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Mirar con el corazón

Si extraviamos la mirada sensible hacia el que sufre, si no buscamos alguna solución para el que está en el límite, ya no seríamos la misma Cuba gregaria que ha llegado hasta aquí. Lo digo porque la carta de Noreimis Sánchez, desde Lacret final 177, entre 9 y 10, en Sagua la Grande, Villa Clara, estremece de impaciencia a quien lleve el corazón bien puesto en el pecho, o en la generosidad misma.

Noreimis relata que tiene dos hijos: uno de 11 y otro de cinco años. Este último presenta una lesión estática en el sistema nervioso central, broncoestasia en el pulmón derecho e hipercarsuria renal.

Este pequeño tiene problemas de equilibrio y, además, es epiléptico. Presenta una disfunción al masticar y tragar los alimentos; por ello broncoaspira mayormente los líquidos. Es la principal causa de sus estados de gravedad frecuentes.

Es atendido por Psiquiatría Infantil, pues se torna agresivo, por lo cual toma fuertes medicamentos como la levopromacina. Es un niño con necesidades educativas especiales. Requiere una atención constante para desarrollarse. Necesita un espacio para jugar, correr.

El niño se enferma con frecuencia. Los ingresos hospitalarios son recurrentes, en dos ocasiones en estado crítico con pronóstico reservado. Es considerado un paciente de alto riesgo en esa provincia.

Con la frágil salud del niño, a Noreimis le es imposible trabajar, pues debe estar cuidándolo las 24 horas del día.

Sin embargo —y este es el asunto de la carta—, Noreimis lleva casi un año esperando una respuesta de las autoridades municipales a una solicitud que hizo de subsidio, para concluir una vivienda que su abuelo le donó, a pesar de que el caso está clasificado como crítico en el territorio. Una pequeña y vulnerable casa de una sola habitación, donde se hacinan seis personas.

«No se me ha dado una respuesta convincente, dice; y asevera que la han enviado  «de un sector a otro, a pesar de que he acudido a Vivienda y al Gobierno municipal». Le hicieron un expediente como caso crítico, y quedaba pendiente para un otorgamiento de vivienda. Posteriormente, con los cambios introducidos en la legislación, por el hecho de que las personas que emigran del país pueden donar su casa, se cerraba ese camino, por la inexistencia de un fondo habitacional.

«¿Es tan difícil otorgarme un subsidio de terminación?», pregunta Noreimis.

¿Concluir o hacerlo con calidad?

El título que antecede es el dilema de la política inversionista del país, muy criticada tantas veces por los cabos sueltos y longanizas de insatisfacciones que deja atrás.

Desde la localidad holguinera de Tacajó escribe Fernando Acedo Guethón, quien vive en la calle Eucalipto 183. Y lo hace para contar que el acueducto de esa población fue rehabilitado ante el serio deterioro que presentaba.

Pero los moradores de tres viviendas   observaron que las tuberías pasaron de largo por el frente. Y al reclamar, les dijeron que «mañana se resuelve el caso de ustedes».

La última brigada que laboró allí, apenas, y a muchos ruegos, conectó una tubería de 25 milímetros y la tiró frente a la primera casa y la segunda de las tres. Ni siquiera llegó a la tercera. Pero no hizo las acometidas, por lo cual, la tubería está ociosa y sin enterrar, con peligro de que se la roben. El trabajo está trunco.

Refiere Fernando que el delegado de la circunscripción lo ha planteado en la Asamblea Municipal, y le dan la razón, pero a fin de cuentas no se resuelve el problema.

«He llamado en varias ocasiones a Acueducto municipal —manifiesta—, y tanto la secretaria como el que atiende esa actividad se muestran muy atentos y receptivos al problema, pero hasta ahí queda todo. Ahora están trabajando en la planta potabilizadora que, por cierto, queda un poco lejos de este lugar. Y estoy seguro de que cuando ellos den por concluidos los trabajos, nos quedamos sin la dichosa conexión».

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