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La filosofía de Kemchs

El caricaturista mexicano Arturo Kemchs —amigo de Cuba hace más de 20 años— dialogó con Juventud Rebelde sobre su intensa carrera

Autor:

Julieta García Ríos

«Las caricaturas de Kemchs siempre me han gustado, por una razón: maneja el humor y la ironía, y lo hace con una no sé si premeditada ingenuidad. Más que ingenuidad, diría que con una ternura difícil de encontrar en otros caricaturistas… ver sus monos (dibujos) me produce una sensación extraña, muy lejana al odio y al coraje».

De este modo define Eduardo del Río García (Rius), el más grande caricaturista mexicano, a su colega Arturo Kemchs Dávila, quien hace algunos días estuvo en La Habana, adonde vino con motivo del Taller Internacional de Humorismo Gráfico e Historieta.

En una mañana de domingo, interrumpimos su charla con los colegas asistentes al taller para dialogar con el actual presidente de la Unión Iberoamericana de Humoristas Gráficos.

Con su hablar pausado y en voz baja, descubrimos al hombre de limpios trazos y originales ideas, quien acumula más de 30 libros en solitario y otra decena junto a colegas de diversas regiones del planeta.

Los dibujos de Kemchs tienen un sello propio y una fuerza que advierten los estudiosos del tema. Por eso en 1994 la revista norteamericana Witty World lo incluyó entre los mejores caricaturistas del mundo, y 11 años más tarde Rius lo registra en su libro sobre los 50 mejores caricaturistas de la historia de México.

Nuestro entrevistado ha publicado en los más importantes medios de su país y el orbe. En la actualidad sus caricaturas aparecen en la legendaria revista mexicana Siempre, además de en The Washington Post y en The New York Times.

Mas su carrera no se limita a lo personal, es gestor de innumerables proyectos. De ello da fe su colega y amigo Arístides Hernández (Ares): «Arturo es de la clase de gente que nunca puede estarse tranquila, cuando me pongo a enumerar todas las publicaciones que  se ha lanzado a realizar o de las que ha sido editor, a veces creo que está medio loco, de una locura para envidiar. Él es un organizador nato, pareciera que le gusta buscarse líos, pues no acaba de terminar un proyecto y ya tiene unos cuántos más listos para hacer, y lo mejor es que logra llevarlos a buen propósito».

Su primera caricatura la publicó en la gaceta de la Universidad Autónoma de México (UNAM), donde se graduó de licenciado en Administración de Recursos Humanos, para contentar a su familia.

Siendo estudiante de la preparatoria de la UNAM, Kemchs se une a un grupo «subversivo» que arremetía contra el rectorado de la universidad. Era el año 1975, y él dibujaba las viñetas de los volantes que repartían. Un día lo llamaron de la dirección y le preguntaron si era él quien dibujaba esos volantes. En ese momento se sintió perdido, pero para su sorpresa le solicitaron que ilustrara las carreras para la Gaceta de la UNAM. Durante seis meses se dedicó a eso. Al finalizar no solo publicó por primera vez, también expuso y recibió su primer salario como dibujante.

Conoció nuestro país en el año 1982, cuando vino como turista, entonces ya colaboraba en la revista La Garrapata: «semillero de muchos dibujantes mexicanos». Pero no fue hasta 1985 en que se hicieron frecuentes sus intercambios con los dibujantes cubanos.

«Llegué a venir hasta tres veces por año. He estado aquí entre 15 y 20 veces», asegura.

Gracias a Kemchs muchos cubanos vieron publicada su firma fuera de la Isla. Sobre esos días Ares, el más premiado de los caricaturistas cubanos, rememora:

«Era Kemchs el presidente de la Sociedad Mexicana de Caricaturistas cuando los dibujantes cubanos nos quedamos sin el mínimo espacio para publicar. No olvidemos aquellas tiradas del dedeté editado en colaboración con Lapiztola, revista órgano de esa Sociedad. Pero no solo en ella hallamos espacio, sino también en Lapiztola latinoamericana, la revista Verde, el suplemento Otromásotro del periódico Unomásuno, y luego en la revista Chocarreros, que logró arribar a su número cien. Todas ellas fueron en gran medida, o en su totalidad, fruto de su talento».

—¿Por qué en muchos de sus proyectos ha involucrado a los cubanos?

—Eran mis colegas y en el momento que vi la oportunidad de solidarizarme con ellos, lo hice. El período especial no lo tenía visualizado. Estaba para ayudarlos, colaborar con ellos. Nunca lo vi como una etapa difícil, ahora que han pasado los años me lo comentan.

