Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Soy un simple soldado

Resumen de la palabra viva y tajante de Raúl Castro a los jueces durante el juicio por los sucesos del Moncada

Autor:

Luis Hernández Serrano

La intervención del casi adolescente Raúl Castro fue una de las más vivas e interesantes de la Causa 37 por los sucesos del Moncada.

—¿Perteneció al Partido Ortodoxo?

—Sí, pero ya no existe.

—¿Lo embulló su hermano a participar en la revolución?

—Nunca lo hizo, yo vine a Santiago por resolución propia; tuve que andar ligero para que se me permitiera tomar las armas y cambiar este sistema.

—¿A qué sistema se refiere? ¿No era solo destruir el Gobierno Constituido?

—Había que destruir este Gobierno primero. El sistema este es malo desde que empezó la república. Había que derrocar el régimen para iniciar la Revolución, para después adecentar al país y hacerlo progresar.

—¿Disparó usted?

—Sí, disparé, derribé a tiros la puerta de la azotea de este mismo Palacio de Justicia. Cómo no me pregunta qué hice con los hombres que detuve aquí en la Audiencia, desarmando a muchos de ellos. Encerré a algunos en un escaparate y cuando nos fuimos, les abrí la puerta para que no se asfixiaran. Porque no vinimos a matar soldados o adversarios por gusto, nuestra misión era otra.

—Iba a preguntarle…

—Es que hay tantas cosas que decir y tantas que no se preguntan. Parece que las respuestas a tales preguntas no serían del agrado de algunos.

—¿Alentó a compañeros de la Universidad para el movimiento?

—Sí, estudio en la Universidad, me encuentro entre los privilegiados que pueden llegar a estudiar en ella aquí en Cuba, pero no alenté a ninguno. Ni Fidel, ni Abel ni yo tuvimos que alentar a nadie. En el ánimo de todos estaba el sentimiento revolucionario. Solo faltaba el líder que lo canalizara y ese fue Fidel.

—Usted dijo en el Vivac que asumía toda la responsabilidad del Movimiento. Y hace unos momentos manifestó que tuvo que andar ligero para que le permitieran tomar las armas. ¿No se contradice?

—Asumí la responsabilidad porque suponía que habían matado a Fidel y sabía que Abel había caído, asesinado, desde luego. Alguien vivo debía asumirla. Pero Fidel vivo, todo volvió a su lugar. Yo soy un simple soldado al que se le asignó una posición y un contenido.

—¿A cuántos hizo prisioneros aquí?

—A ocho miembros de las fuerzas armadas y a un civil. Los desarmamos y los encerramos, cuando nos retiramos, los soltamos.

—¿Usted u otro compañero trajo armas blancas?

—Ese es otro ardid del coronel Alberto del Río Chaviano. Cuando vengan los médicos podrán confesar que ningún cadáver tenía heridas de armas blancas. Él declaró esa mentira para iniciar el crimen, con lo que demostró su debilidad e impotencia. Él quería echar a guerrear a los soldados contra el pueblo y ya verá los resultados de su incapacidad y de su crimen.

Fuentes: Moncada: Motor de la Revolución, Centro de Estudios de la Historia Militar de las FAR, Dirección Política Central, Editora Política, p.p. 141, 142, 143, 144. Tomo III, La Habana, 1983; y La Generación del Centenario, de Marta Rojas, Editorial Ciencias Sociales, 1973, p.p. 263-268.

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