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Cuando el aula llama

Desde octubre de 2014, un grupo de estudiantes universitarios, a la par que estudia su carrera, imparte docencia en varios centros educativos como una alternativa para paliar el déficit de maestros, sobre todo en La Habana

Autor:

Yuniel Labacena Romero

Encontrarlos ha sido una labor complicada. Sus horarios, los desplazamientos de un lugar a otro y el tiempo dedicado a la preparación y al estudio los mantienen constantemente ocupados. Integran el Movimiento de Alumnos Ayudantes Frank País García, de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), y junto a la exigencia de sus carreras se desempeñan ahora en una de las profesiones más nobles: el magisterio.

Sus vivencias comenzaron en octubre del pasado año, cuando el déficit de maestros, sobre todo en la capital cubana, tornaba difícil la situación del curso escolar. Entonces ellos suplieron la falta de profesores y permitieron aliviar la sobrecarga de no pocos docentes en activo, tanto en Secundaria Básica como en Bachillerato.

Ese contacto con otros «profes» tan jóvenes como ellos avivó sus deseos de trabajar. Asumieron la tarea con la alegría de sus edades, pero a la vez con mucha responsabilidad, y aunque le pagan 6,53 pesos por cada hora trabajada, no es esa remuneración la que los motiva, sino la importancia de la tarea. Ahora comparten sus historias y coinciden en señalar que esta ha sido una de las experiencias más gratas de su vida.

Lissette Sardina.

Lissette Sardina Martorell, del Instituto Superior de Relaciones Internacionales, cuenta que desde pequeña descubrió en el seno familiar las bondades de un aula, pues su mamá —profesora también— le inculcó esos saberes que en estos momentos comparte con alumnos de 11no. grado, en el preuniversitario Arístides Viera, del municipio de Playa.

Imparte Español-Literatura, y aunque al inicio «algunos dudaron de que pudiera cumplir bien y lograr el reconocimiento de los muchachos», asegura que esta ha sido una vivencia única. «Desde el cariño y el respeto he conseguido que ellos me vean como su profesora y amiga».

Explica que el horario lo ajustaron a sus posibilidades para que no interfiera en sus estudios universitarios. «Ha sido una labor que ha demandado mucha preparación docente y no se limita solo a impartir clases, pues también oriento profesionalmente a mis alumnos.

«No han sido pocas las historias de estos meses, que me han hecho sentir satisfecha con la labor que realizo», dice Lissette, quien considera esta prueba como una oportunidad para enaltecer la labor de los educadores, por ello agradece a sus profesores, que son el motivo de inspiración cada vez que entra al aula y le dan ánimos para continuar.

Sin pensarlo dos veces

Datos revelados al inicio del curso escolar 2014-2015 por el Ministerio de Educación (Mined) indicaban una necesidad no satisfecha de docentes en algunas provincias del país, particularmente en la capital. Disímiles problemas —entre ellos la no cobertura total de las plazas que ofertan las Universidades de Ciencias Pedagógicas para la formación de los profesores que requieren los territorios— siguen incidiendo en esta situación.

Recientemente, al intervenir en el Seminario Nacional de Preparación del Curso Escolar 2015-2016, Ena Elsa Velázquez Cobiella, titular del sector, refirió que uno de los problemas pendientes es el completamiento de la plantilla de profesores, y que las provincias con más dificultades son Mayabeque, Artemisa, Matanzas y La Habana.

Varias iniciativas se han puesto en práctica: se contrató personal capacitado, se trajeron maestros de otras provincias, directivos de las escuelas y funcionarios de Educación imparten clases, al igual que estudiantes universitarios, a quienes se les convocó a dar su aporte.

Otro de los estudiantes inmersos en este proyecto, Juan Leandro Azcuy, al conversar con JR, afirma que esta tarea le permite retribuir lo que ha recibido desde que inició sus estudios primarios. Cursa el tercer año de Medicina en la facultad de Ciencias Médicas Julio Trigo, en Arroyo Naranjo, y asegura que cuando supo de la convocatoria se sumó «sin pensarlo dos veces».

Juan Leandro Azcuy.

«Preferí impartir Biología, pues la asignatura tiene similitudes con mi carrera y, además, posee tres frecuencias a la semana. Ello me permite llevar la Universidad y realizar otras actividades en mi tiempo libre, aunque la planificación es esencial. Este es un esfuerzo extra y hay que hacerlo bien, porque está en juego el aprendizaje de los alumnos».

