Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

No hay «rebelde» sin causa

Las torceduras en el camino de otros seres humanos comienzan casi siempre muy cerca de nosotros. No pocas veces convivimos con ellas, mientras las estructuras sociales, o la sensibilidad necesaria para neutralizarlas, fallan

Autor:

Marianela Martín González

El trabajador social tiene que actuar en el cambio de actitud. Foto: Roberto Morejón Cual si fuera un trofeo de guerra exhibe una herida que recibió hace tres meses en una riña, cuando «al César no le dieron lo del César». Descamisado, un joven de 15 años que dice llamarse Yunior se nos presenta, mientras conversamos con capitalinos desvinculados del estudio y el empleo formal.

Intentamos averiguar qué le deben al «emperador», pero es en balde. Este joven es desafiante hasta cuando calla. Se toca la herida del abdomen y sonríe. «Cosas de hombre, tía, cosas tal vez del Orinoco».

María Mercedes Estupiñán, una anciana que pregona en la calle Obispo «maní calientico», refiere conocer al muchacho, pero es mejor no hablar donde pueda vernos, «porque ese joven le complica la vida a cualquiera».

Cuenta que cuando era pequeño los vecinos le pasaban comida por debajo de la puerta para que se alimentara, porque a veces permanecía hasta tres días solo, encerrado en un cuartico de una ciudadela, próxima a donde conversamos.

La anciana remata la historia diciendo: «No son solo las necesidades materiales, es la falta de cariño y atención de algunos padres lo que está echando a perder a un grupo de jóvenes. Este mismo muchacho no fuera lo que es hoy, si hubiera tenido al lado padres buenos que hicieran por él. No hay rebelde sin causa».

En la propia calle Obispo, Mikel Valdés dice que no trabaja con el Estado, porque es más lo que se gana por la izquierda revendiendo lo que alguien le da, que contrayendo compromisos en un centro laboral, para que cuando llegue el cobro le alcance malamente para dos o tres días.

«Mi hermano se graduó de profesor de Física. Tuvo que quemarse las pestañas cinco años en la Universidad y, a pesar de que trabaja en una Secundaria, siempre tengo que tirarle un cabo para que termine el mes».

Alguien que dice apodarse El Wicho dice que para gente como él, que estudió hasta noveno grado, solo hay ofertas mal remuneradas y poco atractivas. Le preguntamos por qué no estudió más, y la respuesta es rotunda: «De cualquier modo el salario no alcanza. Es mejor jugársela que trabajar por gusto».

Algunos autores definen la prevención delictiva como el conjunto de medidas e indicadores elaborados por el Estado, las organizaciones políticas, de masas y organismos o entidades estatales para reducir el delito, sus causas y consecuencias. Para otros académicos es una intervención dinámica y positiva que neutralice sus causas y sus raíces.

Este diálogo de JR con jóvenes que se han apartado de las normas sociales incluyó reflexiones de padres e instituciones que juegan un papel preponderante en la conducción y prevención de las nuevas generaciones.

Fracturas en la adolescencia

«Hay chicos que llegan muy fracturados y quebrados a la adolescencia y a la juventud. Las conductas antisociales muchas veces tienen su génesis en los hogares disfuncionales, donde se vive al margen de la ley, se pelea por necesidades económicas, la distribución de los deberes, el respeto a los espacios físicos del hogar que muchas veces son insuficientes», opina el abogado Félix Cooppinger Uribe, maestrante en Criminología.

Al referirse a la responsabilidad judicial de los jóvenes cuando cometen actos reprobados por la ley, Cooppinger aclara que desde el punto de vista penal la responsabilidad es exigible a la persona natural a partir de los 16 años de edad cumplidos en el momento de cometer el acto punible.

«Según el artículo 16.1.2 del Código Penal cubano vigente, y el actual Código Civil, que lo estipula en su artículo 9.1, los padres o tutores son responsables de los daños y perjuicios causados por los menores de edad o incapacitados que estén bajo su guarda y cuidado».

Resulta fácil comprender por qué los jóvenes se tornan más violentos en esta etapa. Y es que la regulación del comportamiento se encuentra marcada, en buena medida, por la aprobación social.

