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Otro molino frente al Quijote

Impactado por fuertes impedimentos de carácter material y financiero, el transporte urbano también se resiente de otro problema, aquel ligado a la organización de sus trabajadores y, en particular, a sus tripulaciones, la cara visible de ese servicio y su empresa en cualquier circunstancia.

En torno a esa idea se construye la carta enviada por Miguel A. Martínez Martínez, vecino de avenida Casablanca panel 10 apto. 3., reparto Guiteras, La Habana del Este.

«Les escribo motivado por un problema que es de conocimiento popular en la capital y que afecta a muchas personas, la mayoría trabajadores que regresamos a nuestros hogares luego de un día agotador, que en mi caso se prolonga varias veces hasta casi las ocho de la noche.

«Se trata de otra arista del archidiscutido problema del transporte urbano. Viajo diariamente en la ruta 195 desde el Vedado hasta mi lugar de residencia. Es conocido que, al terminar su recorrido desde Guanabacoa hasta G y 25 (en el Vedado), los ómnibus de dicha ruta descargan sus pasajeros en este último lugar. Ya se ha hecho habitual que allí permanezcan personas que han de utilizar esa ruta, las cuales le pagan al chofer de la guagua, para obtener así un cómodo e inmerecido asiento.

«De este modo —agrega el lector— también pasan por encima del derecho de quienes hacemos la cola en el lugar establecido».

Miguel precisa que la primera parada de esa ruta de vuelta a Guanabacoa es en el céntrico parque de 23 y J,  conocido como El Quijote, pero a ese lugar la guagua llega con varios asientos ocupados y en no pocas ocasiones, ante la reclamación de los pasajeros de la cola, algunos conductores han respondido agresiva y groseramente y otros han dado la callada por respuesta.

«Por un tiempo me he dedicado a tomar los datos de varias guaguas cuyos choferes han incurrido en esta situación. Aunque inicialmente no deseaba hacerlo —pues en ocasiones pagan justos por pecadores—, sé que los directivos de Ómnibus Metropolitanos querrán pruebas y si revisan sus controles de tráfico verán que no digo mentiras».

Miguel pone varios ejemplos. En el ómnibus 5186 —que inició viaje el 18 de junio, a las 8:05 p.m.— ya venían a bordo ocho pasajeros cuando se detuvo junto a la cola. En el 5180, una semana después, en el viaje de las 7:23 p.m., ya venían a bordo siete viajeros cuando llegó a J y 23… Y así continúa la relación del lector. Lo más importante quizá no es el número de casos —se trata de varios, pero otros viajeros podrían enumerar cuitas parecidas— sino que pueda ser una tendencia.

«Aclaro que todas esas personas que llegan sentadas al Quijote no son trabajadores del transporte o empleados —continúa su análisis el lector—, pues para estos últimos también hay un sitio de recogida unos metros antes de la parada oficial. En este otro lugar, aparte de aquellos que pagaron su pasaje al chofer, se suman empleados —varias veces acompañados de familiares suyos—, con lo cual la disponibilidad de asientos se reduce de manera injustificada y descarada, al menos por el primer grupo que menciono».

Concluye Miguel exponiendo que, más que una satisfacción personal o una respuesta a través de esta columna, es necesario que la Dirección de Ómnibus Metropolitanos tome las medidas pertinentes para que este problema, conocido por todo el que utiliza el servicio de la ruta 195, se solucione de una vez y por todas.

Cirugía con cariño

Pero qué diferente puede ser todo cuando la gente trabaja con organización y disciplina, sobreponiéndose con motivación y vergüenza a dificultades de todo tipo…

De ello da fe Marisleybis Torres López, vecina de William Soler No. 153-A, en Sibanicú, Camagüey. Recientemente su mamá fue intervenida quirúrgicamente en el hospital de Guáimaro. «Allí la atendieron con la profesionalidad, el cariño y el esmero que todo paciente desearía recibir. Durante el mes que permanecimos en ese centro asistencial todas las opiniones fueron favorables.

«Es por ello que deseo hacer llegar mi reconocimiento a todo el personal de salud de ese lugar, especialmente a los cirujanos José Manuel, Luis Leicha y Gerardo, y a las enfermeras Midiala, Anabel, Yoania Leyva y Yoania Peña». Y como en el corazón de Marisleybis hay espacio para todos, también felicita a los estudiantes de Enfermería Poll y Yasmani, y a los estudiantes de Medicina, auxiliares, técnicos y pantristas de dicha sala.

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