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La fe que mueve el trabajo

En el municipio guantanamero de Imías, un joven colectivo sostiene una iniciativa que por eficiente y sostenible aspira a convertirse en nueva empresa

Autor:

Haydée León Moya

IMÍAS, Guantánamo.—Eso de «bastante y barato» no abunda en la gastronomía cubana, como tampoco el trato amable que siempre merece el cliente y tanto exalta la profesionalidad de quien lo ofrece. Pero de que los hay, los hay. En Imías, municipio guantanamero en la costa sur de nuestra Isla, una pequeña industria, artesanal además, es un ejemplo.

Desde hace casi un año echó a andar y, al tiempo que satisfacen necesidades crecientes de la población, se afianza como paradigma de eso que tantas veces se repite y no tantas se alcanza: desarrollar iniciativas que permitan producir alimentos localmente, de manera eficiente y estable.

«Siempre vengo a comprar caldosa, viandas y puré de tomate, que lo hacen muy bueno», afirma un anciano que espera ser servido. Recoge su pedido, me dice que está apurado y se marcha sin dar tiempo a preguntar su nombre.

«Muchas veces por la tarde vengo y compro un guanimo, que es muy sabroso y le echan bastante carne, y un buen jugo de los que hacen, y ya esa es mi comida de la noche… y así mucha gente aquí en Jesús Lores aplican esa variante para reforzar la alimentación», opina mientras espera lo suyo, Ernol Lobaina, otro cliente.

«Y todo tiene buen precio», agrega Juliana Vera, recién llegada al mostrador. «Aquí compro pulpa de frutas, como la de tamarindo, que a la gente de mi casa les encanta», especifica.

«Llegas en un momento con poca oferta. Ahora solo hay puré de ají, trozos de calabaza, pulpa de tamarindo, rodajas de piña… El guanimo vuela, por eso no está en la tablilla ahora, pero están al sacarlo», me dice una joven que limpia sobre lo limpio en el área de venta.

«¿Y el guanimo qué es?», pregunto. «Como si fuera un tamal, pero la masa se confecciona con plátano verde. Se le agrega carne de cerdo y se envuelve en la misma hoja del plátano. Parecido al bacán que hacen en Baracoa, pero sin leche de coco», explica la muchacha.

Dania Cobas Castro es su nombre y se desempeña como dependienta y secretaria del comité de base de la Unión de Jóvenes Comunistas en el que militan todos los jóvenes del centro.

Al rato, en efecto, el sabroso preparado ocupa el mostrador de La Fe, donde labora una decena de muchachas y muchachos, todos sin vínculo laboral anteriormente. De cómo nació el pequeño establecimiento, su también joven propietario y creador, Arolvis Olivero Osorio, explica que el desaprovechamiento de muchas frutas en Imías y de algunas producciones propias, sus excedentes después de cumplir los compromisos con el Estado y los de otros usufructuarios, lo hicieron pensar en un proyecto para procesarlos. Lo concibió «y fue aprobado por el Gobierno municipal sin trabas de ningún tipo», resalta.

Entonces arrendó a una empresa de la construcción un local en desuso, donde tenía que construirlo todo para instalarse. Que estaba loco, dijeron algunos. Lo mismo pensaron otros cuando solicitó tierra en usufructo y se la otorgaron en Las
Clavellinas, adonde se llega luego de andar unos 30 kilómetros de caminos prácticamente intransitables desde la cabecera municipal, donde vive.

Su parcela está en lo más profundo e intrincado de un territorio pródigo en suelos ásperos y donde casi no llueve. Por eso le llaman el semidesierto cubano. Era un rastrojal, que tuvo que desbrozar en condiciones muy adversas.

Asido del ejemplo de su papá (hombre que a fuerza de muletas, por la pérdida de una de sus piernas, fue uno de los porcinocultores más afamados de la provincia hasta sus últimos días) y apoyado por las autoridades municipales, en el espacio que ocupaba una antigua carpintería, hizo nacer a La Fe en apenas cinco meses: un establecimiento con agradable presencia donde todos tienen la certeza de que el trabajo lo puede todo.

Y ese «todo» incluye tener, como norma, no menos de diez ofertas. Entre las más demandadas, las pulpas de fruta, el puré de tomate y el «caldosín» (una bolsa con variedad de viandas y carne de cerdo fresca, principales ingredientes para una apetitosa caldosa), a precios que en general no superan los 50 pesos. Recientemente incluyeron en la tablilla bolas de cacao, barras de guayaba en conserva y vinagre.

Básicamente la materia prima de esas elaboraciones (como se propusieran desde el inicio) sale de la finca en usufructo del dueño de la pequeña industria, y además se las han ingeniado para procesar excedentes de cosechas de otros productores.

Casi todo es confeccionado artesanalmente, pero tienen un área que es fruto de las intenciones de ampliar y mecanizar el negocio, aprovechando el talento innovador de los lugareños. Así, cuentan con una máquina para enfriar algunos productos, un molino para triturar y hacer el puré de plátano y una descascaradora de frutas que también separa la masa de la semilla.

Humanizar el trabajo es una de las perspectivas en este establecimiento, cuya fuerza laboral es completamente joven, con muchas ganas de trabajar y sentido de pertenencia.Fotos: Lilibeth Alfonso Martínez

Aun con esa humanización, el trabajo es bastante rudo: todo se cuece en un fogón criollo que usa leña como combustible, y el grueso de las labores para el procesamiento de las frutas es completamente manual.

Se sobreponen a ello sus jóvenes trabajadores, porque saben que según produzcan así será el salario (ahora es de 2 000 pesos cada 15 días), y que esa tonelada de productos que elaboran diariamente, la gente de su localidad la espera y necesita.

Incluso más, explica Olivero Osorio: mucho más cuando empresas como la comercializadora de Artex, Cultura Provincial, la industria Muebles Imperio o la comercializadora por excelencia de la industria sidero mecánica, Divep, realizan pedidos.

Estos contratos deben ampliarse más allá de Imías, como parte de la filosofía del encadenamiento productivo, porque proporcionarán pulpas a una industria de productos alimenticios del vecino municipio de Baracoa.

Con su mirada puesta en el posible crecimiento, quien nació, creció y ha vivido siempre al pie de las extensas plantaciones de mango y otros frutales de su terruño, sabe cuántos frutos se pierden de cosecha en cosecha y ve muchas perspectivas de aprovecharlos más, humanizando el trabajo de sus jóvenes trabajadores, sustituyendo, por ejemplo, el fogón de leña por una marmita, y creando una línea para enlatar pulpas.

«Podríamos, por ejemplo, producir la compota que hoy llega por la libreta desde otras regiones del país, muy distantes por cierto, para los niños de Imías», sueña con los pies en la misma tierra en la que ve desperdiciarse toneladas de mango y guayaba.

No lo ve como una quimera, pues aspira a que su negocio, que es negocio para muchos, pueda ser aprobado más temprano que tarde para actuar en el escenario económico cubano como una de esas micro, pequeñas o medianas empresas.

Para Vilmayda Machado Londres, presidenta de la Asamblea Municipal del Poder Popular en Imías, el favorable estado de opinión de los lugareños sobre los productos de La Fe y las estrategias que aplican para sostener la variedad de ofertas, son los principales distintivos de esta pequeña industria. Y claro que sí: todo es posible cuando la fe se convierte en trabajo.

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