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Alejandro Filio me hizo grande

El cantautor mexicano regresó a La Habana luego de doce años de ausencia para sumarse a una campaña internacional por el cese de la violencia contra la niña y la mujer

Autor:

Julieta García Ríos

Alejandro Filio no ha terminado de crecer. Eso sentí al ver el gesto infantil, tierno, ingenuo con que recibió los aplausos de un público heterogéneo que aclamaba su regreso al escenario de la sala- teatro del Museo Nacional de Bellas Artes.

Aunque las luces y la distancia me separaban de él puedo asegurar que lo vi ruborizarse. Quizá no esperaba tan cálida acogida.

Él estuvo pleno, y se sintió querido rodeado de amigos y amigas. A solo unos pasos le abrigaba la mirada de Marta Campos, su ángel de la guarda. Más lejos pero imposible no ver: «Fernandino» Bécquer; Santiaguito Feliú, Sory. La bella Rochy Ameneiro, artífice de su visita, también lo acompañó;  X Alfonso y su familia (Síntesis).

Al escenario subieron Carlos Varela y Vicente Feliú. Detrás de las cortinas, como un eleggúa, Aldito López Gavilán custodiaba el encanto. «Se puede hacer un concierto de trovadores», bromeó Filio.

El «gnomo» provocó el histrionismo del mexicano. Por petición suya imitó a Víctor Manuel, a Amaury… contó chistes y supimos de su antipatía por Arjona. Este dueto cambió el ritmo del concierto, parecían adolescentes que se burlaban de sí mismos. Pero entre travesuras se dijeron verdades. Varela reclamó un espacio más grande: Se merece otro teatro: el Mella, por ejemplo. Lo bendijo una y otra vez y aseguró que «Filio es un músico que inspira».

Vicente Feliú lo abrazó como quien acoge a un hijo. Abogó por la paz sin dejar de guerrear. Y juntos cantaron No te cambio, esa canción que ha hecho suya desde el año 1998.

Como era de esperar se escucharon las letras de Un secreto a voces, uno de los discos más bellos de habla hispana. Un proyecto en el que Filio entonó sus temas a dúo con catorce de los mejores cantautores de la región. Por Cuba lo acompañaron Silvio Rodríguez, Vicente Feliú, Gerardo Alfonso, Carlos Varela, Amaury Pérez y Raúl Torres.

Nacido en la Ciudad de México el 13 de marzo de 1960, reconoce que escuchar a Silvio y la trova cubana fraguó su manera de componer. En los años 90 comenzó su carrera discográfica. Hoy cuenta con 18 fonogramas y dos DVD, en los que destaca la belleza y hondura de las letras.

Tenía tantas expectativas de escucharlo en vivo que sentí temor que el concierto no superara a Un secreto. Pero su voz sacudió mis huesos, lloré con Romina, esa canción que dedicó a la hija que no llegó a nacer de un matrimonio amigo. Romina es contemporánea con uno de sus hijos. El dato me ayudó a comprender las líneas: Romina desde que estás lejos/ no es sencillo ningún juego/ de los que aprendí para vivir.

Temas como Comandante, dedicado al Che, y Habrá que creer (en Cristo, en la paz, o en Fidel) me sobrecogieron y junto al público sentí la euforia por Brazos de sol.

Casi dos horas duró el concierto en el que abogó por el fin de la violencia hacia la niña y la mujer. Lo hizo desde un discurso en que incluyó a mujeres y hombres. Y escogió una bella canción para resumir su sentir al respecto, Despierta, que habla del amor hacia nuestros hijos. Por el futuro se empieza a construir el presente.

A teatro lleno dio el concierto. Parecía que había terminado cuando el público, de pie, pero sin dar un paso, lo devolvió al taburete. Advirtió que sería solo una última canción. «Mañana a la misma hora estaré cantando en México», dijo.

Olvidaba decirte fue la elegida. Una canción dedicada a su madre. Ella falleció en el 2001, fecha que coincide con su última visita a La Habana. En aquella ocasión prácticamente salió de los funerales para acá. Venía invitado por Vicente Feliú para unirse al proyecto Canto de todos, evento que tuvo como escenario la Casa de las Américas.

«Filia Herrera, pianista concertista, fue más madre que artista», me confesó. De sus nueve hijos, solo Alejandro Gómez tomó su nombre por propia voluntad. Desde los 16 años lo adoptó para ir canturreando al amor. Tiempo después de su partida le cantó:

Olvidaba decirte que he preferido un lejos
Que alucinado y triste para el circo de espejos
Me faltó preguntarte si es que duele la muerte
Como pactamos antes, como vivimos siempre…
Este hombrecillo de metro y medio de estatura y un tanto más de sueños, me hizo grande. De vuelta a casa abracé a mi madre y a mis hijos de una manera más honda.

Gracias Rochi, Julio César, la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades (RIAM), el Proyecto Todas Contracorriente, La Casa del Alba Cultural y el Instituto Cubano de la Música ICM, Iván Soca Pascual y a Adán (que un día me conquistó con Un secreto a voces) y a tod@s los que hicieron posible la visita de Filio.

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