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El pésame, Julio, es mutuo, porque Senén es tan hermano tuyo como mío

El 6 de agosto de 1996 murió en La Habana el General de División y dirigente revolucionario cubano Senén Casas Regueiro

Autor:

Ana Hurtado

Han pasado 29 años, pero la figura de Senén se hace presente no solo en el día a día de Cuba, sino que se erige necesaria. La Cuba de hoy, de la que como militante revolucionaria formo parte, vive dentro de una guerra no convencional peligrosa, y se vuelve difícil que la gente luche de verdad por ella; por lo que significa verdaderamente, sin entretenerse distraída en temas y temas y temas superfluos. A veces creemos que estamos luchando y realmente no lo hacemos, pues vivimos entretenidos con vaivenes que a modo de agenda nos ocupan tiempo e incluso nos hacen sentir útiles por opinar en todo y sobre todos.

Para crear y seguir haciendo Revolución hay que ponerse a trabajar. Y esta historia, es uno de los mejores ejemplos.

Senén Casas Regueiro nació cubano, pero tenía en sus venas la sangre digna del pueblo español. Ciento por ciento. Sus padres, dos inmigrantes gallegos de Lugo, llegaron a esta isla que les enamoró y que en sus próximos años daría lo mejor de la fusión entre España y Cuba. Grandes hombres y mujeres que la pusieron en el mapa como un punto de inflexión que en 1959 marcó un antes y un después para el continente y para el universo.

Educado con los valores y modales peninsulares de la primera mitad del siglo XX, nació en 1934 y se unió en Sierra Maestra a la lucha en clandestinidad de los rebeldes contra la tiranía batistiana, llegando meses antes de triunfar la Revolución, al Segundo Frente Oriental Frank País, liderado por Raúl Castro. A él le uniría una profunda amistad que se vio reflejada en frutos de trabajo para el pueblo. Y desde ese momento, despegó su vida como revolucionario.

Fueron muchos los cargos que desempeñó en la Revolución, desde miembro del Consejo de Estado o Jefe de Estado Mayor a Ministro de Transporte en la época más difícil del pueblo cubano, durante el periodo especial. Pero sobre todo, teniendo el privilegio de haber conocido su vida y obra a posteriori, este revolucionario actuaba. La Revolución, como habría dicho Luxemburgo, con él bajó realmente de la cabeza a los puños.

Por eso, cuando se hable de los años difíciles en Cuba, es imprescindible mencionarlo a él, que supo enfrentar cualquier dificultad sin titubeos, con seguridad y firmeza. Mostrándose incorruptible hasta el último minuto y guiado por la ética que hoy lastimosamente, escasea. Esa que nos hace diferenciarnos y elevarnos moralmente.

Un día como hoy, con apenas sesenta y dos años cumplidos y aún mucho por aportar a un país que lo sigue necesitando, murió en la capital de todos los cubanos y revolucionarios del mundo, haciendo lo que mejor sabía: trabajar. En mitad de una reunión con Fidel.

Y es que se podrían escribir cientos de folios sobre su impronta, pero hay que ceñirse al espacio. Con Senén, tal y como se dijo en su despedida, pudo contar la Revolución para las más variadas tareas. Ningún problema le resultó ajeno.

Senén -se escuchó en su entierro-, no dejó herencia, propiedades ni divisas convertibles. En 62 años de vida no tuvo jamás la idea de fomentar una riqueza personal ni familiar. Dejó algo mucho más importante y valioso: su ejemplo.

Disciplina, moral, trabajo y comprensión. Factores fundamentales en la salud y sanidad de una nación y a las que cualquier proyecto social que quiera ser libre, debe aspirar.

¿Por qué es necesario reivindicar su figura en el contexto actual, entre dirigentes y militantes? No es solo necesario, sino indispensable para la victoria. Si no miramos al pasado con los ojos puestos en el futuro, el presente se desvirtúa

¿Qué nos dejó?

6 de agosto de 1996. Muere en La Habana el General de División y dirigente revolucionario cubano Senén Casas Regueiro.

El mejor ejemplo fue su ejecución de tareas, desde la más simple hasta la más compleja: organización, plan de trabajo y seguimiento. Que no queden los ciclos abiertos. Que se garantice realmente la eficiencia y la eficacia; que la supervisión no quede solo en el papel, y que los procesos se empiecen y se terminen.

Válido para todo aquel camino que quiera llegar al éxito, sin descartar el sacrificio. Las horas de dedicación. Las buenas intenciones.

La ética. Siempre inquebrantable a los principios de la Revolución Cubana y a sus líderes, Fidel y Raúl. Su lealtad se traducía no solo en obediencia; también en una comprensión profunda del proyecto revolucionario como una apuesta por la dignidad humana.

Uno de los aspectos más notables de su conducta fue su relación con la verdad y la crítica. Practicaba la autocrítica con rigurosidad, incluso en espacios públicos, usando ese ejercicio como instrumento de perfeccionamiento colectivo. No toleraba la adulación ni la mentira, y enseñaba que la crítica sincera (cuando es hecha con respeto y honestidad, y no con malas intenciones), es realmente una vía para crecer y superar errores. Y se pudo dar el lujo de exponerla tanto en su trabajo institucional como en su vida cotidiana, siempre de la mano de la transparencia, el respeto mutuo y la superación personal.

Cuba vio nacer en él un liderazgo genuino, no impuesto por poder o jerarquía, sino por ejemplo. Maestro en enseñar con hechos, siempre con un impulso hacia la mejora continua. Es imprescindible atender esta manera de entender a la Revolución: se construye también desde el deber cotidiano, desde el aprendizaje colectivo y desde la moral, sin necesidad de halagos. Con resultados tangibles.

Pareciera alejado de la realidad cuando ahora, el combate por el socialismo, a veces se hegemoniza en navegar por internet opinando y escribiendo de todo. Queriendo hacer notar que uno existe. Que tiene voz y voto. Eso es lo que diferencia a los grandes hombres y mujeres del resto de mortales. Pero a pesar de esta distancia ocasionalmente inquebrantable, es necesario que los comunes, pasemos por esas etapas, las superemos y aprehendamos. Es necesario seguir a referentes que hagan de nosotros una versión mejor en pensamiento, palabra, obra y omisión.

Por eso, el día que se fue Senén Casas, Fidel no pudo dar a su hermano Julio una condolencia más sincera. Logró alcanzar a decirle:

El pésame Julio, es mutuo, porque Senén es tan hermano tuyo como mío.

A la memoria de Senén Casas Regueiro, 1934-1996

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