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Cojímar a corazón abierto

En el poblado pesquero de La Habana del Este se han atendido 145 familias afectadas por el huracán Irma

Autor:

Iviani Padín Geroy

Cuentan que el mar se tornó de un negro espeso y que el murmullo cotidiano pasó a ser un estruendo nunca antes escuchado por los habitantes del pueblo. «Las olas llegaron a ser de 17 metros, pasaron por encima de las casas de dos pisos de la calle 21 y por encima del torreón».

Alfonso González, de 58 años de edad, es, como él mismo dice, de los cojimeros que conocen el arrecife y la profundidad como la palma de su mano.

«Esta era la casa de mis padres y aquí nací. He vivido todos los ciclones, todas las tormentas que han pasado cerquita, pero esta ha sido la peor».

«Bajé cuando los vientos disminuyeron, a ver cómo estaba esto. Me di cuenta de que la casa de Ramón, un amigo, se había desbaratado», cuenta Zoraida Hernández.

«Nunca pensamos que el mar llegaría hasta aquí», lamenta María Dolores Perera, mientras señala las ruinas de lo que fue por más de 40 años su cocina.

Al llegar a casa, Leydi Hernández también encontró la ojeriza del mar en sus habitaciones. «Tengo dos niñas, y por eso la preocupación era doble; el agua estaba contaminada, la comida se me echó a perder, no había corriente… Pero no puedo quejarme, aquí tengo a mi familia».

Su madre, que escucha la conversación desde una esquina descarnada por las olas, dice: «¿Lo material? Eso se resuelve. Comimos lo que estaban vendiendo en la calle, allí en las carpitas de la esquina, donde el pollo es a cinco pesos cubanos. Lo principal es la vida».

Reanimación temprana

«Una de nuestras preocupaciones era la contaminación del agua,  por eso las pipas comenzaron a distribuirla de forma inmediata. Los especialistas de Salud Pública explicaron casa por casa la importancia de hervirla y le dieron a la población pastillas de cloro y medicamentos contra el cólera», explica la delegada de la circunscripción No. 93, Belkis Gómez.

Irma dejó en Cojímar 30 postes de telefonía en el piso y grandes daños en el tendido eléctrico. Sin embargo, señala Roilán Rodríguez, miembro del Buró Municipal del Partido en La Habana del Este, que el fluido eléctrico se restableció en dos días. «De igual modo ocurrió con las comunicaciones, no solo con el restablecimiento, sino también a partir de la reposición de los teléfonos a las familias que los perdieron».

El trabajo ha sido incesante, refiere Ariel Silva, presidente del CDR No. 1 José María Pérez. «Ya tenemos aceras nuevas. Las casas que estaban en ruinas se demolieron totalmente. Creo que hemos sacado cien camiones de escombros».

En la calle 21, desde Final hasta Lindero, hay más de 90 casas afectadas. Erenis Labrada, Ramón Laza, Edy Vargas y Luis A. Gómez son algunos de los albañiles que trabajan en la recuperación de la zona.

«Lo que nos falta es mucho. Estos muros ya los hicimos, pero restan los de más abajo y hay que terminarlos rápido, porque de eso depende la seguridad del pueblo y los materiales están ahí, listos», comenta Laza.

Según expresa Camilo Reyes, vicepresidente de distribución del Consejo Popular de Cojímar, el malecón y los parques del centro, símbolos icónicos del pueblo, han vuelto a ser lo que eran gracias al esfuerzo intersectorial.

«Hemos tratado de restaurar lo que garantiza la estabilidad en la solución de las necesidades básicas, como son la electricidad, el agua y la vivienda. Esto ha sido posible por la movilización de todos los sectores y por el esfuerzo y disciplina de la comunidad».

Días después del paso de Irma, el Gobierno cubano decidió financiar con el Presupuesto del Estado el 50 por ciento del precio de los materiales de la construcción dispuestos para la venta a las personas damnificadas.

Los materiales de la construcción se llevaron hasta las casas, asegura Camilo Reyes. «Hasta el momento hemos solucionado los problemas de vivienda de 113 familias de las 145 que se registraron como damnificadas».

A Gerardo López, de 73 años, le ha tocado observar la destrucción parcial de su vivienda: perdió dos cuartos y parte del portal. «Estoy jubilado, con una chequera de 200 pesos, y ya estás viendo: me han levantado la casa de nuevo y eso lo paga el Estado. Yo no sé mucho de eso, creo que lo llaman subsidio. Lo que sí sé, muchacha, es que no estamos desamparados».

El crédito bancario es la opción con la que Maricel Ruiz construye las paredes y el muro perimetral del que ha sido su hogar por décadas. «Aún no sé cuál será el costo de las reparaciones, pero lo pagaremos poco a poco a mitad de precio».

Cojímar tras el paso del huracán Irma. Foto: Abel Rojas Barallobre

Diagnósticos y tratamientos

Junto a la generalidad de opiniones favorables referidas a la recuperación, JR detectó insatisfacciones en su visita al poblado pesquero el 12 de octubre.  

