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Los días del Apóstol en Remanganaguas

De las peripecias que sufriera, aún después de la muerte, el cuerpo del Maestro, y del amor con que los habitantes de un pueblo decidieron honrarle en nombre de Cuba

Autores:

Arnoldo Fernández Verdecia
antonio Isaac Hechavarría

Atado al lomo de un caballo, el cadáver de José Martí llegó a Remanganaguas el lunes 20 de mayo de 1895, a las nueve de la mañana. Contó una lugareña que, desde el portal de su casa, la abuela lo vio todo: «Era como un Cristo. ¡Qué espanto! ¡Qué desesperación, asombro y tristeza nos dio! ¡Han matado al Presidente!».

Antes de ser enterrado, permaneció en el patio del fuerte español, bien protegido por la guarnición. Cerca de las tres de la tarde lo llevaron, bajo una fina llovizna, al cementerio. En silencio, cuatro soldados bajaron el cuerpo. Recibieron órdenes expresas y comenzaron a cavar una fosa, no muy profunda, en medio del fango. En ella situaron el cadáver de José Martí primero —solo una prenda lo viste: el pantalón, y está descalzo; lo despojan del reloj, el pañuelo, el cinto, y el anillo—; y encima colocaron al sargento español Joaquín Ortiz Galileo.

Cerrada la fosa, ubicaron cuatro piedras en forma de cruz para identificarla. Allí quedó una posta perteneciente a la tropa, a la que le entregaron una alforja con algunos comestibles. El resto se trasladó de inmediato al fuerte del barrio a galope tendido. Desde aquel lugar, a través del telégrafo, el general español Ximénez de Sandoval transmitió el parte oficial, en el que informaba los resultados de la acción militar y, sobre todo, la probable muerte en combate del organizador de la guerra, el Doctor José Martí Pérez.

Al conocer la noticia, el Capitán General de la isla de Cuba, Arsenio Martínez Campos, para evitar equívocos que comprometieran su reputación militar, consultó al Ministro de Ultramar lo relacionado con la exhumación y el reconocimiento forense del que llamaban, supuestamente, «Doctor Martí». El comandante general de las tropas españolas, acantonadas en Santiago de Cuba, general de división Juan Salcedo y Mantilla de los Ríos, cursó órdenes inmediatas a Ximénez de Sandoval para que se dirigiera con parte de sus hombres a territorio santiaguero, y cumplimentaran la orden de Martínez Campos. De igual manera envió rumbo a Remanganaguas al doctor en Medicina y Cirugía Pablo Aureliano de Valencia y Forns, habanero radicado en suelo oriental, quien se desempeñaba como práctico forense.

Más de 72 horas permaneció en contacto directo con la tierra de Remanganaguas el cuerpo del Maestro. Dos nativos del barrio, el carpintero Pedro Ferrán Periche y Jaime Sánchez, construyeron por encargo del mismo Valencia un féretro de cedro con una ventana de cristal para el difunto. El segundo de ellos lo entregó. Recibió por el servicio ocho pesos. De ese modo se convirtió en uno de los testigos principales de un momento histórico excepcional.

Según relató el Diario de Cuba, periódico de la región, en sus ediciones del 3 de enero y el 23 de mayo de 1942, a las 5:30 p.m. del 23 de mayo de 1895, varios hombres removieron la tierra de una sencilla tumba, con la intención de develar un enigma de alcance estratégico para la corona española en Cuba. Jaime, quien se hallaba entre ellos, contó cómo se produjo la exhumación: «Estábamos presentes el Dr. Valencia, su ayudante y yo; extrajimos los cadáveres de Martí y el sargento enterrado en la misma fosa (...)».

A las siete de la noche, a la luz de unas velas, Valencia terminó definitivamente la exhumación. A esa hora colocó los restos en el servicio funerario, que fue trasladado, muy bien escoltado por soldados españoles, al fuerte de Remanganaguas, donde permaneció la noche del 23, el 24 completo y el 25 hasta aproximadamente las diez de la mañana, momento en que lo condujeron a Palma Soriano.

Por un obelisco digno

por ser el más preclaro y universal de todos los cubanos, el Apóstol merecía el más digno de los obeliscos. Era un compromiso que asumían los habitantes de Remanganaguas en nombre de todos los hijos de Cuba. Por eso el afán por mejorar las condiciones del cementerio se hizo evidente desde las primeras décadas del siglo XX, aunque los gobiernos de la República mediatizada permanecían en silencio ante el reclamo de inversiones para transformar sus condiciones, como bien patrimonial de la nación.

