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El nacimiento de una era

La conformación definitiva del Ejército Invasor en los potreros  de Lázaro López constituye un hecho trascendental de la historia de Cuba y el más significativo de la provincia de Ciego de Ávila

Autores:

Félix Jorge Guerrero
Sixto Espinosa Dorta

CIEGO DE ÁVILA.— El frío de la noche no se había despejado y las cornetas llamaban a formación. Era el amanecer de la mañana del 30 de noviembre de 1895, y dentro de la manigua se escuchaba el relincho de los caballos junto con el ruido de las armas. Minutos más tarde un fuerte contingente de mambises se alistó en parada militar en los potreros de Lázaro López, al oeste del poblado de Ciego de Ávila. Eran los hombres que integrarían, definitivamente, el Ejército Invasor.

Un mes antes, Máximo Gómez Báez cruzó la Trocha de Júcaro a Morón al frente de unos cien jinetes, los integrantes de su legendaria escolta. Todos eran combatientes con un valor extraordinario, buenos esgrimistas y con una capacidad admirable para resistir las marchas más duras a caballo. Con esa fuerza pequeña y de conjunto con los mambises de Ciego de Ávila y Las Villas, Gómez puso en jaque al mando español en una campaña guerrillera que lo llevó a atacar distintas fortificaciones y atraer sobre su persona grandes unidades de tropas peninsulares.

El capitán general Arsenio Martínez Campos se preguntaba a qué se debían los movimientos de Gómez. Temía algo importante, pensaba que el dominicano se lanzaría sobre el Occidente, pero lo que no supo descifrar fueron las intenciones. Porque Máximo Gómez no hacía más que cumplir la primera parte de un plan, que permitió que otra fuerza mayor, de más de 1 500 soldados, dirigida por Antonio Maceo, avanzara a su encuentro sin mayores novedades.

El 29 de noviembre, el Titán de Bronce cruzó la Trocha junto con el Gobierno de la República de Cuba en Armas en los límites de las fincas de San Juan y Santo Tomás. Horas más tarde, ya dentro de la finca San Juan, ocurría el encuentro entre Maceo, Gómez y el Gobierno cubano.

Los vecinos de la zona guardaron la memoria histórica y legaron a sus sucesores el lugar donde ocurrió la unión de las tropas, señalizado por una mata de mangos que los moradores conservan como reliquia histórica. Desde allí Gómez dispuso la partida a las 4 y 30 de la tarde para acampar en un lugar que entraría a partir de ese momento en la historia de Cuba. Su nombre es Lázaro López.

LA SUERTE DE LA REVOLUCIÓN

El topónimo de Lázaro López designa al corral mercedado hacia 1563 al conquistador español de igual nombre, a quien le otorgaron esas tierras. Tiempo después el lugar se parceló en diferentes propiedades; pero el nombre predominó como el título genérico de la comarca.

El General en Jefe tuvo muy en cuenta las condiciones geográficas del campamento. El lugar del emplazamiento fue cerca de un monte de la finca de Santa Isabel y las ruinas del fuerte español, en cuyo asalto cayera el general camagüeyano Ángel del Castillo, en 1869. Al norte limitaba con el camino real de Ciego de Ávila a Morón, que le servía de división con la finca de Lázaro López, la cual conservó el nombre original después de las distintas divisiones de la comarca.

El Estado Mayor se instaló en esta última propiedad, en la encrucijada de esos caminos con visión y acceso a los cuatro puntos cardinales, de manera que se podía avistar al enemigo por tres direcciones. De acuerdo con diversos testimonios, recogidos entre descendientes de testigos y veteranos del Ejército Libertador, Gómez y Maceo colgaron sus hamacas para pernoctar en unas palmas reales de la finca de Santa Isabel, cerca del «ojo de agua» donde bebieron ellos y las tropas acantonadas. En este sitio aún se conserva el manantial.

La selección del paraje para organizar al Ejército Invasor obedeció a condiciones tácticas para la acampada. Desde la perspectiva militar ese territorio poseía, entre otras condiciones, la altura adecuada para visualizar el escenario de posibles combates. Contaba, además, con características propicias para el enmascaramiento y descanso de los hombres. También existían aguas permanentes para el abastecimiento de tropas y caballos, junto a una red de caminos con excelentes condiciones de maniobrabilidad para las partidas de reconocimiento y postas de aviso.

En el corto tiempo en que permanecieron en Lázaro López —debido a la alta concentración de tropas enemigas en la zona y la urgencia de iniciar las operaciones—, Gómez y Maceo analizaron los planes de la invasión y estructuraron una fuerza de alta capacidad de combate, de fácil maniobra y con una estructura flexible para la ejecución de misiones independientes. La unión allí de todas las fuerzas promedió alrededor de 4 000 efectivos: 3 000 de caballería y mil de infantería.

