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Temporada alta, y el agua que no baja

En el mayor conjunto de bases del grupo empresarial Campismo Popular en el país, ubicado en el litoral norte de Mayabeque, no solo escogieron el peor momento para acometer inversiones, también se vendieron las capacidades sin advertir a los clientes que no siempre tendrían las condiciones por las que pagarían

Autores:

María Carla O’Connor
Naylet Rojas

José Antonio Rabassa es uno de los tantos cubanos que espera con ansias la llegada de las vacaciones. El hombre, de poco más de 50 años, planifica entusiasmado su estadía en el campismo Los Cocos, al que nuevamente asiste acompañado de su familia.

Su ideal de descanso trasciende bañarse en la playa, hacer expediciones o ser partícipe del espectáculo nocturno. Él solo busca tumbarse en su cabaña y al menos por unos días excluir de su rutina hasta el más mínimo esfuerzo. Pero cuando llegó este año… ¡No había agua!

El arribo de la única pipa distribuidora del preciado líquido, los seis cubos que corresponden a su cabaña y las colas dan al traste con el utópico descanso del desafortunado José Antonio; que por ser el único hombre del núcleo se ve obligado a dar varios viajes, balde en mano, para que sus nietas y esposa puedan beber, bañarse, descargar el baño y enjuagar la ropa.

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En su mayoría, los campistas van hasta las instalaciones buscando opciones de playa, río y piscina. Foto: Abel Rojas Barallobre.

Un equipo de Juventud Rebelde visitó a mediados del pasado mes de julio las cuatro bases del litoral norte de Mayabeque, las cuales, en conjunto, tienen un porciento considerable de las capacidades de todo el país: Los Cocos, Las Caletas, El Abra y La Laguna, donde dialogamos con representantes de las cuatro administraciones y los campistas.

Si bien el problema del agua potable es un factor decisivo para la estancia y el desarrollo de las distintas actividades recreativas de los centros de la zona, la falta de información al respecto por parte de las agencias comerciales provoca gran molestia entre los clientes.

«Mi familia viene dos y tres veces al año. Cuando llegamos fue que nos enteramos de la situación. En la agencia no dijeron nada. Todo muy arreglado, los servicios de entretenimiento como la sala de juegos y el billar están muy bien, pero no hay quién entre al baño de la cabaña», comentó Hanoi Rodríguez Capaz, cliente de Los Cocos.

En este sentido, Amarilis Sardiñas y Rancel Inciarte destacaron la buena atención y disposición por parte de los trabajadores de las bases, así como la relación calidad-precio de los alimentos y otros medios de alquiler como ventiladores, tumbonas, bicicletas y artículos de deporte.

A estas declaraciones se unieron Yanelis Gómez Suárez y Janet Tena, también campistas del centro. Esta última contó su odisea desde el pequeño portal de su cabaña mientras ayudaba a asearse a su hija de cinco años con un cubo de agua recogido de la pipa la noche anterior: «¿De qué vale que las condiciones estén buenas si no hay lo básico: agua?».

Mercedes Lorenzo, cliente de Las Caletas, llamó en reiteradas ocasiones a las oficinas de Cubamar de La Habana Vieja —donde había hecho su reservación—, para cerciorarse de las condiciones de la base. La respuesta que obtuvo fue que eran óptimas, todo estaba en perfecto estado y laboraba al ciento por ciento de sus capacidades y servicios.

Con el fin de atenuar el escenario de desabastecimiento de agua hasta que cesen los arreglos, está estipulado que  a cada base debe llegar una pipa dos veces al día. Sin embargo, explicó Yudel Bermúdez, subdirector del referido campismo, que de las tres cisternas transportadoras designadas solo funciona una, y la distribución comienza por Los Cocos, luego Las Caletas, El Abra y La Laguna. ¿Qué cantidad de agua recibirá cada centro si solo en Los Cocos vacacionan alrededor de 400 personas? 

«Cuando llega la pipa todos corren cubo en mano para obtener un poco de agua potable. Al final, se bota más líquido del que se puede cargar en los cubos; por no mencionar los conflictos y discusiones que se producen en la cola. Esto degrada la imagen del campismo», manifestó Lázaro García, de 67 años.