No obstante, familias campesinas, junto al Club de Veteranos del Ejército Libertador, dirigidos por el comandante mambí Manuel Benítez, desarrollaron una intensa lucha cívica para mejorar la Ruta Funeraria y levantar el importante monumento. Con ese fin se creó el Comité Pro-Obelisco en 1920, al cual se unió la Asociación de Reporters de Palma Soriano.

También muchas figuras de la intelectualidad, destacadas en el culto a Martí, se hicieron eco de la situación, como Jorge Mañach y Eduardo Chibás, quienes visitaron el camposanto en los años iniciales de la década del 40. Finalmente, gracias a colectas públicas se reunió el financiamiento necesario, y el 28 de enero de 1942 se terminó el obelisco que recuerda al mundo, y a los cubanos en particular, el primer lugar de la Isla donde fue enterrado el Héroe Nacional de Cuba.

Aguaceros continuos impidieron que una caravana procedente de Palma Soriano llegara para su inauguración oficial, el 20 de mayo. El hecho añorado sucedió en conmemoración del centenario del natalicio de Martí, con la parada martiana que liderara la maestra de la escuela pública no. 39, Emilia García.

Nace barrio José Martí

Un ideal patriótico de amplio alcance generó, sin dudas, el hecho de que de una vez y por todas se hiciera realidad el sueño de los campesinos de Remanganaguas de rendirle honores al Apóstol. Pero ello también condicionó la necesidad identitaria de ese histórico lugar de renombrarse en la geografía patria, a partir del 20 de mayo de 1942, como Barrio José Martí.

Con tal denominación mencionaba este sitio conocido antes como Remanganaguas, no solo el historiador católico Severino Betelu, párroco de Palma Soriano en esas décadas, sino también Mayón Martínez y Pérez Rizo en su Historia de Palma Soriano. Como Barrio José Martí también lo recogieron los censos de población de 1943 y 1953.

De igual modo, afloró en las escrituras de propiedad de la tierra de 1956, y en las sucesivas ediciones del periódico más influyente de la época, el Diario de Cuba, en cuyas publicaciones se hizo referencia a Barrio José Martí hasta que estas cesaron, en los primeros años de la Revolución.

Hasta 1976, en que surgió el municipio de Contramaestre que lo acogió, el Barrio José Martí siguió perteneciendo a Palma Soriano. Mas, a partir de entonces y después de 35 años, volvió a nombrarse Remanganagua, pero sin la s al final, tal vez por lo difícil que resultaba pronunciarlo correctamente.

De ahí que referirse a este sitio sagrado para los cubanos como Remanganaguas constituya un acto de justicia histórica. Igual lo sería si lo llamáramos Barrio José Martí, porque fue una victoria del movimiento cívico que por más de tres décadas logró visibilizarlo de ese modo. Y como si fuera poco, le dieron legitimidad en la geografía, la jurisprudencia, la demografía, la prensa insular y en la historia.

*Escritor, periodista, Máster en Pensamiento Martiano y profesor de Historia de la Universidad de Oriente

Fuentes: Oliva Sirgos Manuel, Historia de Palma Soriano. Bacardí Emilio, Crónicas de Santiago de Cuba. Morales Aida y López Omar, Piedras Imperecederas. Remanganaguas y su Apóstol, libro en preparación de los autores de este artículo

Regreso a los Orígenes

Con el auspicio de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y con el objetivo de proponer un espacio para el debate y confrontación entre jóvenes escritores del país y, en especial, de la región oriental, el municipio de Contramaestre, en Santiago de Cuba, acoge por octava ocasión la Jornada literaria Orígenes 2016, iniciada este miércoles y que se celebra hasta el 21 de mayo.

Se trata de un encuentro que propicia el intercambio de estos noveles creadores con los habitantes de varias comunidades del Plan Turquino, a quienes presentarán sus distintos títulos. Son ellos quienes llevarán adelante la Ruta Funeraria de Martí desde Dos Ríos hasta Remanganagua, donde recibiera por primera vez sepultura el cadáver del Apóstol.

Músicos, miembros de la AHS y el poeta Roberto Manzano también se unirán a estas intervenciones literarias en los asentamientos que comprende la Ruta.

Esta cita se propone, asimismo, otorgarle a Contramaestre, donde la literatura ha alcanzado un desarrollo notable, el mismo protagonismo que tuvo en la fundación de uno de los proyectos literarios de mayor importancia en América Latina de la primera mitad del siglo XX: la revista Orígenes, creada por Lezama Lima y financiada por José (Pepe) Rodríguez Feo.

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