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Jóvenes con discapacidad en la Universidad ¿solo enfrentan las barreras arquitectónicas?

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El Estado cubano garantiza a los jóvenes con discapacidad el derecho a cursar estudios superiores, sin embargo se enfrentan a problemas que van más allá de las barreras arquitectónicas

«Yo voy a sacrificarme, a luchar. Hay sordos que tienen miedo, pero yo no. Algunos me critican que quiera seguir estudiando, pero deseo superarme». Estas palabras no pudimos escucharlas en la voz de nuestro entrevistado, sino a través de su intérprete de señas.

Michel Castañeda es sordomudo desde los dos años de edad. Pero esto no le ha impedido matricular Ingeniería Informática en el Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría (CUJAE), donde ya cursa el segundo año.

A pesar de su voluntad, para este joven de 26 años hubiera sido imposible llegar hasta ahí sin la ayuda de Alicia Calderón, la traductora, quien desde el inicio de la carrera lo acompaña en cada clase o actividad extradocente. Con sus manos y gestos Michel se hace entender y la conversación fluye rápida.

—¿Cómo es tu relación con el grupo?

—Al principio mis compañeros se sorprendieron, no sabían que yo no podía oírlos. Físicamente soy una persona normal. Cuando los maestros se daban cuenta me pedían disculpas, y seguían dando la clase más despacio. Hasta que llegó Alicia, mi grupo no se apartaba de mí.

—¿Es la primera vez que te integras a un colectivo de estudiantes sin discapacidad?

—No, soy graduado de técnico medio en Informática. En mi aula de Ciudad Libertad había más sordos. Allí también teníamos un intérprete. La primaria y la secundaria sí las hice en escuelas especiales. Nunca me sentí rechazado.

Para Alicia no es fácil traducir asignaturas técnicas, pues el lenguaje de señas no contempla vocablos tan específicos. «A él le cuesta mucho trabajo leer los labios; solo lo hace con sus padres. Por eso le es muy difícil seguir lo que dice el profesor en una clase».

—¿Los profesores te ayudan?

—Las dudas me las explican. Hay buena relación, pero la dinámica no permite mucho intercambio. Yo debería tener previamente una preparación de la clase, pero no hay tiempo.

Alicia tiene 36 años y desde hace cuatro trabaja como intérprete de señas. Estudió en un curso emergente de seis meses, donde aprendió las palabras básicas, pero asegura que en el trabajo es donde se alcanza destreza en la profesión. Ahora estudia la licenciatura.

«El curso lo hice por la Asociación Nacional de Sordos e Hipoacúsicos de Cuba (ANSOC), pero pertenezco al Ministerio de Educación. Antes trabajé con ocho sordos en un politécnico de Informática durante dos años».

—¿Cuáles son las mayores dificultades en tu trabajo?

—Cada uno tiene un lenguaje diferente. Por ejemplo, Michel tiene un lenguaje de señas puro. No oraliza nada. No está influenciado por el lenguaje oral y es muy rápido en sus señas. Pero además está muy informado. No te puedes ir por la media, porque constantemente te pregunta qué pasa, qué se dice, el significado de lo que no entiende.

«He trabajado con hipoacúsicos que leen los labios. Con él he tenido que profundizar en su psicología, porque si le digo una cosa a mi forma, le cambio a él su significado».

Alicia y Michel tienen algunas insatisfacciones. Para ella: la comprensión. «Hace falta que los profesores se den cuenta de que él necesita más tiempo para entender lo que se dice. Informática es muy difícil.

«En la enseñanza universitaria no hay una metodología diseñada para sordos. Él puede necesitar un poco más de tiempo para graduarse, en lugar de hacerlo en cinco años. Habría que adecuar el programa».

—¿Tiene bibliografía?

—Sí, pero al sordo le cuesta mucho trabajo interpretar lo que lee. Alguna está en inglés y ellos no estudian idiomas. Algunos textos tienen vocablos muy técnicos, y Michel no conoce el significado de muchas palabras; eso le hace perder información.

«En la universidad le prestaron una computadora, y le dan las clases en formato digital. Además existe una red donde están los contenidos, y puede acceder a ellos».

Su profesor de Física, Justo Ortega, nunca había tenido un sordomudo en su clase, y asegura que las mayores dificultades están en la falta de destreza con el idioma español que tiene el joven.

«Yo me estuve documentando, y parece que los sordomudos tienen problemas con el lenguaje, para redactar. A este nivel, en que debe hacer una serie de abstracciones, se complica.

«En el primer semestre teníamos una pantalla de televisión donde aparecían una serie de láminas. Este año no ha sido posible, porque las tarjetas de captura de los monitores se rompieron y no se pueden importar. Muchas cosas él las veía, como las láminas y los esquemas; ahora es solo lo que la traductora le dice.

