Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El escritor ya no es un solitario corredor de fondo

Tintazos La inventada cita Tela por donde cortar o rabia con qué acabar Poesía de... Roberto Méndez Mis primeras lecturas El lápiz de Manuel Rivas

Autor:

Pedro De La Hoz

El lector cubano de estos tiempos cada vez sabe más cuáles libros buscar y trata de obtener clásicos contemporáneos

Se observan multitudes en cada una de las sedes de la 17 Feria Internacional del Libro Cuba 2008. No son gente curiosa, aunque desde luego las hay. No van por el simple deseo de matar el tiempo o por aquello de darse brillo al decir: estuve en la Feria, esta vez no me la perdí. (Digo esto porque, como testigo de algún que otro evento de este tipo en América Latina hallé personas de cierto rango que acudían a los estantes a hacer vida social).

El lector cubano de estos tiempos no busca libros de autoayuda ni fija su atención en la lista de bestsellers para estar en última. Cada vez más sabe lo que quiere y, sobre todo, lo que necesita saber. Quiere tener en su biblioteca clásicos contemporáneos como Historia del cerco de Lisboa, de José Saramago, y Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, con el valor añadido de las espléndidas ilustraciones de Roberto Fabelo, pero también, como corresponde a su cultura política, lleva a casa la rigurosa cronología Cuba, 42 años de Revolución, preparada por José Cantón Navarro y Martín Duarte Hurtado, y le cae atrás literalmente a los tomos compilatorios de las intervenciones y reflexiones del compañero Fidel.

Leer a Martí no es para ese lector un ejercicio académico sino un acto de crecimiento espiritual, como también lo es el creciente interés por el ensayo filosófico o científico social. Una joven militar, por ejemplo, había olvidado comprar la serie monográfica coordinada por Graciela Chailloux y publicada en un tomo bajo el título ¿De dónde son los cubanos?, y me dijo: «¿No le molestaría, si usted entra a la librería, comprarme esa obra?».

Los niños merecen capítulo aparte. Para nuestra suerte se interesan por Elpidio Valdés y La Edad de Oro, por El gato con botas y al mismo tiempo hacerse amigo de la escritura del buen Carlo Frabetti, y ya le suenan en los oídos nombres nuestros como los de Exilia Saldaña, Enrique Pérez Díaz, Ana María Valenzuela, Nersys Felipe y Omar Felipe Mauri. La familia ayuda y falta que hace en medio de tanto Hombre Araña, Harry Potter y Tortugas Ninjas.

En esta oportunidad, los lectores de la capital del país se beneficiaron con la dotación anticipada de casi 400 títulos de alta demanda en la red de librerías de la ciudad y las facilidades del Pabellón Cuba, la Feria Agropecuaria de Rancho Boyeros y el Anfiteatro de La Habana Vieja, que contribuyó a descongestionar en parte el siempre atestado pabellón El Tesoro de Papel.

Pero quizá tanto como el lector haya que hablar de lo que representa para el escritor cubano un acontecimiento cultural de estas dimensiones. Al inaugurar la Feria, el presidente del Comité Organizador, Iroel Sánchez, recordaba las amargas palabras con que Virgilio Piñera, en 1959, retrataba la situación de los de su oficio hasta ese momento:

Decía Virgilio: «¿Qué es un escritor en Cuba? (...) La respuesta es tan difícil como la cuadratura del círculo o el hallazgo de la piedra filosofal. (...) ¿Se cotizan y venden nuestras producciones? Ni hablar ¿Nos pagan nuestros artículos? Esto sería inconcebible. ¿Nos lee el pueblo? Respuesta terrible: nos leemos entre nosotros mismos. ¿Pesamos algo en la opinión pública? Ni un adarme. Entonces, ¿qué somos? Pues personas privadas, que decidieron dedicarse al noble ejercicio de las letras. Y pregunta capital: ¿de qué vivimos? Del aire, de expedientes, de la peseta que nos da el amigo, de las cien tremendas humillaciones, de sueños y hasta de quimeras».

En estos mismos momentos más de 200 escritores participan en la agenda de la Feria en las provincias occidentales y centrales y se preparan para a partir de este lunes presentarse en las sedes orientales. No se limitan a firmar autógrafos o a verificar los éxitos de venta de sus publicaciones. Mucho más importante para ellos es dar cara a los lectores, dialogar, recibir impresiones, tomar el pulso a la vida misma.

Si bien es cierto que escribir es uno de los oficios más solitarios del mundo, nada estimula tanto como la comunicación directa con los lectores. Un famoso autor italiano que nos visitó para presentar su novela El viajero de la noche, Mauricio Maggiani, nos dijo al respecto: «Lo hermoso de esta Feria está en que el escritor se contagia con la avidez de los lectores; bajamos del pedestal a compartir el goce».

Quizá haya llegado el momento en que nuestros autores compartan una lúcida anticipación carpenteriana, cuando afirmó que habían quedado atrás los tiempos de soledad y comenzaban los de la solidaridad.

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