Del otro lado de la cerca que divide una base de otra, en Las Caletas (campismo de segunda categoría) las malas condiciones estructurales constituyen otra de las inquietudes de los que allí se alojan.

Un chapuzón en familia siempre es motivo de placer y disfrute, aunque no siempre es posible como uno quisiera. Foto: Abel Rojas Barallobre.

Gran parte de los entrevistados expresaron preocupación por la creciente tupición de los baños, debido al frecuente uso de agua de mar como única alternativa para descargar los retretes; acción que provoca que el salitre oxide aún más las tuberías y la arena obstruya los tragantes.

Por otro lado, la carpintería de las cabañas se encuentra en estado deplorable. Distintos campistas se quejaron del calor insoportable dentro de estas, debido a que salvo la puerta principal no se pueden abrir las ventanas por miedo a que se caigan las persianas. Solo algunos son afortunados de que falten algunas piezas de madera que permiten entrar pequeñas corrientes de aire.

El directivo Yudiel Bermúdez confirmó que ya fueron tomadas las medidas para la sustitución de la marquetería, sin embargo, no hay fecha para la concreción de estos arreglos.

«Pregunté en la agencia de reservaciones sobre lo imprescindible para asistir al campismo y nadie me dijo que debía traer pozuelos ni cubos», lamentó Alicia Torriente, cliente de 71 años. El restaurante es uno de los servicios que incluye la categoría de este campismo, no obstante, tanto este como la parrillada están fuera de funcionamiento por reparación.

Bárbaro Javier Domínguez, un joven campista, contó que no había shows nocturnos y que la recreación se limitaba a poner música grabada hasta las nueve de la noche.

Según los directivos, Campismo carece de personal de animación, pero, curiosamente, unos minutos más tarde, desde la caseta de animación, comenzaron a exhortar para participar en la «variada jornada de actividades recreativas del día».

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Mailén Barcarce es una de las camareras de El Abra, quien expuso a JR la situación de los trabajadores encargados de la limpieza y acondicionamiento de las bases de Campismo Popular ubicadas en el litoral norte de Mayabeque: «Tratamos de entregar las cabañas lo más limpias que podemos, pero bajo estas circunstancias, sobre todo en el caso de los baños, es muy complicado».

Los propios campistas, como buenos cubanos, se solidarizan con el personal y contribuyen con la higiene de los locales, pues es cierto que cada empleada no puede cargar los cubos de agua necesarios para limpiar las 24 cabañas que corresponde a cada una (al menos en El Abra). 

Este recinto se encuentra también en reparación: desde hace un mes se están pintando las habitaciones y se lleva a cabo la sustitución de los lavamanos y excusados. Su subdirectora, Belkis Granelas, resaltó la disposición y entrega de los trabajadores en la reconstrucción de la base. Ellos mismos pintan, cargan escombros y reparan techos y ventanas, aunque reciben también el apoyo de una pequeña brigada de reclusos.

En restauraciones veraniegas también se encuentra el campismo La Laguna, que cuenta con 120 cabañas, pero  solo están abiertas al público unas 80, debido a la lenta recuperación tras el embate del huracán Irma, que destruyó casi toda la instalación. A su llegada el equipo de JR, constató el proceso de sustitución del techado, y el buen funcionamiento de la piscina (que a diferencia de los campismos anteriores es de agua salada), así como de la recreación y la cafetería.

«En las agencias comerciales conocen la situación que afrontamos con el agua. Las mismas promotoras de ventas asistieron a una reunión que efectuamos hace poco y son conscientes de que deben informar a las personas antes de su arribo a nuestras instalaciones», aclaró Yandis Rodríguez, jefe de alojamiento de La Laguna.

En el campismo las personas encuentran el divertimento de múltiples formas. Foto: Abel Rojas Barallobre.

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Los funcionarios de las distintas bases explicaron que las reconstrucciones que se realizan conciernen al presupuesto destinado para el año 2018. Sin embargo, las obras trascienden reparar un techo, cambiar un interruptor o pintar una pared, porque son procesos de gran envergadura como reconstruir completamente el restaurante y la parrillada de Las Caletas, y casi la mitad de las cabañas de La Laguna y El Abra.