El estudioso añade que en la edad juvenil, lo interno pasa a ocupar un lugar relevante en la determinación de la conducta. Sin embargo, este camino depende de las condiciones de vida y educación en las que ha estado inmerso el individuo a lo largo de su desarrollo.

Para la prevención social en Cuba hay diseñada una estrategia que contempla los planes de estudios, la producción de audiovisuales, programas radiales y otros con el fin de educar a la sociedad.

De conjunto con el MINSAP, existen programas para intervenir la drogodependencia, otro fenómeno que requiere ser atendido.

Eugenio Salgado Ramírez, padre de cinco hijos, tres de ellos varones, considera que no se le pueden pedir peras al olmo. «Si en la casa los muchachos presencian violencia e ilegalidades, lo que sale para la calle es lo que vemos y tanto nos disgusta: muchachos colgados de los ómnibus, vociferando o arrebatándole el bolso a un transeúnte».

El parche antes de la gotera

«Ponle al sordo voz y alas al cojo. Bendice nuestro arroz, nuestro minuto, como si no fueras cómplice del luto del corazón», así termina una extraña canción del subcomandante Marcos y Joaquín Sabina, la cual serviría de perfecta banda sonora a tantas historias escuchadas mientras abordábamos el tema de la prevención social.

En la sede de los Trabajadores Sociales del barrio Colón conversamos con alguien que no quiso identificarse, pero permitió que usáramos su historia de vida. Este hombre empezó por el flirteo con malas compañías que tuvo como epílogo una condena de 12 años en prisión.

«Mi familia era como cualquier otra, pero un día se separaron mis padres y a mí me tocó irme con mi papá y a mi hermana quedarse con la vieja. Todos los líos que tenía el viejo arriba hacían que apenas nos viéramos y habláramos. Él no estaba para la pejiguera que cogen las madres con los hijos».

Recuerda que los juegos lejos de casa, sin límites de hora y fuera del alcance de ojos responsables, contribuyeron a que el destino de aquel niño se enrareciera y terminara durmiendo en el parque La Pera por algún tiempo, sin que nadie se interesara por su actitud.

«Llegué a creerme el héroe del barrio Colón. Siendo un pichón tomaba ron, fumaba y copiaba a los guapos de la calle. Me salí de lo normal para mi edad. Dejé la escuela en sexto grado. Un día me cogieron y me procesaron por cometer robo con fuerza; tuve que cumplir una condena de más de diez años, hasta que el 31 de noviembre del año 2007 me beneficiaron con libertad condicional.

«En los campamentos donde cumplí parte de la sanción me enseñaron a cocinar riquísimo y a coser. Me superé y aprendí computación, pero les juro que hubiera preferido ser analfabeto y no haber tenido que pasar por la cárcel.

«Todo eso y más pude haberlo hecho en la calle tranquilo y ahorrarle dolores a mis viejos, que aunque tal vez fallaron en algo conmigo, son mis viejos al fin y al cabo».

—¿Qué has hecho durante este año en que estás bajo libertad condicional?

—Gracias a Anaisa Almaguer, la trabajadora social que me atiende por el Proyecto Colón, trato de encajar en la sociedad nuevamente. Empecé trabajando en una funeraria, pero me pagaban casi nada y cambié para servicios comunales, como recogedor de desechos sólidos.

«Me daba tremenda pena andar en el carro de la basura, pero ya dejé ese complejo. La gente no se mete con uno cuando se anda bien. Cuando de verdad no te perdonan es cuando eres un malhechor. Aunque te digo la verdad: quiero trabajar en algo que me levante el ánimo.

«Es de madre sentirse una basura tanto tiempo y terminar trabajando entre la basura, sabiendo hacer otras cosas, que para algo te enseñaron en el propio centro penitenciario».

—Luego de salir de la prisión y reinsertarte en la sociedad ¿lograste superar al «mala cabeza» que fuiste?

—En un 95 por ciento. Lo que me falta por mejorar es por el mismo sistema de vida que me impone la gente que me sigue tratando como bandolero. Hay jefes que no te dan trabajo bueno, porque siempre se acuerdan de quién fuiste y no tienen en cuenta que ya uno cumplió, y bastante.

