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El cine cubano: patrimonio de todos

El director de cine Manuel Herrera, quien dirige actualmente la Cinemateca de Cuba, conversa con JR sobre los trabajos que se realizan para la conservación del archivo y patrimonio fílmico cubano

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

No debe haber sido fácil para el director de Bailando chachachá, Capablanca y Girón, postergar sus proyectos cinematográficos para ponerse a conducir los derroteros de la Cinemateca de Cuba. «A veces entro en una contradicción muy grande, porque la Cinemateca en estos momentos se reconstruye y anda en la búsqueda de sus propias raíces en la labor que realizara Héctor García Mesa, la cual no solo fue de restauración y conservación, sino también de sólida proyección cultural. E intentar devolverle su esplendor me está chocando mucho, no te lo niego, porque no tengo tiempo, por ejemplo, para sentarme a escribir un guión...».

Sin embargo, Manuel Herrera se reconoce «reincidente». «Hace poco hablaba con el secretario ejecutivo de la Federación Internacional de Archivos Fílmicos (FIAF), y él me decía que los mejores directores de cinematecas son los cineastas, porque saben lo que tienen entre manos. Hay que pagar una cuota inmensa de sacrificio, pero tengo que admitir que ahora lo que me mueve es la restauración de la obra de mis compañeros: de los que están, de los que no están y, por supuesto, la mía propia, que también está en juego».

La confesión a Juventud Rebelde se produjo recientemente en Cienfuegos, durante una de las intensas jornadas de la II Muestra Temática del Cine Pobre de Humberto Solás, que tuviera como inmejorable sede principal al hotel Jagua —fabuloso por su confort, pero sobre todo por el trato exquisito de sus trabajadores—, donde se habló muy seriamente sobre un tópico que debe ser de interés y preocupación de todos: la conservación del archivo y patrimonio fílmico cubano.

—Herrera, ¿en qué situación se halla el archivo y el patrimonio fílmico cubano?

—En este asunto hay que distinguir dos cosas: el estado en que pueden estar las copias; y el de los negativos. Como consecuencia del período especial se fueron deteriorando las condiciones de almacenamiento del archivo, y las copias sufrieron un daño notable.

«En estos momentos se están construyendo las bóvedas —de almacenamiento incluso giratorio, que aprovechan mucho el espacio—, con los requerimientos técnicos y magníficos equipamientos. Cuando estén esas condiciones creadas comenzaremos la reestructuración del material. Eso significa que ahora no se puede conocer la situación en que se encuentran esos materiales, pues no es recomendable abrir una lata de película, porque cualquier polvo podría producirle ralladuras. Debemos entonces esperar a que todo lo constructivo termine para saber el estado exacto en que están los negativos».

—Se conoce que existen varias películas cubanas clasificadas como patrimoniales. ¿Cómo se produjo esa selección?

—Son 144 las que poseen esa categoría, pero no conozco cuál fue el origen de dicha decisión. Lo cierto es que no intervinieron los directores. Esa selección tiene un sentido un poco anárquico y se nota la ausencia de obras importantísimas. Por ejemplo, no hay ni un solo Noticiero ICAIC Latinoamericano —eso nos motivó a solicitar a la UNESCO la condición de Memoria Mundial para esas 1 492 obras imprescindibles de la cinematografía nacional y poder salvar la colección completa de negativos—. Es decir, que Cuba cuenta actualmente con 1 636 obras con carácter patrimonial.

—¿Cómo se llevará a cabo el proceso de restauración?

—En dependencia del estado en que estén. Lo ideal sería comenzar por el que peor se halle. No obstante, no hemos esperado a tener todas esas condiciones para recuperar materiales. Por ejemplo, toda la producción de largometrajes de Tomás Gutiérrez Alea está recuperada (solo nos quedaría La pelea cubana contra los demonios, labor que realizan amigos de Inglaterra).

«Pensamos que tiene deterioro la obra de Humberto Solás, como es el caso de Cantata de Chile, que la incluimos en un convenio que firmamos con la Cineteca de Chile que recuperó su patrimonio guardado aquí desde la época de la dictadura, y nos apoyará en la conservación de esa película, obra patrimonial de ambos países. Asimismo, como sucedió con la Filmoteca de la Universidad Autónoma de México, donde recuperamos siete Noticieros ICAIC, haremos en Portugal, que está muy interesada en ellos, porque recogen las pocas imágenes que existen de la Revolución de los claveles.

«Esa es la política que queremos llevar adelante: aprovechar todas las oportunidades. Por supuesto, que estamos enfrascados en la formación y preparación de técnicos que puedan realizar este trabajo, porque recuperar en el exterior los casi 6 000 títulos que tiene el ICAIC resultaría extremadamente caro. No quiere decir que la totalidad de estas obras esté en mal estado, pero como mínimo necesitan una limpieza ultrasónica para ser digitalizadas, lo cual facilitaría luego a los investigadores y alumnos manipularlas y consultarlas. Aunque nos queda claro que para la conservación necesitamos el negativo de 35 mm, porque es el único que garantiza un largo período de conservación.

