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Custodiar altares sagrados

Para quienes integran la Unidad de Guardia de Honor que salvaguarda y honra los sitios donde reposan los restos del Padre y de la Madre de la Patria, del Héroe Nacional José Martí y del líder histórico de la Revolución Cubana, esa misión es gloria y compromiso

Autor:

Yuniel Labacena Romero

Los distingue la marcialidad, el rigor y la solemnidad. Muchos llegan sin rebasar los 20 años, como le sucedió a la sargento de tercera Lilian Liens Pérez,  para quien marchar de forma excepcional y permanecer durante media hora en posición de firme impone un gran sacrificio personal.

Sin embargo, para ella, como para el resto de sus compañeros que integran la Unidad de Guardia de Honor, esa misión es gloria y compromiso. Lilian es una de las muchachas que cumplió con el Servicio Militar Voluntario Femenino en 2015, y aquí se quedó en representación de nuestras mujeres.

Desde pequeña visitaba junto a su abuela el cementerio Santa Ifigenia, de Santiago de Cuba, donde se realiza la custodia permanente en el monumento que guarda los restos del Héroe Nacional José Martí, lo cual agrandó su amor por este sitio. «Cuando ocurría el cambio de la guardia quedaba como enternecida. Entonces pensaba: cuando crezca quiero ser como ellos, pararme en firme, rendir mi propio tributo».

Ese sueño Lilian lo alcanzó con creces y se ha hecho más íntimo ahora cuando en Santa Ifigenia se custodian también los restos del líder histórico de la Revolución —desde diciembre del año pasado—, y de la Madre y el Padre de la Patria, desde octubre último. «Esta misión es el principal deber de mi vida. Esa media hora en firme junto a Mariana, Céspedes, Martí y Fidel es continuidad», dice.

Esos sentimientos también los comparten varios oficiales, sargentos y soldados de esa Unidad Militar, la 1953 —que lleva ese número público— en homenaje al año en que se conmemoró el centenario del natalicio del Apóstol, y Fidel, inspirado en él, asaltó el Cuartel Moncada. Se trata de la institución que en mayo último cumplió 15 años de fundada y recibió la Bandera de Honor de la Unión de Jóvenes Comunistas.

Senda del honor

Impresiona observar lo que sucede desde que abre sus puertas el camposanto santiaguero a las siete de la mañana con la salida del sol, y hasta que cierra, a las cinco de la tarde. Entonces se suceden los turnos de guardia ante los sepulcros de los héroes, mientras se escucha la Elegía a José Martí, compuesta por el Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque.

El capitán Arnaldo Martín Luzardo, hasta hace poco instructor político de la Unidad, habla de la entrega que significa estar en ese sitio. Apunta que «los muchachos y las muchachas se escogen desde que son llamados al servicio militar y realizan una preparación rigurosa, pues solo tienen ocho semanas desde que terminan la previa para asumir esta responsabilidad.

«Se cuentan por decenas los cubanos entre los 18 y 22 años de edad que han pasado por este lugar y a los cuales deben distinguir sus cualidades políticas y físicas, entre ellas tener de 1,65 a 1,70 metros de altura, en correspondencia con la entrada de la cripta donde se encuentran los restos de Martí».

Algunos de los combatientes entrevistados por este diario afirman que cuando conocieron de la desaparición física del eterno Caguairán la tristeza los invadió. Sin embargo, debían sobreponerse al dolor y desde el propio 25 de noviembre comenzaron a preparar la ceremonia y la guardia de honor.

Martín Luzardo explica que hasta altas horas de la noche ensayaron. «Era el tributo nuestro a ese gran hombre que defendió las causas justas de su pueblo y del mundo. El día de la ceremonia, cuando se colocaba en la piedra la urna con las cenizas de Fidel teníamos lágrimas en los ojos, pero también muchas razones para seguir confiando en la Revolución que nos legó. Desde entonces, cada vez que un soldado marcha hasta el monolito de Fidel, como se hace con Martí y ahora con Céspedes y Mariana, lo hacemos en nombre del pueblo, de su juventud de vanguardia»

¿Cómo se concibió el sitio eterno de Fidel?

Una roca extraída de un sitio próximo a la Gran Piedra, lugar del oriente del país que pertenece a la Sierra Maestra, tan raigalmente vinculada a la vida revolucionaria de Fidel, contiene la urna de cedro que guarda sus cenizas.

Foto: Miguel Rubiera Jústiz/ACN

Con una compartimentación muy alta laboró durante diez años un reducido grupo de trabajo en el proyecto. El entonces Ministro de las FAR, General de Ejército Raúl Castro Ruz, le encomendó la tarea en 2006 al arquitecto Eduardo H. Lozada León, quien junto a su esposa, la también arquitecta Marcia Pérez Mirabal, concibió la concepción del recinto.

El Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque asesoró la labor y buscó soluciones como la del cercado perimetral, para lo cual propuso tener en cuenta la parte superior del monumento dedicado al Apóstol en Dos Ríos. Después de fallecer Almeida, el viceministro de las FAR, general de cuerpo de ejército Ramón Espinosa Martín, asumió la responsabilidad. Él guardaba en su memoria la existencia de la piedra y señaló el lugar donde se encontraba.

Durante tres años se trabajó en el perfeccionamiento de la roca granitoide, que posee un peso de entre 48 y 49 toneladas aproximadamente, y una altura cercana a los cuatro metros. Pulirla, perforar el espacio para la urna, revestir el interior y preparar la tarja de mármol verde y letras en bronce con el nombre de Fidel fue una delicada tarea.

De forma paralela, mientras integrantes de la Empresa de Construcciones Militares de Santiago de Cuba laboraban en el elemento principal, el Coronel (r) Mariano Lamber Matos, en función de inversionista, adelantó detalles como la creación de las columnas del cercado y el piso, construidos con mármol color crema de yacimientos existentes en Bayamo. Se hicieron 19 con este material, en representación de las columnas y el pelotón Las Marianas, del Ejército Rebelde. Las cadenas que atan estos elementos     denotan la unión de las acciones de las citadas fuerzas.

Las columnas están compuestas por tres elementos: la base, en alusión al grito de Libertad o Muerte de Carlos Manuel de Céspedes; el intermedio, que representa la labor de Martí para materializar la Guerra Necesaria; y toda la parte superior, que recuerda a la Revolución liderada por Fidel que continúa en ascenso. El símbolo que las corona glorifica la lucha victoriosa en las montañas. Lo rodean el laurel y el olivo de bronce con un apoyo y tres montañas.

A la entrada de la tumba de Fidel se levantan dos pedestales semejantes a otros que conforman el cercado del cementerio, en alusión a la acción cívica y el movimiento de la clandestinidad.

A ambos lados de la senda que conduce al monolito hay un pequeño espacio en el suelo, enchapado con pie- dras chinas pelonas, las cuales fueron recogidas de las     desembocaduras de los ríos que corren por La Plata y el Uvero.

Cada detalle en este sitio  contiene un significado, incluso la vegetación: los helechos son propios de la Sierra y las posturas de café, ubicadas en las jardineras, contienen el uniforme verde olivo mientras su aroma recuerda el de las montañas.

Fuente: Revista Verde Olivo/febrero 2017.

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