Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¿El diseño de la solución final para Gaza?

Durante su encuentro íntimo y familiar en Washington, Trump y Netanyahu acuerdan un plan «terminator» para liquidar el problema palestino

Autor:

Leonel Nodal

Sin dudas, Donald Trump quería tener bien cerca a Benjamín Netanyahu esta semana, cuando volviera a ocuparse del tremendo conflicto creado por el «hombre de Washington» en el estratégico Oriente Medio. El sofocón provocado hace poco menos de un mes por su aventurero «ataque preventivo» contra Irán, incluso a riesgo de un estallido nuclear, no se podría repetir.

Al contrario, Trump le haría saber a su socio y amigo Bibi —como le dice en privado— que está puesto en serio para llevarse a casa un Nobel de la Paz, la joya faltante en la corona de su reino de hoteles, campos de golf y rascacielos con cúpulas de oro. Solo necesita hacer un show global convincente de su política de promover la paz a través de la fuerza.

Por eso, ante el inesperado tercer viaje del Primer Ministro israelí a la Casa Blanca, Trump generó una expectativa de nuevas iniciativas de paz y un rápido arreglo de la situación en Gaza.

Creo que podré anunciar un alto el fuego de 60 días, que permita liberar la mitad de los rehenes, y en ese período seguir negociando un cese definitivo de las hostilidades. Así, detrás de esa cortina de vagas promesas, pero convenientes, quedaron ocultos los acuerdos «en todo, la táctica, la estrategia y todo lo demás», dijo Netanyahu antes de regresar, después de visitar también el Pentágono.

Todo cuadrado, podría decir. En verdad, Trump concuerda en su rechazo a la paz y al Estado soberano palestino.

Primero, expulsar todos los palestinos posibles y después construir un campo de concentración para los que se resisten a dejar su tierra. Así enseña el manual de exterminio nazi.

Entre tanto, a partir de ahora, Netanyahu y Trump tendrían que diseñar y acordar juntos los proyectos para terminar la tarea en Gaza y en cada uno de los frentes de guerra abiertos: Líbano, Siria, Irán e Irak, donde no concluye la intervención militar.

Al propio tiempo se  debía cuidar en extremo el delicado nivel de relaciones de Washington con las monarquías del Golfo, depósito de las mayores reservas de recursos energéticos y claves para el control de las vías comerciales entre Europa, Asia y África.

La advertencia flotaba en todos los rincones de la Casa Blanca. Hay que salir de la manera más rápida y elegante posible del atolladero de Gaza, que le tiene trabado «el negocio del siglo» con las petromonarquías del Golfo.

Porque Trump no lo dice —no puede—, pero su lema «Make América great again» (MAGA) que en buen castellano puede traducirse como «Hacer grande a América (Estados Unidos) de nuevo», implica la admisión de que hoy —y desde hace un buen tiempo— está en picada, en franco retroceso.

Y lo peor es que China, mayor beneficiaria de ese proceso, lo ha logrado sin disparar un tiro. La famosa Ruta de la Franja y la Seda se extiende suavemente por los mayores puertos y vías marítimas del Golfo Arábigo o Pérsico. Los mercados se vaciaron de los productos «Made in USA». Hoy dominan los «Made in China».

Todo indica que el mandatario republicano llegó a la Casa Blanca convencido de que puede recuperar la pérdida supremacía económica, política y militar mundial. Ese es el trasfondo de las tensas negociaciones que se desarrollaron en Washington.

El objetivo público y aparente ha sido «poner fin a la guerra en Gaza» entre Israel y Hamás, en una simplificación para tergiversar en los medios masivos y redes sociales.

Netanyahu llegó a la Casa Blanca sonriente y con aire triunfal, pero atenazado por una mayoritaria oposición interna que reclama el fin de la guerra contra Hamás y el rescate de todos los israelíes capturados por la Resistencia. Además, existe un rechazo cada vez más visible del ejército israelí a poner más muertos en una guerra que solo sirve a sus ambiciones políticas.

La guerra de desgaste emprendida por los militantes desde las ruinas de Gaza se torna sangría diaria. El descrédito internacional, con sonoros episodios en Europa y Estados Unidos, destruye el mito de «víctimas» y los revela como genocidas.

