Fidel Castro Ruz, Líder Histórico y Comandante en Jefe de la Revolución cubana. Autor: Archivo de JR Publicado: 23/08/2025 | 08:22 pm
El general José María Sepúlveda, del cuerpo de carabineros de Chile, se quedó con la pistola cargada. En noviembre de 1971, él era la persona encargada de hacer entrar a Marcos Rodríguez y Diego Medina al salón donde Fidel participaría en una ceremonia con la prensa.
Los disparos debían hacerse desde una cámara de televisión, que contenía un revólver calibre 38. Acto seguido, el general los ayudaría a escapar; pero en la fuga debía eliminarlos. No podían quedar huellas y esa era una orden de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
La historia se cuenta en Diez complots para asesinar a Fidel Castro, el nuevo libro del general (r) Fabián Escalante Font, publicado por la editorial Ocean Sur y presentado recientemente en el Centro Fidel Castro Ruz.
Fabián Escalante Font durante la presentación de su último libro en el Centro Fidel Castro Ruz. Foto: Luis Raúl Vázquez Muñoz
«Yo no puedo afirmar que estos sean los diez atentados más importantes que se realizaron contra el Comandante en Jefe —explicó el autor—. Pero sí puedo asegurar que, a mi criterio, estos son los intentos de asesinato más emblemáticos por su complejidad, por el nivel de operatividad que implicó su desactivación y porque, en algunos casos, estuvieron a punto de efectuarse».
Escalante, quien ha estudiado profundamente este tema, insiste en una idea: se han documentado más de 600 complots, quizá la cifra más alta de atentados contra un jefe de Estado. «Si no es un récord, es un buen average», dijo.
Una lectura detenida del texto brinda una serie de detalles. Por ejemplo, el intento de envenenar con pastillas a Fidel implicó una espera desde 1961. Igual ocurrió con el plan que debía ejecutar Rolando Cubela, quien estuvo durante cinco años en la planificación del magnicidio.
Sin embargo, una idea que arroja su lectura es que los planes eran parte de una maquinaria mayor. No era matar al Comandante en Jefe por matarlo, sino para activar eventos mayores.
En Chile, por ejemplo, la CIA preparó un historial para hacer ver que los autores del crimen eran en verdad los servicios de inteligencia soviéticos a partir de desavenencias de la URSS por el apoyo prestado por Cuba a los movimientos guerrilleros.
El plan de Cubela, por su lado, era una pieza que debía dar paso a un evento mayor: un simulacro de invasión por el sur de la Mayor de las Antillas para instalar un Gobierno provisional, que solicitara a Estados Unidos una invasión al país.
«Fidel tenía un olfato especial para presentir las emboscadas —apunta Escalante—. Eso fue un factor importante para detener los atentados, pero esa labor fue también la obra de miles de personas que arriesgaron su vida. Esto no es un trabajo a lo James Bond. Al contrario, proteger al Comandante fue una labor colectiva, de mucho sacrificio y donde algunos compañeros perdieron la vida».