—¿Cuál es la visión que tiene del humorismo gráfico cubano?

—Ha habido una evolución. He visto el crecimiento de muchos, y cada vez que vengo hay nuevos dibujantes. He sido testigo de cómo nacen caricaturistas como Ares y de cómo se consolida la carrera de otros como Tomy.

—¿Cómo surgieron algunas de las publicaciones humorísticas creadas por usted?

—Primero fue Lapiztola, la creé cuando me eligieron presidente de la Sociedad Mexicana de Caricaturistas —entre 1992 y 1996—. Cuando dejé esa responsabilidad quedó como órgano oficial. Antes tuvimos la revista Rayas, pero su tirada era muy corta, solo circulaba entre caricaturistas. Lapiztola, en cambio, es la primera que sale con un fin comercial. Tenía una tirada de 10 000 ejemplares que se distribuían en los puestos de periódicos. Fue la primera destinada únicamente a la caricatura.

«También realizamos la revista especial Lapiztola dedeté, que solo contenía caricaturas cubanas. Se vendió en México y se trajo a Cuba.

«Luego terminó mi período en la presidencia y, como al año, me contrató el periódico Unomásuno. El director me pidió que hiciera un suplemento humorístico y creamos Otromásotro, que circulaba los sábados.

«Esa fue la etapa de mayor colaboración foránea. La finalidad era que fuese un suplemento latinoamericano, contacté a Quino, a Aragones, a caricaturistas brasileños. Pero sin dudas los cubanos eran un grupo fuerte. Fue la mejor etapa que tuvimos, porque eran ocho páginas semanales donde publicábamos un promedio de 40 caricaturas. Después vino la crisis económica y los cinco suplementos existentes desaparecieron, aunque, según las encuestas de popularidad, el 90 por ciento de los lectores prefería a Otromásotro».

—¿Qué importancia le otorga a la caricatura?

—Algunas personas piensan que el humor gráfico no es un género periodístico. Pero, el objetivo que logra la caricatura en muchas ocasiones no lo alcanza el texto. En México, al caricaturista se le tiene mucho respeto y se le toma mucho en cuenta. Se dice que somos los cómplices de los lectores, porque a muchos les gustaría decir lo que expresamos con nuestros dibujos.

—¿Qué prefiere: la caricatura editorial, la personal, la ilustración o la historieta?

—Prefiero la caricatura editorial, que es mi opinión sobre un asunto. La caricatura personal se me dificulta enormemente, necesito dos o tres fotos, además que tardo en realizarla. En eso admiro a los cubanos, a quienes se les da mejor.

—¿Con más de 30 libros publicados, dónde radica el secreto?

—No trabajo para hacer libros. Todos mis libros los he creado circunstancialmente, a partir de materiales que ya tenía. Cuando acumulo entre 20 o 70 cartones sobre un mismo tema entonces es que investigo sobre esa idea en profundidad.

—Es apreciado el comentario que Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz, hace en su libro Hagamos el humor y no la guerra, ¿cómo surgen proyectos como ese?

—Estaba en Brasil como jurado de un concurso que forma parte de un festival de humor. Eran como las 10:00 a.m. cuando llaman a Chico Carusso, del periódico O Globo, y le dicen: «Acaban de derribar una de las Torres del World Trade Center en Nueva York», no lo quería creer cuando le confirman que en ese momento la otra se fue abajo. Fue así que se me ocurrió, en lugar de llamarle Festival de Humor, nombrarlo Festival por la paz.

«Entonces decidí hacer un libro con esta temática. Contacté a varios caricaturistas del mundo y les pedí que el tema fuese la paloma de la paz. La experiencia con Rigoberta Menchú fue muy interesante, alguien de su fundación en México me llama, y me dice que quería escribir el prólogo del libro y acepté de inmediato, conversamos en más de una ocasión».

—¿Hay algo que distinga el humor que se hace en las diferentes regiones del mundo?

—El humor es universal. Si ves los dibujos sin fijarte en las firmas te percatas de que un chino, hindú o latino aborda la temática de forma similar. Pero el humor gráfico de los norteamericanos es muy diferente, tanto la solución plástica como el mensaje, porque no nos reímos de las mismas cosas.

—¿Cuáles son los más grandes caricaturistas de la región?

—Quino, con Mafalda, representó a Latinoamérica en todo el mundo; Fontanarrosa trascendió; y Rius es el parteagua. En México decimos que hay un antes y un después de él. Estas figuras han influido en mí y en una generación extensa de humoristas gráficos.

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