«¿Por qué no previeron terminar las reparaciones antes de la llegada del verano o, por lo menos, focalizarlas para que no afectaran a los clientes? Al parecer estos trabajos se extenderán más allá del verano», se cuestiona la campista Mercedes Lorenzo.

Geisel Gamboa, director de Los Cocos, expuso una situación que es tan real como la escasez de agua, y es que muchos de los que asisten al campismo son inconscientes y poco cuidadosos con los medios y las instalaciones.

Al desgaste que produce el salitre en las construcciones próximas a las zonas costeras, se le han de sumar las roturas de las ventanas, los lavamanos partidos, las paredes escritas, entre otros daños provocados por los vacacionistas a la propiedad social.

Por otro lado, Jaime Daniel Basanta, subdirector del mismo centro, realizó un llamado a tomar conciencia sobre el cuidado de la propiedad colectiva: «Hay quienes vienen con la máxima de disfrutar y no de cuidar. A la hora de mantener la base en buenas condiciones, los trabajadores del centro contamos con dos grandes enemigos: el salitre y la actividad destructiva de ciertos concurrentes. Por ello a la hora de restaurar las habitaciones resulta más complicado debido a que empiezas a reparar y, cuando ya vas por las últimas cabañas, debes volver a las primeras porque están de nuevo en malas condiciones por el mal comportamiento de los clientes».

La pregunta que sigue sería: ¿acaso la llegada y la retirada de los clientes no ocurre con la presencia de algún responsable de la instalación, que verifique las condiciones en que se entregan y devuelven las cabañas?

La escasez de agua es uno de los principales problemas de los que se quejan los clientes de la base Los Cocos. Foto: Abel Rojas Barallobre.

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Presto a cumplir casi cuatro décadas, el Campismo Popular se mantiene como una de las principales formas de recreación, esparcimiento y descanso del cubano, desde que el 16 de mayo de 1981 fuese fundado por iniciativa del Comandante en Jefe Fidel Castro.

«Actualmente, el país cuenta con un total de 88 instalaciones en activo a todo lo largo y ancho de la Isla (de 93 que existen), cuatro villas internacionales y un parque turístico», explicó César Vega Rodríguez, vicepresidente primero del grupo empresarial que, en 2009, pasó de manos de la Unión de Jóvenes Comunistas al Ministerio del Turismo (Mintur).

Respecto al mantenimiento y reparación de las instalaciones, el funcionario explicó que el presupuesto para ello es concertado por las distintas unidades que conforman este grupo empresarial, de acuerdo con los pronósticos en materia de campistas, turistas, ingresos, pago de salarios e inclusive, un posible proceso inversionista de la sede en cuestión.

«Ellos realizan sus demandas, y según la situación financiera que tengamos se van aprobando. Priorizamos las áreas que más lo necesitan (…) como en el caso de las bases de Mayabeque, que han sufrido un deterioro acumulado a partir de restricciones financieras que tenemos para enfrentar una restauración capital», comentó Vega Rodríguez.

Este año la dirección nacional de Campismo Popular dispuso de 1 300 000 cuc para la reparación de las bases del litoral norte de la referida provincia, las cuales constituyen el grupo más grande de instalaciones del país, y cuyo principal problema es el abastecimiento y bombeo de agua potable.

Por esos días se sustituían alrededor de 1 500 metros de la tubería conductora en la zona, un proceso supervisado por la propia dirección del Mintur, la Empresa de Recursos Hidráulicos, el Estado y la empresa de campismo local.

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A pesar de todo, José Antonio Rabassa mantiene entre sus preferencias el Campismo Popular y aseguró que el próximo verano volverá junto a su familia. Como él, muchos.

No obstante, el grupo empresarial Campismo Popular debe grantizar a sus visitantes el equilibrio entre precios asequibles, buen servicio y condiciones para tener una óptima estancia.

La carencia de agua se ha convertido en el mayor obstáculo para este verano, y la falta de información, en una barrera que ha entorpecido la buena labor de los directivos al interior de las instalaciones. Muchos han sido los afectados, pero quienes ya han reservado su cabaña en el campismo esperan poder disfrutar al máximo esa tradicional oportunidad de compartir con la naturaleza y en familia. No debería olvidarse una máxima: cuentas claras, conservan clientes.

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