el cual debió ser desmontado por UNISA. Esta entidad planteó entonces no contar con una grúa para bajarlo. La solución quedó postergada, y paralizada la demolición.

Precisa que en octubre de 2010 se le hizo una nueva solicitud a UNISA, para que retirara el motor y andamiaje del ascensor, pues se sucedían numerosos derrumbes parciales, con el consiguiente peligro para los vecinos colindantes.

En 2011, aclara, cuando volvieron a insistirle a UNISA, esta empresa planteó que por el estado de la edificación no podían ejecutar el trabajo, pues el operario correría peligro.

Y afirma que la solución planteada fue que SECONS, con dos grúas, cortara la estructura del motor y la izara en lugar de zafarla. Esto, añade, trae un nuevo inconveniente: la necesidad de un cable más largo para que pueda amarrarse el motor, los operarios lo puedan sujetar a la grúa y no haga péndulo; pues sería un gran peligro.

Afirma Kenia que UNISA no tiene ese cable, por lo cual se hizo la solicitud a CUBIZA. Y esta respondió que hasta el primer semestre de 2012 no tenía respuesta, por lo cual ya están en fecha para realizar las acciones y eliminar el peligro que pende en una zona tan céntrica de la ciudad.

A todas luces, para no lamentar males mayores, si fuera necesario el Consejo de la Administración Provincial tendría que buscar, más arriba, la decisión de garantizar el equipamiento, y erradicar el riesgo que constituye esa ruina de nueve pisos, en sitio tan céntrico y poblado.

A sufrir con el doble nueve

«La calle es libre»; así le responde el vecino dueño del juego de dominó a Luz Marina Serrano, cuando la señora, quien debiera tener paz y quietud para sus 77 años, se lamenta por el festival de fichas casi lanzadas sobre la mesa y los gritos de los jugadores, frente por frente a su casa.

Luz Marina, quien reside en Calle 7 No. 406, entre 4 y 6, reparto Chacón, de Nueva Gerona, Isla de la Juventud, vive con los nervios de punta, porque la bulla la altera. Pero a los vecinos fanáticos del dominó no les interesa. A nadie le interesa…

Luz Marina transmitió su inquietud, y recibió una la respuesta que fue el sumum del conformismo y la inacción: «Dondequiera es igual». Para colmo, el vecino de los altos pone la música a todo volumen para la cuadra entera, confiesa la atribulada remitente.

«¿No se hacen valer las normas de urbanidad? ¿Se perdió el respeto entre vecinos? ¿Qué hago? ¿Adónde voy?», pregunta la anciana.

Luz Marina está sola, muy sola con su desasosiego. Como ella, otros muchos no encuentran la paz entre sus vecinos. Y nada sucede. Nada, o casi nada, hacen las autoridades. A sufrir por los oídos, que prima el festín de los escandalosos, una particular especie de egoístas. Esa es la verdad, la sonora verdad. No me cansaré de decirlo, al menos.

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