«Es importante aclarar que todo esto va más allá del ICAIC. Estamos hablando del patrimonio del cine cubano. La Cinemateca posee películas anteriores a la Revolución, que está conservando de manera primaria, dándole aire, etcétera, para intentar apalear los efectos del clima y la humedad. Todo eso es patrimonial, como lo es, en mi criterio, hasta el cine aficionado. Por ello tenemos que involucrar en esta empresa a todos los organismos que producen cine».

—¿El hecho de que una obra sea considerada patrimonial la pone en ventaja en relación con aquellas que no lo son?

—Así debe ser. Está claro que para la Comisión Nacional de Patrimonio no todo clasifica en esa categoría, sino un número determinado de materiales. Para que me entiendas: no todas las obras de un pintor famoso como Wifredo Lam clasifican por el hecho de que sean de su autoría. Pero en el cine la cuestión es diferente: es imprescindible conservar una película no exitosa como El veneno de un beso, producida en 1928, y de la cual tenemos solo seis rollos. Sin ella no podríamos conocer a las figuras que participaron, pero tampoco tener información visual sobre ese período y ni de cómo se hacía cine. Esa es una obra de un gran valor histórico, como sucede con el resto de las películas, los Noticieros...

«Si no hubiese existido ese patrimonio histórico, Pastor Vega no hubiera podido filmar Viva la República. Eso explica por qué creemos que no son solo esas películas. Sabemos que es la cifra que exigen los estatutos patrimoniales del país, mas no se adapta al archivo cinematográfico».

—No obstante, cuando estén todas las condiciones creadas se encontrarán con una disyuntiva: ¿por cuál película comenzar?

—Ahora los directores están participando en el proceso de digitalización de sus películas, y pienso que ellos deberán estar también a la hora de determinar las prioridades. Pero no solamente ellos, sino también aquellos que hemos conocido la obra de quienes ya no están.

«Cuando estaban restaurando La muerte de un burócrata en Caracas se paralizó el proceso, pues surgió una duda en los especialistas al no poder determinar por la copia cómo era la intención fotográfica de la película. Y aunque no fui asistente de esta, sí tuve esa responsabilidad en otras tres, dos de las cuales habían sido fotografiadas justamente por Ramón Suárez. De ahí que me “comieron” a preguntas antes de retomar el proceso.

«Cuando vayamos a trabajar Un día de noviembre, de Solás, habrá que acudir a Pablo Martínez, y así sucesivamente. De ese modo funciona en todos los laboratorios del mundo.

«¿Cuál será la primera? No te lo podría precisar. Ya estamos finalizando con Titón y empezamos con Humberto, pero también hay que tener muy en cuenta a Manuel Octavio Gómez, uno de los grandes cineastas olvidados del cine cubano, con una obra impresionante en número y calidad, y quien nos entregó dos películas fundamentales: La primera carga al machete y Los días del agua.

«Recientemente hicimos en la Cinemateca una retrospectiva de casi todo el cine cubano, y las películas que con más agrado redescubrió el espectador fueron Tulipa y Patakín, increíblemente. Dos películas que fueron muy cuestionadas y que ahora se han convertido en filmes de culto. El cine es así. O sea, que no nos podemos quedar solo con el juicio del momento, porque la aceptación o no de una película está condicionada por muchos factores».

—¿Se puede considerar importante a nivel internacional el patrimonio cinematográfico cubano?

—Sí, lo demuestra la condición que se le otorgó de Memoria del Mundo al Noticiero ICAIC Latinoamericano. Pero al mismo tiempo, Lucía está en el número cinco entre las cien películas iberoamericanas más significativas; nómina que encabeza Memorias del subdesarrollo, de Titón. Ya por ahí podemos tener una idea de su valor. Asimismo, te podría mencionar, en el género documental, las producciones de Nicolás Guillén Landrián, de Sara Gómez; de cineastas casi desconocidos como Bernabé Hernández...  Sí, nuestro patrimonio es muy valioso y merece todo este esfuerzo.

—¿Considera oportuno que la II Muestra haya ofrecido un espacio a la discusión de este tema?

—Sí, lo es. Y mucho. Hay que hacer conciencia sobre estas cuestiones. En cualquier lado puede haber una película, fotos, equipos..., que son patrimoniales. A veces ni en el ICAIC se conoce lo que representa el patrimonio. En ocasiones me he encontrado con que quieren botar un printer del año 25, pieza museable del cine cubano... Hay que estar constantemente vigilante para que no tiren los viejos equipos de iluminación, que en verdad estorban porque son muy grandes, pero fueron los que iluminaron a Sergio Corrieri en Memorias del subdesarrollo —también sucede que la Cinemateca carece de un sitio para un Museo, y no cuenta con su área de almacenamiento—. Por eso eventos como la II Muestra Temática del Cine Pobre de Humberto Solás hace mucho al incluir la discusión sobre archivo y patrimonio, pues propicia la confrontación, el intercambio de ideas, la reflexión. Y así siempre hay ganancias.

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