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Una historia para investigar

Laura Beatriz Vives Pérez (calle 84, No. 314, entre 5ta. avenida y 3ra A, Playa, La Habana) es parte de los 35 artesanos y trabajadores por cuenta propia que integraban el proyecto Paseo Marítimo de 1ra. y 70 en ese municipio capitalino, y hoy se sienten engañados.

Recuenta Laura que en mayo de 2019 ellos fueron convocados por el Gobierno municipal de Playa, con la idea de crear allí un proyecto: cada uno debía asumir los gastos de los quioscos correspondientes, pues el Gobierno no tenía presupuesto para la inversión. Y en correspondencia, les permitirían estar dos años exentos del pago del área.

Ellos aceptaron los quioscos asignados: sin calidad y ni el diseño propuesto. Con precios astronómicos. Y después, solicitaron al administrador del proyecto, Manuel Valle Laborde, una reunión con él, un representante del Partido municipal y el de la cooperativa Adoquín, para que esclarecieran las deficiencias de los quioscos.

Dicha reunión nunca sucedió. Y ellos confiaron en que sobre la marcha, irían juntos solucionando los problemas de calidad. Comenzaron a trabajar, ilusionados en que el proyecto beneficiaría económica y socialmente a todos, especialmente a la población.

El 1ro. de julio de 2019 firmaron un primer contrato para el uso y disfrute del espacio con la Unidad Presupuestada de Servicios Comunales como arrendatario, en el cual se validó la citada exoneración de pago por dos años. Y el 15 de julio se inauguró el proyecto. Después se derogó aquel proyecto de arrendamiento, y el 1ro. de noviembre de 2019 se firmó uno nuevo con la Empresa Provincial de Recreación y Turismo de La Habana, por el cual el uso y disfrute del espacio se validó por diez años.

Al comenzar la pandemia de COVID-19, el 22 de marzo de 2020, les informaron del cierre de la instalación, como otros centros del país. Reabrieron en julio de ese año, y el 7 de agosto de 2020 se cerró otra vez. El 12 de octubre, cuando se reabrían instalaciones similares, fueron informados por Valle Laborde, administrador del proyecto, que debían retirar los quioscos del lugar, pues el Citma, Planificación Física y el Gobierno iban a hacer una restructuración, con nuevos quioscos. Les dijeron que no se preocuparan, pues retornarían al proyecto.

Posteriormente se hizo una reunión de apenas diez minutos. Y aunque los artesanos plantearon que deseaban contactar con esas entidades, se les dijo que no, pues eso estaba a otro nivel. «No entendimos, dice Laura, porque éramos y somos parte del colectivo afectado».

Días después, los 35 quioscos fueron levantados del lugar, sin el conocimiento de los titulares. Los trasladaron a un área de Comunales de Playa. Allí fueron saqueados. Algunos artesanos a quienes no les dio tiempo a extraer su mercancía fueron a quejarse, y todas las personas a las que se dirigieron se limpiaron las manos, como Poncio Pilatos. Otros hicieron denuncias de los saqueos, y tampoco fueron atendidos. A varios les quitaron cerraduras e instalaciones eléctricas. Tampoco hubo respuesta y solución.

«Pagamos por hacer un trabajo que nunca pudimos desarrollar a plenitud. Fue violado el procedimiento al cual tenemos derecho. Somos ciudadanos cubanos, y debíamos estar respaldados por los contratos firmados con entidades cubanas y personas naturales. Cumplimos con lo establecido por el Gobierno por trabajar, y hacerlo bien. Pagamos con nuestros ahorros los quioscos. ¿A quién nos podemos dirigir para hacer efectivas nuestras quejas? ¿Quién nos aclara qué ocurrirá con nuestras inversiones y nuestros contratos?

«Hemos sido pacientes y disciplinados. Ya es hora de que nos den una respuesta gubernamental, ya que, según el administrador de 1ra. y 70, todo comenzó a raíz de un muro que se construyó alrededor de la instalación: y que, como es lógico, nosotros desconocíamos su fin ni teníamos nada que ver con eso».

El país atraviesa por muchas dificultades, añade, pero confía en que podrán seguir trabajando y contribuyendo a la creación de riquezas. Mas, para eso, necesitan que lo sucedido sirva de ejemplo para que en el futuro violaciones como esas no queden impunes, concluye.

Ante la historia narrada, urge una investigación de lo que sucedió, sobre todo ahora que el país avanza hacia una dignificación del emprendimiento no estatal. Hay que arrancar de cuajo los vestigios de esos viejos métodos del irrespeto, la improvisación y el úkase.

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