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Un espacio para la leyenda

La Estudiantina Invasora es una superviviente. A estas alturas, tal vez la única. Fundada en 1927 en Santiago de Cuba, se propuso «invadir» la Isla con el son, en momentos de fuerte influencia jazzística

Autor:

Reinaldo Cedeño Pineda

Dicen que las calles se llenaban de sonidos. Dicen que las muchachas entornaban las ventanas para verles pasar. La ciudad se contagiaba de alegría con los jóvenes estudiantes, con los bisoños músicos llegados desde El Tivolí, desde barrios cercanos, y deslizaba una mano agradecida en sus bolsillos. Esa bohemia que llenó los bailes de máscaras y las festividades públicas se remonta al temprano siglo XIX, con la influencia cultural de los asentamientos franceses y vive un resurgimiento en las postrimerías de esa propia centuria y el alba de la siguiente, cuando se constituyen agrupaciones estables en el suroriente cubano.

La Estudiantina Invasora es una superviviente. A estas alturas, tal vez la única. Fundada en 1927 en Santiago de Cuba, se propuso «invadir» la Isla con el son, en momentos de fuerte influencia jazzística. A su historia están unidas figuras de nuestra música, entre ellas, el inolvidable bajista Roberto Nápoles. Ha recorrido mundo —del Viejo Continente a las arenas del Sahara, del Caribe al firme americano—, mas el grupo reserva un instante íntimo en su trayectoria: el homenaje de toda la agrupación a un nombre mítico para la música, Antonio Machín, en la necrópolis de Sevilla, en la tierra ibérica que le ha sido tan propicia.

Heredera de aquel legado, la Estudiantina Invasora conserva una estructura heterogénea: dos guitarras, un tres, un contrabajo, una trompeta, un timbal y dos cantantes diestros además con el güiro y las maracas, todo lo cual le dota de un sonido auténtico y original. No todos los días puede encontrarse una agrupación cuya versatilidad le permita abordar, con tal soltura, los géneros musicales tradicionales. Basta escuchar este disco para darse cuenta.

Aguanta ahí es un regalo.

Inaudis Paisán Mallet, al frente de la Estudiantina Invasora desde 1991, es un trompetista de dos mundos aparentemente distantes. Ha integrado formatos populares —al lado de maestros como Electo Rosell, «Chepín» y Pacho Alonso— y es fundador de la Orquesta Sinfónica de Oriente. Su trompeta es sello inconfundible, y sus matices, línea unificadora del diseño sonoro. Director musical de este fonograma y solista vocal de dos temas, su mano se advierte en la propuesta abarcadora, la solidez de las ejecuciones y la equilibrada selección de títulos. No faltan imprescindibles como Ángel Almenares, Arsenio Rodríguez, Juan Pablo Miranda y Eusebio Delfín.

Si El son de mi Santiago (José Luis Lozada) es el pórtico del fonograma; El día que Dios, pieza del compositor Alfredo Fabar, resume el espíritu del disco. Por su picaresca, asoma el cosmos de una larga tradición, el sabor genuino del son y el acople de un conjunto sui géneris. Humberto Bisset y José Cabrera ponen en sus gargantas el tono justo del canto sonero. No hay quien pueda quedar indiferente… El día que Dios / me mande a buscar / voy a pedirle que me deje un rato más / porque quiero guarachar/ porque quiero vacilar / porque me han dicho / que allá arriba no es igual…/ Aguanta ahí / que yo no estoy apura’o…

Reinaldo Creagh hace del bolero En Falso (Graciano Gómez) un momento inolvidable, digno de escucharse una y otra vez. El nonagenario cantante —que hizo época con La Vieja Trova Santiaguera— despliega, a la par de un sereno equilibrio, una interpretación señorial que delata una época de oro. Es uno de los lujos que se gasta esta producción.

Asimismo, Aguanta ahí acierta al extender invitación especial al estilo, a la voz de Adriano Rodríguez, Eugenio Rodríguez «El Raspa» y la dama de la trova santiaguera, Eva Griñán, una tríada de respeto que la Estudiantina respalda con eficacia. Para soltar los pies, El chivo (Víctor de los Santos) es el cierre escogido en la concepción discográfica.

Aunque toda obra de este tipo es un afán de voluntades, no es posible dejar de apuntarlo. Aguanta ahí (Bis Music) debe su aparición a la incansable labor de José Manuel García y Eddy Cardoza, un binomio de productores que va aportando obra fértil para la memoria sonora de la Isla. La Estudiantina Invasora festeja con este disco sus ¡85 años de tradición!, inscrita ya en el catálogo de leyendas de la música cubana.

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