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Guinovart no tiene ni bola ni turbante

Antes no era una persona muy conocida fuera del ámbito académico; sin embargo, después de los pronósticos de la COVID-19 es fácil escuchar a la población hablar de él y de sus predicciones. El Doctor Raúl Guinovart Díaz, decano de la Facultad de Matemática y Computación de la Universidad de La Habana, quien conversó en exclusiva con Juventud Rebelde, asegura que es muy alentador que los resultados de su equipo «se vean y sirvan de ayuda al país»

 

Autor:

Margarita Barrios

«Cuando llegamos a la primera reunión en el Ministerio de Salud Pública (Minsap), donde había muchísimas personas de distintas ramas del saber, los compañeros del equipo me decían “pon las ecuaciones, para que las vean”. Empecé a explicar y terminé dando una clase de Matemática. No se entendía bien el sentido de lo que estábamos realizando y hasta hubo quien me preguntó qué estaba haciendo yo allí. Y la explicación es muy clara, la matemática penetra en todas las ramas de la sociedad, del pensamiento; está en la base de todas las ciencias».

Así expresó en entrevista exclusiva para Juventud Rebelde, el Doctor Raúl Guinovart Díaz, decano de la Facultad de Matemática y Computación de la Universidad de La Habana (UH), quien encabeza a un grupo de investigadores que hacen predicciones de cómo continuará la pandemia de COVID-19 en nuestro país.

«Un trabajo investigativo cualquiera necesita herramientas matemáticas y también computacionales, porque los cálculos que se pueden hacer a mano son muy pocos; si no se usa la técnica, no quedan bien.

«Lo que hace el doctor Durán cada semana, que informa lo que ha pasado con la COVID-19, es organizar los datos y tenerlos en gráficos, figuras, esquemas, tablas de barras, y a partir de ahí hace las primeras predicciones. Hay conclusiones que se pueden sacar de esos gráficos. Eso para nosotros es muy importante, porque nos lleva a un punto de partida para enfrentar el resto.

«Y así ocurre con cualquier rama de la ciencia que usted quiera analizar. Primero, tiene que tener los datos depurados, que sean computacionalmente procesables, y además representados, porque ya desde la visualización se pueden sospechar resultados, debido a que en las ciencias la intuición ayuda mucho. Ese es un primer paso y luego viene la parte de la teoría matemática, que en este caso se aplica a la epidemiología».

—Los cubanos estamos acostumbrados a los pronósticos del estado del tiempo, de la trayectoria de un huracán, pero no habíamos estado en contacto con predicciones relacionadas con la salud...

—Los pronósticos del tiempo también se basan en modelos matemáticos. Son muy similares a los nuestros, pero los datos de ellos son de la atmósfera. El hombre no puede cambiar la trayectoria de un ciclón, pero en el caso de las epidemias, aunque es un fenómeno biológico, se transmite por las relaciones sociales y pueden variar a partir de la actitud de las personas.

«Para nuestros pronósticos organizamos a la población en clases, de acuerdo con sus características respecto a la enfermedad: susceptibles, enfermos, infectados (que no están enfermos, pero transmiten), hospitalizados, los que se recuperan y los que fallecen. Y también tenemos ahora otro grupo, los vacunados.

«Se hace un diagrama de flujo (porque hay personas que pueden pasar de una clase a otra), lo que permite determinar en cada parámetro de tiempo qué cantidad de individuos hay en cada posición. Y cuando se determina esto se puede saber, posiblemente, el número de casos. Esto es aproximadamente, siempre hay un número de errores.

«Se forman sistemas de ecuaciones diferenciales, que a partir de los datos estiman determinados parámetros que es necesario tomar en cuenta y después se resuelven de manera numérica. En general, son sistemas no lineales, con una alta complejidad.

«Esa es la estructura general que se aplica a los modelos. Es un proceso muy bonito, que recoge muchas etapas. Aunque hay diferentes técnicas para estimar esos parámetros, la matemática favorece mucho la estimación del problema que uno está buscando resolver».

—¿Cómo surge la idea de hacer ese trabajo?

—Comenzó por un debate con la Doctora Miriam Nicado García, rectora de la UH, sobre cuál podría ser la evolución de la COVID-19 en Cuba. Ella, junto al consejo de dirección de la Universidad, realizaba una visita a nuestra Facultad.