«Aquí tuvimos dos ciegos, pero era diferente; ellos lo comprendían todo. Incluso llegaron a convalidar asignaturas; eran muy buenos. La gente tiende a pensar que es peor, pero no. No ven, pero lo memorizan todo. Hasta en el laboratorio trabajó uno de ellos».

En los encuentros de estudiantes con discapacidad de la Educación Superior se debaten problemas que afectan a estos jóvenes.

Michel Castañeda en su aula. Frente a él, de espaldas al profesor, la intérprete Alicia Calderón le traduce el contenido de la clase. Foto: Roberto Meriño.

Preocupación en las aulas

En un reciente encuentro organizado por la Cátedra de Estudios sobre Discapacidad, de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, JR pudo confirmar que en algunos centros universitarios no existe toda la sensibilidad nesesaria ante las dificultades de los estudiantes con discapacidad por parte de estudiantes, profesores y administrativos.

Entre los principales problemas de estos jóvenes está la necesidad de eliminar barreras arquitectónicas en facultades y residencias estudiantiles, con acciones simples como la construcción de rampas o la ampliación de puertas en los baños.

Además, los ciegos y jóvenes con escasa visión requieren de grabadoras portátiles para las conferencias, y de bibliografía y medios de enseñanza adecuados para ellos, como computadoras con programas especiales.

Gilma Cervantes, joven sorda y estudiante de Información Científico-Técnica y Bibliotecología, afirma que muchos muchachos con esa discapacidad tienen temor de cursar estudios superiores, por la incomprensión.

«Una de las dificultades es que hay pocos intérpretes, y algunos no poseen la preparación ni el nivel cultural suficiente para poder traducir los términos específicos de las distintas especialidades.

«A esto se suma la carencia de bibliografía. No siempre tenemos los libros que puedan ayudar a recuperar el contenido que el profesor impartió en el aula y que nosotros no pudimos captar.

«Hay docentes que hablan muy rápido, o de espaldas a la clase. A veces nos ayuda algún compañero, pero en la mayoría de los casos ellos no conocen cómo comunicarse con nosotros».

En el criterio de Yanisbel Márquez, de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana —quien posee un problema físico-motor que la obliga a desplazarse en silla de ruedas—, estas dificultades no comienzan en la Universidad, sino desde el bachillerato.

«Algunos hemos estudiado en preuniversitarios en el campo. Hay que hacer un gran esfuerzo para superar todo tipo de obstáculos.

«Los alumnos con problemas físicos debíamos ser identificados desde el momento en que realizamos la matrícula en la Universidad, para que sean consideradas las características que poseemos y no seamos un peso para el profesor, ni para nuestros compañeros.

«En el caso de los varones que por sus limitaciones físicas no pueden pasar el Servicio Militar, deben esperar en su casa un año. Pienso que por lógica, si no están aptos, deberían comenzar las clases inmediatamente que terminan sus estudios de preuniversitario».

Herdan Fonseca Bernal es recién graduado de Licenciatura en Cultura Física. Sus aspiraciones de convertirse en atleta profesional e ingresar en la universidad al terminar el preuniversitario se vieron frustradas luego de sufrir un accidente que lo privó de una pierna.

«Fueron tres años de angustias en la rehabilitación, a lo que se sumó la espera para que el Ministerio de Educación Superior hiciera una excepción y me dejase estudiar.

«En 1996 desistí de aquella idea. Entonces, con el apoyo de amigos y familiares y sobre todo de los médicos del Hospital de Rehabilitación Amalia Simoni, de Camagüey, comencé a estudiar Terapia Física y Rehabilitación para ayudar a otras personas con limitaciones.

«En 1997 participé por primera vez en campeonatos nacionales de discapacitados. Dos años después pude matricular la carrera a la que siempre había aspirado: Licenciatura en Cultura Física. Ha sido un camino largo, pero al final llegué adonde quería».

Jairo Rodríguez, vicepresidente de la FEU de Ciudad de La Habana, quien participó en el encuentro, reconoció que esa organización no tiene entre sus líneas de trabajo la atención a estos muchachos; incluso a veces sus dirigentes estudiantiles ni siquiera los conocen.

«Sin dudas tenemos un vacío. El Estado garantiza a los jóvenes con discapacidad el derecho a cursar estudios superiores, pero debe haber una atención personalizada.

«No existe un sistema institucional para tratar diferenciadamente a estos estudiantes, fuera de las organizaciones que los representan. Debe estructurarse un sistema de atención integral, en el que participen todas las instituciones políticas, administrativas y culturales».

«Estas personas deben realizar un esfuerzo superior a las demás en su vida personal y estudiantil. Es vital tener esto en cuenta, ya que conviven y estudian en grupos donde no son mayoría, pero deben vencer los mismos requerimientos docentes, con los mismos profesores y en igual tiempo».