«Hasta casarse con una mujer buena es difícil luego que pasas algún tiempo “tocando el arpa”. Hay rechazo a los “malas cabezas”. Eso es normal, es tal vez el precio que tenemos que pagar».

Cuando damos por cerrada la historia se aproxima Cristian Maletá, uno de los trabajadores sociales que atienden la prevención y la reinserción en este Consejo Popular. Mi interlocutor le muestra una mochila y le aclara que, para no sentarse sobre ella, la sostuvo mientras era atendido por Anaisa, la trabajadora social que escucha y atiende sus cuitas.

Trata por todos los medios de dejar claro que solo cuidaba la mochila de Cristian. Advertimos su pena y, para distender la situación, decimos que tuvo la suerte de que una muchacha tan dulce y hermosa como Anaisa se ocupara de su reinserción.

La miró, y fue entonces cuando nos mostró su única sonrisa en todo el tiempo en que conversamos con él: «Esa es mi hermanita. La otra que me atendía no era así. Tenía que zancajearla para que me oyera. Ahora estoy aquí para que Anaisa de nuevo me tire un cabo con el juez de ejecución. Todos estos muchachos han salvado de la cárcel a un montón de gente».

Sonia Mesa, secretaria de la Comisión de Prevención y Atención Social de Plaza de la Revolución, explica que los trabajadores sociales son, por el Decreto Ley 242, invitados permanentes a las reuniones de prevención. Atienden presos y niños con problemas en las escuelas, entre otros asuntos.

Señala que como trabajan por programas es un poco difícil llegar al Consejo Popular, pero en estos momentos están trazando una estrategia para tener en cada uno de los Consejos a un trabajador social; pues es allí donde realmente se hace la labor preventiva. En el barrio es donde vive la familia con problemas, el preso, el desvinculado...

Ángela Menéndez, directora de Trabajo en Centro Habana, se refiere al puesto de mando que funciona cada viernes con los factores que tienen que ver con todo el segmento de desvinculados de la población.

Explica que en el Consejo Popular Colón existe un proyecto de tocar las puertas en cada circunscripción, y mediante un funcionario del sistema de Trabajo llevan el empleo a la base.

La funcionaria aclara que operan con 10 o 15 plazas que todos los días las entidades ofrecen. ¿Dónde está el punto neurálgico? El personal desvinculado de Centro Habana tiene muy bajo nivel escolar, hasta noveno grado.

«En el año, hemos ubicado a más de 4 100 personas. Había bastantes desvinculados en nuestras calles».

Ángela reconoce que muchos de ellos tienen antecedentes penales. Han trabajado con más de 600 casos egresados de prisiones y en proceso en el tribunal. Existen más de mil capacidades en oferta que no son asequibles para ellos por muchas razones, entre ellas no tener el nivel escolar adecuado, la calificación necesaria y por tener antecedentes penales.

Trabajo comunitario

«Dondequiera hay gente que necesita a otros», es la filosofía de estas niñas. Foto: Roberto Suárez En el recién concluido VIII Congreso de la FMC se valoró la experiencia de los últimos años en la labor conjunta que realizan las federadas con otras instituciones en aras de la prevención.

Según el informe presentado al cónclave, en todo el país la organización integra el grupo de trabajo que estudia a los jóvenes desvinculados del estudio y el trabajo.

De acuerdo con los datos ofrecidos, el voluntariado ha mantenido una elevada cifra de trabajadoras sociales, pertenecientes a la FMC. Al finalizar el primer semestre había 81 907 mujeres, al menos una por delegación, atendiendo el trabajo comunitario.

Aunque los resultados aún no son óptimos y se precisa continuar laborando en la sensibilización de la sociedad, como se expresó en el Congreso, la FMC ha trabajado para perfeccionar la detección, tramitación y orientación de pensiones alimentarias, con importantes acciones educativas y preventivas.

Lisa García Gayoso, asesora jurídica de la esfera Trabajo Comunitario en la FMC Nacional, asegura que en coordinación con el Ministerio de Educación atienden a los menores de edad con desventaja social, muy especialmente a los que son desatendidos por sus familiares.