«Trabajamos en unos pronósticos que le entregamos el 20 de marzo de 2020. A ella le resultaron interesantes y se los entregó al Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, quien los utilizó en una reunión con los gobernadores. Después nos invitaron al Comité de Innovación del Minsap y tuvimos el apoyo del entonces vice primer ministro Roberto Morales Ojeda, quien impulsó mucho este trabajo y depositó su confianza en nosotros.

«Con el apoyo y el interés de ellos es que hemos podido llegar hasta hoy. Nunca lo pidieron como una tarea, sino que le dieron a la matemática una importante responsabilidad y a un grupo de nosotros nos ha tocado cumplirla. Falta mucho por hacer y aprender, pero la ciencia ha sido favorecida y el pueblo agradece este trabajo».

—Gracias a ustedes el país tiene un alerta…

—El objetivo nuestro no es adivinar cuántos va a haber mañana o pasado; en eso nos podemos equivocar. Encontrar el número exacto no es el objetivo, sino estudiar las tendencias que se van a presentar, alertar a la población y al Estado de las medidas que se deben tomar para que el impacto sea menor, valorar si las medidas son efectivas, comprobar si la estrategia de vacunación está siendo adecuada y calcular cuántas personas sería preciso vacunar para controlar la epidemia.

«La pandemia no se desarrolla de manera uniforme en todo el país. Hacer ese estudio por territorio le permite al Estado distribuir los recursos y ponerlos donde más se necesitan. Eso es lo que hemos hecho todo este tiempo».

En equipo

El Doctor Guinovart Díaz quiso compartir la entrevista con dos de sus compañeros de equipo, porque según explicó, son muchos los que en la UH están aportando, tanto estudiantes como profesores e investigadores para los pronósticos de la COVID-19 y también en otros temas vinculados con la salud.

Uno de sus invitados fue el Doctor Isidro Abelló Ugalde, investigador del Centro de Estudios para el Perfeccionamiento de la Educación Superior (CPES), de la UH, quien al respecto destacó que este tipo de investigación matemática en el área de la salud se hizo con el VIH-sida y también con el dengue y otras enfermedades infecciosas, «pero esta pandemia ha cambiado el planeta; por eso es más visible.

«También se aplica para estudiar la efectividad de un medicamento, en inmunología, toxicología. Son modelos un poco universales. En esta Facultad se hicieron tesis con estudios de ese tipo. Incluso, para la formulación de la vacuna Abdala se utilizaron algoritmos en los procesos de optimización que se hacen a partir de la matemática.

Foto: Estudios Revolución.

«El empleo de esta ciencia para el análisis de esos fenómenos se conoce como Epidemiología matemática. Se utiliza un laboratorio teórico, porque no se pueden hacer experimentos con las personas; eso implicaría cuestionamientos éticos insuperables.

«Como se trata de una transmisión comunitaria hay factores económicos, políticos, sociales y culturales de una gran diversidad que influyen en esos resultados. La matemática permite, a partir de la incidencia, que son los cambios de un día hacia el siguiente, medir esos cambios. Claro que pueden cambiar, hay una suposición básica, que es la madre de todos estos modelos que son proporcionales a las personas enfermas, por la cantidad de candidatos que pueden enfermarse. Pero eso varía según el contexto donde está, porque si es una comunidad pequeña o muchos están vacunados, la posibilidad de contagio es menor».

—Hay factores añadidos, como una fiesta o una reunión, con muchas personas y en un local cerrado, que pueden incidir en un gran cambio de esos parámetros…

—Eso nos ha pasado. Las epidemias surgen en lugares así. De esta se dice que inició en un mercado; también en festividades religiosas como peregrinaciones han nacido epidemias. Si las condiciones cambian, se modifican los pronósticos», acentuó el Doctor Abelló Ugalde.

«Le voy a poner un ejemplo para ilustrar», precisa Guinovart. «Durante los meses de septiembre a diciembre, cuando ya se había logrado un índice alto de vacunación en la población cubana, empezó a decrecer el número de casos confirmados y, por supuesto, empezaron a mermar los fallecidos, los hospitalizados, etc. El país se mantuvo cerrado hasta principios de noviembre; había menos interacción entre las personas.

«Incluso, el comienzo de las clases no impactó mucho porque los alumnos estaban protegidos con las vacunas y la transmisión era baja; pero a partir de que se abre el aeropuerto y empiezan a llegar personas enfermas, entró la nueva variante Ómicron e hizo que el número de casos creciera, como lo estamos viendo ahora. No como estuvimos en julio y agosto, pero es un número de casos importante», recalcó.