Conocer, ayudar, preever

«El incremento en el acceso de jóvenes con discapacidad a las universidades ha tomado por sorpresa a las direcciones de estos centros, que no están preparados para la educación a la diversidad y lo deben hacer con premura, pues este es un carro que no tiene retroceso».

Así expresó a JR María Teresa García, presidenta de la Cátedra de Estudios Sobre Discapacidad, de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, quien ha dedicado más de 30 años a trabajar con personas portadoras de una limitación física.

«Un joven que quiera cursar estudios superiores debe saber que esto lleva implícito hacer grandes sacrificios personales. Hay que romper el esquema que trae del preuniversitario. Desprenderse del paternalismo docente, porque el tiempo presencial ante el profesor es menor y debe ser sustituido por el estudio independiente. En el caso de un alumno con estas limitaciones, el reto es mayor».

La Cátedra fue constituida en el año 2004 con el objetivo de dirigir, coordinar y ejecutar programas encaminados al estudio y la atención a estas personas.

Para ello tomó en cuenta las experiencias de la Facultad de Psicología en el desarrollo de la asignatura Psicología Especial, así como en el Programa de atención a personas con discapacidad y sus familias, unido a las relaciones de trabajo con organismos e instituciones, y en especial con asociaciones de personas que las agrupan.

Desde su creación, la Cátedra ha organizado tres encuentros de estudiantes en la Educación Superior, a quienes brindan un apoyo personalizado.

—¿Qué objetivos se proponen estos encuentros de alumnos?

—Crear un espacio para el debate de la problemática de los estudiantes. Precisamente invitamos a los organismos e instituciones que deben garantizar que ellos sean atendidos y apoyados en su interés por superarse, como los ministerios del Trabajo y Seguridad Social, de Educación y de Educación Superior, así como las asociaciones.

—¿Cuáles son los principales problemas que enfrentan los estudiantes con discapacidad en las universidades?

—La falta de accesibilidad en estos centros. Y no hablamos solo de las conocidas barreras arquitectónicas, sino de las barreras de comunicación que afectan a jóvenes deficientes auditivos, y de las sociales y humanas que se presentan en el trato hacia estos muchachos, sobre todo por desconocimiento de docentes, trabajadores y estudiantes, acerca de las características de estas personas.

«Otro problema es el control de matrícula de esos alumnos, lo cual provoca que, año tras año, sea muy difícil conocer cuántos hay matriculados y sus datos personales.

«Cuando uno de ellos abandona la carrera, es un momento muy duro para nosotros. Siempre pensamos que podíamos habernos esforzado más para evitar que diera ese paso.

«Pero dentro de pocos años la cantidad de jóvenes con discapacidad en las universidades se multiplicará, y si estos centros no se preparan desde ahora, esos muchachos tendrán que afrontar dificultades que desde ahora deben preverse y solucionarse».

Apoyo necesario

Los discapacitados cubanos cuentan con organizaciones que los representan. Estas son las asociaciones nacionales de Sordos (ANSOC), de Limitados Físico-Motores (ACLIFIM) y de Ciegos (ANCI). Sus directivos aseguran que siempre que conocen de algún problema de sus asociados, toman cartas en el asunto, aunque en ocasiones desconocen sus dificultades o faltan los recursos para apoyarlos.

Carlos Ramírez, jefe del Departamento de Cultura, Educación y Relaciones Públicas de la ANCI, precisó que esa institución puede ayudar a sus estudiantes con la entrega de papel especial para la escritura en sistema Braille, casetes y mediante la posibilidad de imprimir algunos materiales, más los servicios de su biblioteca.

«En todas las provincias se están montando aulas de computación con máquinas muy modernas, preparadas para los ciegos», acotó.

«En educación básica no tenemos problemas, pero nos limitan para el acceso a algunas carreras, como la de Fisioterapia, porque ahora hay equipos muy sofisticados. Sin embargo, se ha demostrado que nosotros tenemos buenas manos, desarrollamos el tacto. Eso hay que revisarlo.

«Hay temas específicos en los que no podemos hacer nada, como es la adecuación de programas de estudio. En eso solo podemos ofrecer nuestros puntos de vista».

Luciana Valle, presidenta de la ACLIFIM, acotó que los limitados físico-motores no gozan de privilegios a la hora de acceder a una carrera. «No obstante, si les faltan tres o cuatro puntos para “cogerla”, yo me “fajo” para que se la otorguen.

«Las barreras arquitectónicas son un problema. Aspiramos a valernos por nosotros mismos; no nos gusta tener que molestar a los demás.

«Con respecto al empleo, las políticas están trazadas. El problema está en las mentes; son cuestiones subjetivas que van más allá de nuestras posibilidades».

Alejandro Marzo, presidente de la ANSOC, reconoció que los sordos tienen dificultades con el aprendizaje del idioma Español.

