Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Preguntas a Julio

Julio Antonio Mella es la síntesis de la pasión y la intensidad con que se debe vivir todos los días. Fue un líder natural, rebelde, coherente y sempiterno

Autor:

Santiago Jerez Mustelier

¿Y si algún día pudiera hablar con el «loco tenaz»? ¿Si en mis sueños pudiese interpelarle? ¿Cuántos de mi generación no desearían lo mismo? ¿Cuántos no quisieran escucharle, aunque sea por un momento?

Julio Antonio es la síntesis del ejemplo, la virtud, la pasión y la intensidad con que se debe vivir todos los días. Fue un adalid, un líder natural, rebelde, coherente y sempiterno. Mítico. Mella fue hombre entrañable y de autoridad incuestionable, que se la ganó por su esfuerzo, entrega y actitud auténticamente revolucionaria.

¿Dónde pactaríamos la entrevista? ¿Sería en uno de los pasillos de su Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana, la misma desde donde desparpajó su luz infinita para guiar los cimientos de un país? ¿O nos veríamos a las puertas de su Aula Magna, desde la que tantas veces protestó con fervor? ¿Miraría a sus ojos sentado en una de las sillas del Salón de Los Mártires, donde cuelga una bella foto suya, la de pose emotiva, de sentimientos fuertes y viril?

¿Cómo vendría vestido Nicanor? Dicen que era de vestimenta y andar elegante, de trajes bien cosidos y planchados. Cuentan que arrebataba suspiros, que fue el sueño de todas las jovencitas y de las que no eran tan jóvenes. Tenía mirada cautivadora, feroz, directa, pero tierna e insondable.

Los que lo conocieron hablan de un hombre alegre, vigoroso, alto, corpulento, más bien atlético, que se enroló en la práctica de distintos deportes; tenía cariz mitológico, como de hombre griego, un Prometeo criollo.

Sus estudiosos coinciden en que fue el primer martiano verdadero. En que tenía tanto de yugo y estrella. En que su sueño frustrado era escribir una
biografía del Apóstol. Y fue tanto su coqueteo con la autoctonía del Maestro, que no resulta casual que haya nacido en una fecha luminosa como el 25 de marzo, o que haya fundado una Universidad Popular con el nombre de José Martí, o dejara escritos sobre él. En su profundidad, Mella veía al hombre de ideas y frente ancha, de vestir negro lacónico y misterioso, como un astro.

Mi colega Alina Perera Robbio, escribió, hace algunos años, en estas mismas páginas que, «Mella era de una existencia trepidante, cuyo hilo fue cortado de súbito, en la capital mexicana, la noche fría del 10 de enero de 1929. A pesar de su asesinato, la verdad y el ejemplo de guerrero traspasaron, infaliblemente, todos los velos del tiempo».

De espíritu inapresable, indomable, frontal, Mella aborrecía los moldes, los dogmas construidos o impuestos, no era de irreverencia chocante, pero sí de una claridad y firmeza de posición capaz de impugnar a cualquier cauto disfrazado. Para él no había, en la Cuba de los años 20 del pasado siglo, otros sentires que requirieran más atención que el amor a la Patria, que apagar las injusticias, así fuese de una forma sobrenatural.

Adys Cupull y Froilán González, los historiadores que tanto fueron tras él, que tanto lo quisieron abrazar y salvar en letras, dijeron que «de no ser asesinado tan joven, Julio Antonio Mella hubiera sido un hombre de los que cambian el curso de la historia». No se equivocaron, como tampoco lo hizo Fidel al sentenciar, sobre Mella: «es bandera alentadora, ejemplar, victoriosa e invencible de la Revolución socialista de Cuba».

En mi cabeza me exprimo para saber qué preguntarle, para evitar sonar trillado. Y me vienen a la mente, como norias, muchas interrogantes: ¿Estás feliz con todo lo bueno conquistado hoy? ¿Contra qué males e injusticias del mundo cargarías a degüello? ¿Sería contra los seres conducidos, los no pensantes? ¿Qué otras aventuras y riesgos emprenderías en pos de la verdad y la justeza? ¿Qué pasiones y donaires no nos deben faltar para defender nuestro terruño?

Y a pulso escribo entre las hojas estrujadas otras preguntas al ruedo: ¿Volverías a amar locamente a Tina? ¿Te reconoces en otros jóvenes impetuosos de hoy? ¿Qué hubieses hecho si tuvieses más tiempo? ¿Por qué amar esta Cuba?...

Hay hombres con los que se podría hablar por 25 años.

 

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