Tal era el caso de Alexis Eduardo González, quien afirmó que aún no se le había orientado cuál será la solución para la recuperación de su vivienda.

«Cuando los especialistas vinieron a ver lo que quedó de la casa, me dijeron que esto había que demolerlo, pero no me dieron ninguna solución. Ahora me las arreglo como puedo y sigo viviendo en las dos habitaciones que me quedaron».

Para Ramón Hernández la situación era incluso peor. «Lo mío fue derrumbe total, no quedó ni el piso. Ahora estoy viviendo en el cuartico de un amigo mío, pero no quiero seguir invadiendo la privacidad de él y de su esposa. Necesito saber cuál es la solución a mi problema».

Para dar respuesta a estas interrogantes regresamos a Cojímar este viernes y conversamos con Nelci Guzmán, presidenta del Consejo Popular.

«Estamos evaluando la posibilidad de despoblar de forma paulatina la zona más próxima a la costa. A muchas familias ya se les han habilitado terrenos en lugares altos». Especificó que tanto Alexis E. González como Ramón Hernández se encuentran dentro de los damnificados reubicados y que se les hará entrega de sus viviendas antes del 20 de noviembre.

La asignación de los terrenos ha estado supervisada por especialistas de Planificación Física y se han dispuesto en función de las mediciones realizadas en las viviendas con derrumbe total.

«Todos los casos exigen un análisis individual; hemos tratado de ser consecuentes con las características y situaciones puntuales de las familias damnificadas», señaló Rasciel Pascual Salabarría, director de Planificación Física en La Habana del Este.

«Uno de los casos más complicados, por la disfuncionalidad de su núcleo y la cantidad de habitantes, es el de la vecina  Georgelina Castillo, a quien se le entregará, además de la vivienda, un subsidio de 17 768 CUP para que realice una ampliación», argumentó Taimara Hernández, subdirectora general de la Vivienda en La Habana del Este.   

Aunque el dolor de perder el hogar construido durante años no pasa con facilidad, Rolando Dareas y Tamara Valdés —ambos con derrumbe total de sus      hogares— agradecen la rápida construcción de sus nuevas viviendas, las que hoy se encuentran en proceso de techado.

«No sabemos el costo —dice Tamara—; seguro lo descontarán poco a poco de nuestro salario. Lo bueno es que ya vimos las casas y tienen muy buena terminación». Tamara aún no sabe que le será entregada de forma gratuita, como el resto de las viviendas construidas en los altos de Cojímar para los damnificados con derrumbe total.

Además de garantizar la vivienda para los damnificados, el Estado les ha entregado módulos de aseo personal, cocinas de inducción, mantas, colchones personales y cameros, juegos de sábanas, fundas y toallas, también con una bonificación del 50 por ciento.

Vender los recursos a mitad de precio, dijo la Presidenta del Consejo Popular de Cojímar, fue la primera orientación. Luego de verificar la situación crítica en que se encontraban determinados núcleos, se decidió realizar la entrega de forma gratuita en caso de derrumbe total. «A quienes se les cobró el módulo y se les declaró posteriormente bajo la categoría de pérdida total de bienes, Comercio Interior les devolverá el dinero en su totalidad».

La diferenciación de las familias en cuanto a nivel adquisitivo y afectaciones se realizó a partir de los análisis socioeconómicos confeccionados por las cinco trabajadoras sociales del Consejo.

Yurisleisy Varsaga, especialista principal de Trabajo Social en el Consejo Popular de Cojímar, destacó que por concepto de donación se entregaron por núcleo familiar dos almohadas, dos sábanas, una colcha y dos fundas, y «el resto de los recursos les fueron vendidos organizadamente».

La cicatriz en el pecho

A Gerardo López le cuesta caminar, pero aun así insistió en mostrar a JR todo lo que había recuperado. «A nosotros los más necesitados nos han tendido los dos brazos. Si no me crees, muchacha, pregúntale también a la mamá de Dayelis».  

Dayelis tiene nueve años. Llegó de su Santiago natal —municipio de Mella— a la casa de su tía en Cojímar a principios de septiembre, para someterse a una intervención quirúrgica a corazón abierto. Aquí la sorprendió el huracán. «No me voy de Cojímar», dice. «Me gusta el mar y tengo muchos amigos que siempre que me visitan me regalan buenas cosas».

La niña, quien recibió de forma gratuita todos los recursos dispuestos para los damnificados, no habló de estos. Para ella «buenas cosas» son un afiche de Fidel y el Che, un libro de este último, la maestra que trajeron para que no perdiera sus clases, y la posibilidad de seguir con vida.

En su pecho, la cicatriz que dejó la operación realizada el 13 de septiembre casi no se percibe.

Albañiles de la Empresa Integral de Mayabeque terminan las viviendas destinadas para los damnificados. Foto: Abel Rojas Barallobre

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