La FMC coordina desde 1997 el Grupo de Trabajo para la prevención y atención de la violencia intrafamiliar, integrado por los ministerios del Interior, Educación, Salud y Justicia, en el que participan además el Tribunal Supremo, la Fiscalía General de la República y el CENESEX, entre otras instituciones.

Lisa estima que nuestro proyecto se basa en el respeto a los derechos de cada ser humano y los objetivos de la justicia social, pero que no son excepcionales los casos de familias en las que no se respetan principios propugnados por nuestra sociedad, tales como la igualdad, el respeto, la dignidad y la solidaridad entre todos sus integrantes.

«El hecho de que exista una sola familia con estas características es suficiente para que constituya objeto de labor preventiva», precisa.

Vacuna contra la derrota

Enrique Gómez Cabeza, responsable del Programa de los Trabajadores Sociales, advierte que el proyecto forma parte de las decisiones que se toman en el país, al hablar de la participación de los trabajadores en la prevención.

«Los estudios de problemas sociales se han tenido muy en cuenta desde un inicio, cuando apenas comenzaba el Programa y se identificó a los jóvenes que habían abandonado los estudios después del noveno grado y no continuaron superándose».

Alude que apareció una respuesta casi inmediata en el oriente del país: el Curso de Superación Integral para Jóvenes. Fue la opción del estudio como empleo cuando se identificaron problemas tales como madres que tenían niños con alguna discapacidad que las limitaba para incorporarse socialmente.

Según Gómez Cabeza se creó el empleo de Madre Cuidadora y se les respetó el salario. Se hizo el estudio de la población infantil en el país y se identificaron 150 003 menores que requieren de atención, y los resultados de estos estudios se han analizado con cada uno de los ministerios y con la presencia de las máximas autoridades de los organismos se han ido tomando medidas, como la de la entrega del módulo alimentario a partir de un análisis médico.

Se dan dietas especiales para niños bajos de peso y que por sus mismas características físicas y genéticas pueden padecer de anemia. También se ha tenido en cuenta la atención a determinadas necesidades materiales que a veces los trabajadores sociales han denunciado como demoradas.

«Hay un respaldo legal para que el Programa, de conjunto con la dirección de Trabajo del municipio, en 48 horas pueda aprobar una ayuda económica eventual hasta que se haga el proceso y se defina cuál es el monto y por qué tiempo».

El responsable del Programa de los Trabajadores Sociales añade que se analiza cómo estimular la reincorporación al empleo a partir de la remuneración salarial. Considera que generalmente muchos jóvenes que no se incorporan al trabajo no tienen la necesidad material de hacerlo.

Advierte que el trabajador social tiene que actuar en el cambio de actitud de esa persona, porque no solo se necesita trabajar para resolver problemas materiales. El trabajo forma conciencia, permite participar en la sociedad, en la solución de los problemas colectivos, y hasta ahí tiene que llegar nuestra labor.

La labor nuestra, asegura, muchas veces es con jóvenes que te dicen que no quieren trabajar porque no tienen necesidades materiales, sin embargo como ser social sí tienen necesidad de participar.

«La sociedad necesita que ellos se incorporen para resolver el problema que tiene en el orden material. La economía tiene que desarrollarse y ese es el reto. Por eso tenemos entre las prioridades de trabajo, precisamente, transformar actitudes».

La capacitación de los Trabajadores Sociales, considera Gómez Cabeza, es un desafío para enfrentar el trabajo social que hay que hacer en la actualidad. Más de 30 000 jóvenes se dedican a esta misión.

«Todos los años hemos estado haciendo diagnósticos de la problemática de los desvinculados; qué aspiraciones tienen, en qué lugar están, sus intereses... A veces no es fácil la solución del problema, hay soluciones a corto y otras a más largo plazo».

Sin embargo, considera, existe esperanza de mejoramiento porque hay que tocar el alma y pensar en el hombre nuevo, incluso cuando hablamos de personas que han cometido errores, pero a las que no podemos dar por perdidas, tenemos que ofrecerles oportunidades y abrirles puertas.