«Hay 1 200 intérpretes formándose como técnicos de nivel medio y 15, de manera experimental, estudian la Licenciatura en Lenguaje de Señas en la Universidad de La Habana. Pero la dificultad principal es la selección de estas personas, pues se necesita tener un adecuado nivel cultural, sobre todo para trabajar en la Educación Superior».

Límites por vencer

En los últimos tres años más de 120 jóvenes con discapacidades han matriculado en los cursos regulares diurnos en las universidades del país. Eso hace un promedio de entre 40 a 50 por año, sin contar los más de 80 que estudian en las sedes municipales.

Juan Vela Valdés, ministro de Educación Superior, reconoció que la sociedad debe atender diferenciadamente a las personas con limitaciones. «Se trata de ganar en cultura. No es un problema de leyes y resoluciones, sino de actitud.

«Muchas de las obras edificadas últimamente se han hecho sin tener en cuenta a los limitados físico-motores. Quienes tienen que ver con las construcciones deben prepararse. Igual que se piensa en los intereses de los bomberos, de la defensa, debe hacerse con el discapacitado».

Existe una carta circular conjunta MES-MINED del año 2003 que regula el tratamiento a los jóvenes con problemas físicos que cursan estudios en la Educación Superior. En esta se dispone que deberán someterse a los exámenes de ingreso establecidos.

Para ello el MINED tiene que brindarles una preparación adecuada, acorde con las exigencias de las pruebas y las dificultades físicas que tengan. Asimismo deberán recibir orientaciones precisas acerca de las características de las carreras de su interés, y de sus posibilidades reales para esos estudios y posteriormente la profesión.

El titular de Educación Superior admitió la existencia de problemas materiales en las universidades, como la falta de rampas y sillas especiales.

«Existe un sistema de computación para los ciegos. Hay que ver por qué ha tenido tantas dificultades en su implementación. Tampoco hay libros en Braille, porque el papel es muy caro. Esas son tareas pendientes.

«En cuanto a los muchachos con limitaciones motoras que están en un piso superior, se debe cambiar su aula hacia los bajos. Eso es algo que cada universidad debe resolver ya».

—¿Cómo está regulado el Servicio Militar para estos muchachos?

—Una comisión especial que preside el MINFAR determina quiénes son aptos para pasarlo. Solo están exentas aquellas personas con enfermedades degenerativas, ciegos o incapacitados motores severos, quienes acceden directamente a la universidad.

«Los que presenten limitaciones menores y que tampoco son aptos, deben realizar un año de servicio socialmente útil en el centro donde van a estudiar la carrera.

«Hemos tenido casos de sordos que se han presentado, y aunque han sido declarados no aptos FAR, sí han tenido que hacer ese año de trabajo. Pero no es lo común. A veces hay desconocimiento de los trámites que deben hacerse, y se retrasan, o no se realizan. No sucede con el ciego, porque realmente se identifica inmediatamente, pero sí con los sordos».

—Hay 34 estudiantes sordos en la Educación Superior. Esta cifra puede aumentar. ¿Se ha previsto la interpretación para ellos?

—La Licenciatura en Lenguaje de Señas se creó hace cinco años, a partir de una solicitud que se nos hizo. La fuente de ingreso son los técnicos de nivel medio en Lengua de Señas. En estos momentos tenemos una matrícula de 15 estudiantes en la Universidad de La Habana, en un curso por encuentros.

«El sentido es formarlos a partir de lo que ya saben. Prepararlos mejor, elevar su nivel cultural y el conocimiento del idioma Español. Se profundiza la norma cubana de la Lengua de Señas, porque en cada país tiene sus características idiomáticas.

«Estos traductores necesitan interpretar y a la vez ser maestros, porque van a llevar una enseñanza. El problema es que todo campo del saber tiene su propio vocabulario y es muy difícil que un traductor de Lengua de Señas pueda conocerlo».

—¿Será posible modificar los programas de estudio de estos muchachos?

—Vamos a elaborar un documento para orientar a las direcciones de los centros con respecto a los ajustes del programa. Pensamos que cada universidad debe analizar casuísticamente la extensión de la carrera y hacerla proporcional a la persona. Si quiere irse a la sede universitaria municipal, porque está más cerca de la casa, lo trasladamos.

«La Cátedra de Estudios sobre Discapacidad nos ha propuesto elaborar un material de estudios que tenga relación con la discapacidad. Esto es importante, porque a veces la preocupación del alumno no llega ni siquiera al profesor. Hay que hacerlo y circularlo por todas las universidades del país.

«Hay barreras subjetivas; por eso debemos aumentar la cultura acerca del tema, tanto en los estudiantes, que un día serán los profesionales que tendrán que tomar decisiones, y en los profesores, que deben conocer mejor a ese joven con discapacidad, porque es otro alumno en su aula».

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