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Ciudad de tiempos

En Sancti Spíritus sobreviven al paso de 510 años valores que la hacen única en este archipiélago

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

SANCTI SPÍRITUS.— Dicen que es una urbe nacida a golpe de caprichos. Sus orígenes emergieron tierra adentro, convirtiéndose así en el primer asentamiento de los españoles alejado de la costa. A unos cuantos kilómetros de distancia del mar Caribe, el adelantado Diego Velázquez clavó la cruz para dejar por sentado que emergería allí la cuarta villa de Cuba.

Refieren los documentos históricos que pasado el segundo trimestre de 1514 el fray Bartolomé de las Casas bendijo las tierras vírgenes en un fragmento de lo que hoy se conoce como Pueblo Viejo —ubicado a más de cinco kilómetros de la cabecera provincial de Sancti Spíritus— y proclamó el primer clamor escuchado en favor de los aborígenes: el Sermón del Arrepentimiento.

Posteriormente, muchas investigaciones y supervisión de expertos foráneos de cada rincón de ese terruño, en 2014, confirmaron allí elementos de transculturación que señalan el sitio como el asentamiento original de la villa del Espíritu Santo. Es esa otra distinción: la única de las primeras villas cubanas con su sitio fundacional identificado.

«Pertenece esa área a un campesino, pero existe el monumento que identifica que se han detectado evidencias de que existió actividad humana, tanto de aborígenes como de europeos del siglo XVI. Una expresión concreta del proceso de transculturación es el hallazgo de cinco cuentas de collar, elaboradas por los aborígenes con cerámica española. Pasados ocho años, en 1522, el asentamiento buscó abrazar el río Yayabo y es por eso que hoy residimos más cerca de ese afluente», reconoce Orlando Álvarez de la Paz, jefe del Gabinete de Arqueología Manuel Romero Falcó, de la Oficina del Conservador de la ciudad de Sancti Spíritus.

Un cambio que ha espabilado muchos mitos y leyendas. Mas, la historia como ciencia que ausculta el pasado para entender el presente dio la última palabra: «Es una característica de villa itinerante que encontramos en otros lugares del país. Entre las muchas motivaciones se ha reconocido la búsqueda de oro y un área con un sólido asentamiento aborigen», acota la investigadora Bárbara Venegas Arbeláez.

La Iglesia Parroquial Mayor se disfruta desde diferentes puntos de la urbe. 

Primitiva encantadora

Del Sancti Spíritus del siglo XVI pocas huellas quedan, salvo sus calles y recodos distribuidos a semejanza de un plato roto. Sin muchas pretensiones llegó a mostrar cuatro plazas. Una estructura que desde cada uno de sus ángulos siempre se ve a uno de sus más preciados tesoros: la Iglesia Parroquial Mayor.

«Su núcleo urbano fundamental toma cuerpo en la elevación donde esa construcción con valores patrimoniales se erige —explica Roberto Villoch, director de la Oficina del Conservador de la ciudad de Sancti Spíritus. Poco a poco la villa crece y ya, para finales del siglo XVII, tiene un desarrollo longitudinal paralelo al río Yayabo y se ha acodalado hacia la zona más antigua del actual consejo popular de Jesús María. Con el paso del tiempo crece hacia otras zonas como hoy la disfrutamos».

En consonancia con sus épocas, emergió en 1689 la Ermita de Jesús y en el área del actual parque Serafín Sánchez, otrora Plaza de San Francisco o de Armas, se asentó la Ermita de la Veracruz. Posteriormente, ocupó su espacio la Iglesia de San Francisco y el convento con igual nombre. Ambos fueron demolidos para construir el espacio público testigo de muchos de los sucesos que tejen la historia de la urbe.

La misma que se refleja en el puente sobre el río Yayabo, único de su tipo en Cuba. Sostenido sobre cinco arcadas se mantiene intacto como expresión que respira al compás de sus pobladores.