Al preguntarles acerca del posible impacto internacional de esas investigaciones, otro de los invitados, el máster Wilfredo Morales Lezca, profesor de la Facultad, destacó que más allá del interés científico está también la parte académica: «Nos hemos dado la tarea de tratar de publicar los resultados, para que puedan ser vistos por ojos externos, no solo por la comunidad científica nacional.

«Cuando un artículo de ese tipo de medición se somete a consideración, son personas que regularmente no te conocen y no tienen ningún compromiso con el autor ni con el país. Hemos salido bien en esos criterios y el trabajo ha sido publicado en varias revistas nacionales y foráneas; la de mayor impacto fue la Physics of Fluids, de Estados Unidos», añadió.

Por su parte, el Doctor Abelló insistió en que en el mundo académico la publicación de un artículo tiene un valor importante, incluso la credibilidad ante la comunidad científica aumenta cuando los resultados están publicados en revistas reconocidas. «Es un aval para nosotros y para la institución.

«En muchos países se hace este trabajo y los modelos son similares», acotó. «La Organización Mundial de la Salud (OMS) dio seminarios de cómo sugerían hacerlo; nosotros participamos en uno mediante teleconferencia y lo que proponían era muy similar a lo que hacemos en Cuba», resaltó.

Facultad de gente inteligente

El Doctor Guinovart no era una persona muy conocida fuera del ámbito académico; sin embargo, después de los pronósticos de la COVID-19 es fácil escuchar a la población hacer referencia a sus predicciones, y comentar que «no se equivoca».

«Siempre he sido un profesor. Me gradué en el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona, de La Habana (hoy Universidad de las Ciencias Pedagógicas) en 1985. Cuando estaba en segundo año de la carrera formé parte del Contingente Internacionalista Che Guevara y me fui a Angola, donde impartí clases en una secundaria básica y por las noches enseñaba a personas adultas. Luego, estuve tres años en la Isla de la Juventud impartiendo clases a alumnos africanos que se formaban como maestros.

«Me mantuve como profesor en el Varona, y ante el déficit de docentes también en los institutos preuniversitarios en el campo, donde estudiaban alumnos de la capital, estuve voluntario dando clases de Matemática. En 1996 convocaron a ocupar plazas de profesores en la UH y gané una. Yo quería seguir de profesor, pero dedicarme también a la investigación. Siempre me ha gustado estudiar, algunas cosas hasta por entretenimiento. Aquí tenía más posibilidades para ello. Hice la Maestría y el doctorado».

—¿Siempre le gustó ser maestro?

—Cuando estaba en el preuniversitario era presidente de la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM) en el municipio capitalino de Plaza de la Revolución y me dieron como tarea captar alumnos para que se formaran como maestros. Me parecía que no era ético embullar a otros y no hacerlo yo, y me apunté. Además, la idea de ser internacionalista me gustaba y estudiar Ciencias Exactas también, así que lo hice con gusto.

—¿Y cómo llegó a Decano de la Facultad?

—Cuando me lo plantearon tuve que hacer un examen de conciencia, porque es una alta responsabilidad en la cual llevo ya nueve años. Yo había sido secretario del Partido en la Facultad y era vicedecano docente. Hay que tener ciertas características que no están escritas, pero deben atribuirse a una persona con esa responsabilidad, como ser Doctor y que respete la política institucional.

«El decano tiene que ver con todo, desde el latiguillo que se rompe en el baño, los servicios, los recursos materiales y también el proceso docente-educativo, las investigaciones, establecer vínculos con otras instituciones… Es una tarea compleja que te obliga a disciplinarte. Es preciso tener cuadros que van  a ayudar a enfrentarlas.

«Esta es una Facultad de personas inteligentes, con opiniones muy sólidas. No es fácil imponer criterios, hay que convencer. Las relaciones personales ayudan. Soy “agua mansa”, y si me disgusto es conmigo mismo. El ejemplo también ayuda mucho. Que nosotros mismos hayamos asumido esta tarea ha llenado de satisfacción a muchos que se sienten representados. No solo de la Facultad, sino de toda la UH.

«Sin la ayuda de otras personas no hubiera podido hacer nada. Mi esposa, por ejemplo, es fundamental. He tenido que estar ausente de la casa. Antes yo era el utility, arreglaba lo que se rompía, pero ahora el tiempo no me alcanza. Claro, siempre estoy a la hora de fregar los platos», afirma sonriente.

—¿Cómo llevar la Facultad desde el punto de vista del proceso docente-educativo?

