Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Jóvenes comunistas analizan sus deberes en las escuelas

En la reunión efectuada en el municipio habanero de Güines se debatió sobre cómo combatir la deserción escolar

Autor:

Marianela Martín González

Ilustración: Falco «Si compartimos nuestros conocimientos con aquellos que tienen problemas académicos y ayudamos a quienes por otras razones quieren dejar la escuela, el por ciento de abandono sería mucho menor en la enseñanza. Debemos convertir cada centro en un lugar donde no tenga cabida otra cosa que no sea la superación en todos los sentidos, y eso solo se logra cuando aprovechamos el tiempo en razones útiles y duraderas».

De esta manera, Niurka Goicochea, estudiante del IPUEC Estados Unidos Mexicanos, propuso combatir la deserción escolar que afecta a la Enseñanza Media en la provincia, durante la Asamblea de Balance de la UJC celebrada en el municipio habanero de Güines.

No se trata solamente de sumar cuánto cuesta formar un bachiller o un técnico de nivel medio que a mitad de curso abandona la escuela. Se trata del futuro de la nación, porque del referido nivel educacional se nutre principalmente la Educación Superior.

La solidaridad fue aludida como tabla salvadora para apoyar a los estudiantes con desventajas académicas o sociales, que son los más propensos a abandonar los estudios. Esos muchachos que no son brillantes por sus notas, y a veces no tienen la más pulida educación, pueden tributar ideas valiosas en el deporte, la danza... ser excelentes trabajadores en las áreas agrícolas, como allí se reconoció; por eso hay que encomiarlos en lo que son competentes y ayudarlos con el estudio y la disciplina.

Yusiel Boligán, estudiante del IPVCE Pedro Albizu Campos, demostró con ejemplos concretos que cuando la organización, la disciplina y la creatividad no faltan en las escuelas, el tiempo se aprovecha y no hay espacio para que tengan lugar hechos extraordinarios, que son a veces las razones por las cuales los padres retiran a sus hijos de las escuelas o estos deciden hacerlo por voluntad propia.

Su intervención corroboró lo planteado recientemente en el Pleno Nacional de la FEEM por Pedro Hernández, presidente de la organización estudiantil en La Habana, quien llamó a convertir a cada centro interno en lo más parecido al más sano de los hogares.

Lo planteado en la Asamblea de Balance de la UJC en la villa del Mayabeque no aboga por la anarquía en los tecnológicos y pre en el campo, sino que defiende el aprovechamiento del horario flexible que los mismos alumnos diseñaron con sus profesores, en el cual se tienen en cuenta las características de los planteles y las necesidades de usar los medios audiovisuales y bibliotecas. Consiste en romper esquemas en aras de elevar la calidad del estudio y fomentar responsabilidades.

No se limita a que los educandos ejerzan el derecho de expresar en el grupo inquietudes por la calidad de las clases, la elaboración de los alimentos y el trato de los profesores; se trata de hacer eso y mucho más, de que los líderes de la FEEM y la Juventud lleven al consejo de dirección las iniciativas del colectivo, sus inconformidades y resquemores.

Promueve que con las mismas manos de hojear los cuadernos, se desbrocen de malezas las áreas deportivas, se ponga la maceta donde cae la gotera para evitar que el piso se dañe y la planta se seque, y mientras se soluciona la carencia de implementos deportivos en las escuelas, se trasladen la pelota y el guante del hogar a esa casa colectiva.

En los balances de la UJC, recién comenzados, la vanguardia de la juventud cubana propone que la creatividad reine en las escuelas con el vigor requerido por estos tiempos. De esa manera puede frenarse la deserción escolar.

Está bien claro que cada vez que se marcha un estudiante del pre o del tecnológico es una derrota para la familia, las organizaciones políticas del centro, y para ese joven que quizá termine en la esquina del barrio, donde todo lo que se aprende no es útil y sano.

La Juventud tiene arrojo para que las escuelas cumplan con excelencia su misión educativa. Sabe que falta sistematicidad, exigencia y fiscalización de la calidad de los procesos que en estas tienen lugar. El diagnóstico está hecho; depende de muchos, incluyendo a la familia, convertir la necesidad en verdad tangible.

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