«La ciudad tiene mucha influencia en su trazado urbanístico del sur de España de entonces —considera María Antonieta Jiménez Margolles, Ñeñeca, historiadora de la urbe. A finales del siglo XVIII y principios del XIX se rectifica ese trazado. Incluso, se erigió un barrio de moderno trazado regular, conocido como Pueblo Nuevo».

Si de esplendor se habla en la urbe del Yayabo, una de las joyas más admiradas da la bienvenida cuando se llega al parque Serafín Sánchez Valdivia. Es difícil no dejar escapar un suspiro por la belleza de la otrora Sociedad El Progreso, actual biblioteca provincial Rubén Martínez Villena. Allí se resguardan muchos de los principales hechos vividos en esta villa.

«El siglo XX marcó el inicio de una etapa de grandes transformaciones en parques y calles. Llegaron los automóviles. Se recubrieron muchos de los empedrados y las casas, unas se transformaron y otras se demolieron para hacer nuevas en consonancia con el eclecticismo», aclara.

De la ciudad a la manigua

Mientras en los ambientes urbanísticos se perfilaba el espíritu y fisonomía de la villa, los campos espirituanos fueron estratégicos puntos de la lucha armada contra el dominio colonial español.

Honorato del Castillo, Marcos García y Serafín Sánchez se inscribieron en el grupo de los primeros yayaberos en alzarse en armas en febrero de 1869. Páginas gloriosas escribieron esos hombres junto a sus tropas. De ese contexto uno de los hechos más reconocidos fue la Protesta de Jarao. Protagonizada por Ramón Leocadio Bonachea, constituyó un ejemplo de continuidad de la lucha armada ante el Pacto del Zanjón.

Herederos de esa tradición, otros espirituanos nombran trazos de nuestra historia nacional en la Sierra Maestra, el llano, y ascendieron al Escambray histórico, en tiempos de lucha contra bandidos.

Las artes también emergieron

Si algo se disfruta en Sancti Spíritus es la cultura popular. La ciudad tiene en su propia ciudadanía una riqueza llena de matices, vivencias e historias de siglos pasados.

«La villa se ha movido al compás de su ciudadanía común —alerta Juan Eduardo Bernal Echemendía, Juanelo, investigador, promotor cultural y escritor. Se recuerda siempre a los personajes que la calle ha conocido».

Ese motivo convirtió al bulevar en una especie de galería a cielo abierto. Allí se protege del olvido en formato de retrato escultórico a Francisquito, el espirituano que con un saco sobre los hombros y ropas raídas decía la hora más exacta que un reloj suizo.

Serapio es uno de los personajes populares que se resguarda en el bulevar como expresión de la memoria de la ciudad. Fotos:  Alien Fernández Martínez

También está Serapio, hombre de comparsas y compositor. Muy cerca, parece que lo mira Oscar Fernández Morera, quien captó con la poesía de los colores como pocos el espíritu de la villa. Se inspiró en los paisajes que posteriormente hicieron volar las musas de otros muchos artistas visuales e, incluso, estimularon la creación de murales.

«Aunque el Santiago espirituano tiene orígenes religiosos, poco a poco cambió hasta convertirse en una fiesta laica y de gran convocatoria en cada mes de julio», insiste Juanelo.

Al calor de nuestra mayor celebración popular y la más longeva en este terruño, emergieron otras expresiones musicales que persisten, a pesar de vendavales de modernidad: el Coro de clave con 110 años, la Parranda Típica Espirituana con 102 y los tríos que aún dejan escapar sonidos que trascienden el pentagrama local.

Pero si de pasado y presente se habla, Sancti Spíritus no puede dejar de usar la guayabera. Más que una prenda de vestir, es un símbolo de identidad compartido con el resto de Cuba y el mundo. Uno de los tantos que la hacen ser una verdadera joya histórica y cultural capaz de seducir con 510 años, porque nos devuelve a los muchos tiempos que ha vivido.

 

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