—Años atrás hubo crisis de matrícula; ahora tenemos bastantes estudiantes; sin embargo, muchos no están motivados por la carrera, la cogen para no salir del sistema educativo y luego cambiarse.

«Si tienes 20 alumnos motivados, hay 50 que no lo están. Hacemos lo posible para que cambien de actitud, pero algunos llegan a las carreras universitarias con poco desarrollo del pensamiento analítico, tienen un pensamiento reproductivo y les resulta difícil tener éxito en esta carrera.

«No es que tengan mala memoria, porque se aprenden las letras de las canciones de ahora, que no son fáciles —afirma un tanto en broma—, mas no poseen capacidad analítica. Eso tiene que ocurrir en etapas tempranas de la vida, para lo cual hace falta un buen maestro. Mientras más desarrolla el niño la capacidad de pensamiento, más facilidad tendrá para aprender en el futuro. Así que ahora tenemos bastantes estudiantes, pero promueven pocos».

—¿Qué le diría a ese profesor de Matemática que está en un aula de la educación general?

—Que enseñe Matemática vinculada con la vida. Que busque ejemplos para que el alumno se dé cuenta de la necesidad de esos conocimientos. Hay programas de estudios y libros de texto que los profesores tenemos que cumplimentar en objetivos, pero no estamos obligados a dar la clase exactamente como está en el libro.

«En lugar de obligarlo a recordar fórmulas, es mejor enseñar los procesos. La enseñanza es también una ciencia; educar es una ciencia y requiere de motivación por parte del profesor.

«También les diría que estudien mucho y aprovechen internet. Claro que va a encontrar boberías, pero tienen que usarlo de manera inteligente para que descubran cosas muy bonitas y útiles, entre estas, Matemática Ilustrativa para esas etapas de primaria y secundaria, con el fin de motivar al estudiante con problemáticas científicas reales».

Ciencia en busca de soluciones

Contento por el apoyo que ha podido dar al país para buscar las decisiones más pertinentes en tiempos de pandemia, no escapa para el Doctor Guinovart el orgullo de que se reconozca la importancia de la matemática en la búsqueda de soluciones. «Las instituciones se han dado cuenta de que si el objetivo del país es avanzar en la producción, en los servicios, tienen que aplicar la ciencia para tomar las decisiones; no hay otra alternativa.

«Creo que esto también se debe a que el Presidente Díaz-Canel fue ministro de Educación Superior y profesor universitario. Él ha sido el principal promotor de que estas cosas se hagan, y que se tomen decisiones sobre bases científicas y no solamente a partir de criterios empíricos.

«Cuando se toma una decisión de dirección implica gastos de recursos, tiempo invertido. Sin embargo, cuando se tienen en cuenta criterios no de uno, sino de varios científicos, y también la experiencia personal de quien trabaja, se unen la teoría y la práctica, se llega a un acuerdo y se toma la decisión más necesaria.

«Es verdad que el desarrollo de la ciencia en el país comenzó con la generación histórica. Fidel, el Che… fueron impulsores de planes, empresas, el polo científico, las universidades. Y se ha mantenido a pesar de la dificultad para obtener los recursos, pero siento que ahora hay un avance en la toma de decisiones; incluso, se han emitido decretos para la creación del Consejo Científico Asesor en ministerios y otras instituciones, lo cual le da un basamento legal.

«Creo que estamos en una nueva etapa, aunque falta mucho todavía. Algunas veces llega un graduado de Matemática a un centro laboral y no distinguen qué tarea darle; y eso también pasa con el que estudia Ciencias de la Computación, aunque menos».

—¿Trabajar con los datos de la COVID-19 le ha creado, de manera personal, temor a enfermar?

—Eso, sin duda, puede ocurrir, aunque he sufrido tratando de tener la capacidad de transmitir lo que se avecina, sin crear alarma pero sin minimizar el peligro. Siempre estamos convocando a la responsabilidad individual y la educación de las personas. No es que culpemos a la gente de enfermar; llamar a que seamos responsables no es culpar a nadie. Es igual que cuando alertas a un hijo para que tenga un comportamiento adecuado. El que más puede hacer por su salud es uno mismo.

«Para nosotros ha sido un reto, pero muy bonito, aunque se ha trabajado mucho. Resulta muy alentador que los resultados se vean; poder ayudar es un resultado importante. Y que las personas los comprendan y sirvan de ayuda es muy estimulante».

 

 

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