El principio táctico de los invasores era avanzar hacia su objetivo central: Occidente, al tiempo que destruían la riqueza y sostén de España en Cuba. El frente debía estar limpio, por lo que todo lo que dificultara el avance debía ser aniquilado. Las fuerzas contrarias, ubicadas a la retaguardia y a los flancos, debían soslayarse o destruirse en otro momento. Al analizar la trascendencia de Lázaro López, dos años más tarde, Máximo Gómez declaró: «A partir de aquel momento, a mi juicio, comenzaba la era en que se iba a jugar la suerte de la Revolución. Era preciso proceder con tino y acierto (…)».

A LA MEMORIA DE UN HÉROE

Así, pues, Lázaro López no puede verse como un mero encuentro de altos jefes —como en ocasiones ha ocurrido—, sino como uno de los hechos político-militares más importantes de la gesta independentista en Cuba. Llama la atención las omisiones del acontecimiento o que, a la hora de mencionarlo, en la historiografía cubana se incurra en errores que van desde fechas inexactas hasta su ubicación incorrecta en Sancti Spíritus o Villa Clara, cuando siempre, a lo largo de las distintas divisiones político-administrativas, ha pertenecido a Ciego de Ávila.

Ahora, ¿dónde se efectuó realmente la histórica parada militar? En los diarios de campaña y memorias de la guerra se recoge la mayor información, en especial en los escritos de los generales Serafín Sánchez, Raymundo Sánchez Valdivia y Enrique Loynaz del Castillo. El primero participó en la toma del fuerte, donde cayó el 9 de septiembre de 1869 Ángel del Castillo, de quien fue subalterno. Según anotaciones del diario de Serafín, el referido patriota era un recuerdo presente en el campo mambí.

El sitio más adecuado para la parada militar y partida del recién constituido Ejército Invasor, eran las ruinas del fuerte, ubicado en la finca de Santo Tomás, del barrio de Lázaro López, donde ofrendó su vida el General camagüeyano en un gesto de valentía, cuando expresó ante el fuego de los españoles: «Vengan a ver cómo pelea un General cubano». A esta conclusión llegaron los autores a partir de los datos aportados por la documentación histórica, la tradición oral y la investigación en el terreno.

Máximo Gómez tenía en alta estima la figura de Ángel del Castillo. Sus impresiones las refirió a Gonzalo de Quesada y Aróstegui, cercano colaborador de José Martí, en carta del 20 de agosto de 1892: «No así podré decirle del general Ángel del Castillo. Cuando aquel loco sublime cayó al pie de las trincheras de Lázaro López (…) fue al comienzo de la lucha y entonces yo me encontraba combatiendo en Oriente. Cuanto pude saber de aquel cubano imponente y dotado de un valor temerario, fue de referencias; pero sí, recuerdo que comentamos sus hechos asombrosos. Decía yo, ¡qué lástima que ciertos hombres no puedan sobrevivir para ejemplo perpetuo de los demás que no se atrevan!».

Al amanecer del 30 de noviembre de 1895 se efectuó la ceremonia oficial. En su diario de campaña, Raymundo Sánchez Valdivia escribió: «Día 30. A las 4 y media, se oyó el toque de diana por la orquesta y dos horas y media más tarde ordenaban la formación». Allí el presidente Salvador Cisneros Betancourt le entregó a Maceo, como jefe de la vanguardia del contingente invasor, la bandera cubana, bordada por mujeres camagüeyanas, que abriría la marcha de las tropas hacia el Occidente.

Sin embargo, nadie como Loynaz del Castillo describió los acontecimientos ocurridos aquel día. En sus memorias se recoge una de las versiones de la arenga de Máximo Gómez. Allí está una de las frases célebres del Generalísimo: «Soldados, (…) no os esperan recompensas sino sufrimientos y trabajos. El día que no haya combate será un día perdido, o mal empleado». Y al culminar, enfatizó: «(…) Del polvo de estas ruinas que recibieron el último aliento del denodado Ángel del Castillo, recojamos la inspiración heroica que multiplica nuestro valor (…) sobre los opresores de Cuba hasta abrevar nuestros corceles en las aguas del Almendares». Desde aquel día en Lázaro López, se inició una nueva era para la Revolución independentista en Cuba.

Félix jorge Guerrero: Especialista de la Oficina de Asuntos Históricos del Comité Provincial del Partido en Ciego de Ávila.

Sixto Espinosa Dorta: Presidente provincial de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba en Ciego de Ávila y jefe de la Oficina de Asuntos Históricos del Comité Provincial del Partido.

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