Juan, quien imparte clases a noveno grado, en la secundaria básica Vicente Ponce, en el municipio habanero de Plaza de la Revolución, está convencido de que «esta labor no es de un día, sino de todo el curso escolar», y la asume «con mucha responsabilidad y ganas de hacer».

Según su testimonio, la experiencia le ha aportado mucho, pues el intercambio con adolescentes siempre tiene algo que enseñar. «Lo vivido me ha despertado los deseos de estar en un aula. Al graduarme, de algún modo contribuiré a formar nuevos médicos, pues el conocimiento uno debe compartirlo y ponerlo en función de la sociedad».

Una preparación muy ardua

Hasta fines del año pasado Alejandro Concepción Martínez, estudiante de quinto año en el Instituto Superior de Diseño, recorría los pasillos y aulas del preuniversitario República de Panamá, en Playa, para impartir clases de Cultura Política a alumnos de 10mo. grado. La urgencia de concluir su tesis de grado le impidió continuar.

«Tenía alumnos que me ponían en aprietos con sus preguntas y debía saber qué responderles, pues cuando les dices que no sabes, pierdes la credibilidad como profesor. Por eso tenía que ir con los contenidos vencidos, por si te “lanzaban” una pregunta saber responderle o, de lo contrario, decirles con honestidad que al otro día les daría la respuesta certera.

«Impartir esta asignatura fue como volver a mis estudios preuniversitarios. En mis hombros estuvieron las responsabilidades del profesor: planificar clases e impartirlas de modo atractivo, crear el método de estudio, las formas de evaluar, transmitir los conocimientos de manera diferente».

Alejandro expresa que más que una clase vertical trató de que el aula se convirtiera en un foro de reflexión. «Lo primero que rompí fue esa imagen de un profesor dictando o leyendo algo. Profundicé bastante y siempre traté de buscar más de lo que estaba en los libros».

Confiesa que tan complicado como la actividad docente fue que su familia aceptara su inserción en este proyecto. «Haber vencido eso y que mis padres entendieran cuán importante era mi estancia y sacrificio en esa escuela, fue importante para mí. El resultado fue positivo, pues vieron un joven más maduro, con más responsabilidad».

—¿Qué otros desafíos enfrentaste?

—Mis alumnos no tenían el nivel de disciplina e interés por el estudio necesarios. Pensé que mi asignatura no los motivaba, pero cuando conversé con «profes» de materias tan elementales como Matemática y Español-Literatura, coincidían en que no tenían hábito de estudio. Trabajar en ese sentido creo que fue un logro en cuanto hice.

«Debemos estimular en los alumnos el conocimiento y que comprendan que es esencial para nuestro futuro. Debemos lograr que persigan saber y que se sientan bien cuando alguien les quiera enseñar. El estudio y las ansias de saber deben ser un estímulo constante y para toda la vida».

Llamado que no tuvo espera

A finales de agosto del 2014, en las sesiones del Consejo Nacional de la FEU, el Ministerio de Educación solicitó el apoyo de los estudiantes universitarios para ampliar la cobertura docente del curso escolar ya cercano, apunta Ana Gloria Flores Fonseca, miembro del Secretariado Nacional de la organización estudiantil.

Casi 300 educandos, lo mismo en la capital como en otras provincias, asumen la docencia al frente de un aula. Ellos fueron seleccionados entre los más de 500 dispuestos a brindar su ayuda y están ubicados en las escuelas, según la cercanía a sus hogares o residencias estudiantiles.

La dirigente estudiantil señala que los 150 jóvenes de la capital que participan en el proyecto provienen esencialmente de las universidades de La Habana, de las Ciencias Informáticas y las Médicas, de la Cujae y de los institutos superiores de Tecnologías y Ciencias Aplicadas, Relaciones Internacionales y Diseño.

De ellos, 117 lo hacen en el nivel de Secundaria Básica, 28 en el de Preuniversitario y cinco en la Enseñanza Técnico Profesional. Marianao, La Lisa, La Habana del Este y Plaza de la Revolución son los municipios que más apoyo han recibido, apunta Flores Fonseca.

La joven recuerda que el Movimiento de Alumnos Ayudantes surgió en la década de los 60, cuando un grupo de estudiantes universitarios asumió la doble misión de formarse como profesionales e impartir docencia a sus compañeros de aula, en respuesta al éxodo masivo de profesores.

«Como en aquel entonces, asegura, el llamado de hoy no tuvo espera, pues ratifica la vocación social de la FEU», y reconoce la atención que reciben los muchachos tanto de su organización como de las instituciones educativas, «para asegurar la motivación, preparación y desarrollo en esta tarea de gran complejidad y repercusión social, que se extenderá al próximo curso escolar».

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