«Para el niño con desventaja social existe también la biblioteca popular, el Joven Club, la casa de la Cultura, pero si se va a ver, quiénes van a esos lugares no son estos niños, porque su familia tal vez no le da prioridad a esa actividad, no tiene conocimiento de lo que puede significar eso», apunta.

La prevención social es un asunto que no debe resultarle ajeno a ningún cubano. Bastan la sensibilidad y el compromiso para ayudar a quienes tienden a trocar su brújula personal. Para contribuir al mejoramiento de los demás no hace falta un decreto que nos erija jefes de ningún estamento.

Linet y Lianet Rosales Amador son dos hermanas camagüeyanas que con 10 y 11 años, respectivamente, libraron hace tres años, del alcoholismo a un hombre que les doblaba la edad. A fuerza de perseverancia y mucho amor sacaron a Nacho de un callejón que para muchos no tenía salida.

«Este hombre lo perdió todo, incluso su familia a causa de la borrachera. Nosotras conocíamos a sus parientes y tratamos de mediar entre él y ellos. Al principio no nos hicieron caso, pero cuando vieron que nos ocupábamos de Nacho, enseguida sintieron vergüenza y empezaron a reinsertarlo en la familia nuevamente», recuerda Lianet.

Linet, la más pequeña de las hermanas, contó que Nacho llegó a dormir en los portales, y que ella y su hermana le llevaban comida y trapos limpios para que pudiera descansar en un sitio con un poco de higiene. Hasta hablaron con su mamá para que le diera un lugar en el garaje de la casa con el pretexto de que cuidara los materiales de construcción.

«Hay por ahí hombres como Nacho, que pueden salvarse. Dondequiera hay gente que necesita a otros», concluye esta jovencita.

Desamparos

Vivo en el hogar para niños sin amparo filial desde que cumplí 14 años, cuando la doctora del médico de la familia me atendió y descubrió que tenía condilomas, porque de los hombres con los que me obligaba mi mamá a acostarme parece que algunos estaban enfermos. Mi madre está presa por hacer esas cosas, viene al Hogar a verme de vez en cuando. Yo la perdono, porque en definitiva me parió. Aquí tengo todo lo que necesito, incluso trabajo como ayudante de cocina en un lugar cerquita del Hogar. Mi única preocupación es qué será de mi vida cuando tenga que irme de aquí. El único lugar que tengo para ir es el cuarto de mi tío que se está cayendo y él es un borracho.

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Yo vivo ahora con mi abuela porque mi mamá está cumpliendo misión internacionalista. Estoy en una Escuela de Formación Integral, porque deambulaba con malas compañías. Hasta llegué a cometer actos delictivos, como asaltar a un transeúnte. Cuando termine no quiero volver a señalarme como hasta ahora, he aprendido en esta escuela cosas que antes no apreciaba, aunque mis padres me las dijeran.

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Mi madre me mandaba a pedir limosnas. Yo me vestía como un andrajoso y andaba por ahí. Ahora me atienden muy bien en un centro de rehabilitación de menores. No quiero volver a esa vida tan mala.

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Me prostituí porque me gustan las cosas buenas y mis padres no podían dármelas. En el centro me rehabilito, aunque voy a decir verdad, cuando salga seguiré luchando la buena vida, porque me acostumbré a ella y salir de eso cuesta mucho trabajo.

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Mi madre me golpeaba porque yo soy homosexual y quería vestirme como mujer. Me puso tan contra la pared que no me dejaba dormir en la casa. Terminé prostituyéndome, por eso ahora me rehabilitan en el centro de formación integral.

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Mi padre es un hombre que otros hombres respetan y obedecen, porque tiene «poder». Casi nunca estaba con nosotros en la casa y yo le cogí la baja a la vieja. Un día robé sus ahorros, que no eran pocos y ellos mismos me denunciaron. Como soy menor de edad, ahora estoy en un centro de formación integral tratando de rehabilitarme. Cuando salga no quiero verme envuelto en ningún lío. Mi madre, aunque me echó pa’lante se ocupa de ir a verme al igual que el viejo, aunque él me repite que soy lo que más lo ha avergonzado en su vida.

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