Las sanciones impuestas por la administración Trump-Vance a la relatora de la ONU sobre derechos humanos de los palestinos, Francesca Albanese, muestran el odio de la alianza imperial anglosionista y la venganza por denunciar con nombres y apellidos a las corporaciones de alta tecnología militar, industrial y de comunicaciones occidentales que participan y se benefician del genocidio en Gaza.

Su detallado informe hirió el tejido profundo y más sensible; de ahí la brutal respuesta y la amenaza a todo el que denuncie y promueva el castigo a Israel y sus aliados.

Por esas razones, Netanyahu titubea y alarga la negociación de un intercambio de prisioneros que permita el rescate de todos los israelíes capturados por la Resistencia (alrededor de 50, casi todos militares; de ellos, unos 20 vivos). El precio sería el final de su mandato de 18 años aferrado al poder.  Y ya tambaleante desde la sorpresiva Rebelión de Gaza, el 7 de octubre de 2023, que hace 21 meses intenta sofocar sin éxito, después de matar o herir a más de 200 000 hombres, mujeres y niños palestinos, reducir a escombros la Franja y privarlos de agua, alimentos y asistencia médica.

La fracción ultraortodoxa de extrema derecha que sostiene su Gobierno de coalición le ha advertido que lo abandonará.

El acuerdo anterior gestionado en enero pasado bajo la presión de Trump, que ya tenía los ojos puestos en renovar la prometedora alianza con las multimillonarias monarquías árabes del Golfo, fracasó en marzo último por el rechazo de Netanyahu a una paz definitiva, que dejaría en claro su derrota.

Porque cada día es más evidente que lejos de una victoria militar, la guerra de tierra arrasada se convirtió en una catástrofe humanitaria que despertó el mayor repudio mundial.

La coalición gobernante de Israel está secuestrada por los elementos ultraortodoxos, partidarios de proseguir la guerra hasta la eliminación total de Hamás, la expulsión de la población palestina y la anexión total del territorio.

La gira de Trump por Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Catar, realizada en mayo, puso en evidencia que su mayor interés en Oriente Medio consistía en retomar los negocios, atraer sus capitales a Estados Unidos y asociarlos a su megalómano proyecto de recuperar la supremacía de la marca «Made in USA».

La guerra de Gaza es un estorbo para sus planes. Por eso, desde antes de tomar posesión de la presidencia insistió en un cese del fuego que abriera el camino al fin del conflicto.

A su juicio, ya había ido demasiado lejos, tanto que ahora ya pudo plantear el vaciamiento de la Franja, la reubicación de la población civil en Egipto y Jordania, y la construcción de un resort turístico de lujo: la «Riviera del Medio Oriente».

En vísperas de la apertura de la actual ronda de negociaciones, Trump dijo: «Trabajaremos con todas las partes para poner fin a la guerra. Los cataríes y los egipcios, que han laborado arduamente para lograr la paz, presentarán esta propuesta final. Espero, por el bien de Oriente Medio, que Hamás acepte este acuerdo, porque la situación no mejorará, sino que empeorará».

Hamás respondió que previamente había propuesto un acuerdo integral para un alto el fuego y el intercambio de prisioneros, pero Netanyahu lo rechazó.

Tras el regreso de Netanyahu a Israel, este sábado trascendió que las conversaciones de Doha sobre la retirada de las fuerzas armadas israelíes se han estancado. Más aún, funcionarios palestinos afirmaron que las discusiones están a punto de colapsar.

Hamás rechazó la propuesta que muestra el continuo control israelí sobre partes de Gaza, incluida la zona de amortiguación de Rafah, y que Netanyahu solo «ganó tiempo» con su viaje a Estados Unidos.

La nueva etapa del exterminio prevé la construcción de lo que llamó una «aldea humanitaria» en la arrasada Rafah, fronteriza con Egipto, de donde no se podrá salir, salvo para emigrar sin derecho a retorno, cuyo costo podría superar los 6 000 millones de dólares, casi la mitad del presupuesto de guerra de Israel.

El plan ya está en marcha. El ministro de Defensa, Israel Katz, ya dio orden al ejército de organizar la barrida de norte a sur. Se trata de una «solución final» en el más puro estilo hitleriano y un editorial de Haaretz dijo que «representa un punto crítico moral e histórico para el Estado de Israel y el pueblo judío. Por mucho que en Israel intenten disfrazar esta medida con epítetos blanqueados, están hablando de un campo de concentración».

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.