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Vuelos prohibidos

El director de cine Rigoberto López ofrece detalles a nuestro diario de su más reciente filme

Autor:

Jaisy Izquierdo

Una historia de amor, filmada entre París y La Habana, y con un protagonista singular, se edita por estos días en los cubículos del Icaic. Su realizador, Rigoberto López, autor de la cinta Roble de olor (Gran Premio Dikalo del Festival Pan-Africano, Cannes, Francia, 2006), y también guía de la Muestra Itinerante de Cine del Caribe, se alejó unos minutos de los laberintos creativos que enlazan imágenes y sonidos, bajó las escaleras del edificio de 23 y 12, y nos reveló algunas pinceladas de esta, su nueva entrega, Vuelos prohibidos.

«Con mi segundo largometraje de ficción —asegura— intento contar una historia de aliento romántico, intimista, y a la vez reflexionar sobre la realidad cubana actual. Descansa sobre dos personajes principales, que están interpretados por la actriz francesa de origen marroquí Sanaa Alaoui y Paulo Fernández Gallo…»

—¿Paulito FG?, lo interrumpo dudosa.

—Pues sí. Él se enfrentó al desafío de actuar sin ser actor, sino cantante, con la singularidad de que esta trama es un tour de force para los protagonistas, ya que ellos cargan con el peso de toda la historia. Sin embargo, su profesionalidad, compromiso con la película y a la vez sus cualidades personales, le permitieron asumir este papel en el que no canta ni lo acompañan sus canciones por ninguna parte, sino que se transforma en Mario, un fotógrafo y corresponsal cubano.

—¿No tuvo temor de escoger a Paulito para el protagónico? ¿Cómo valora su desempeño durante el rodaje?

—En primera instancia había pensado en otro actor, pero por razones de producción no pudimos hacer coincidir nuestros calendarios. Tenía que empezar a filmar inminentemente y aún no sabía a quién entregar el rol principal. Una amiga me propuso a Paulo FG y yo en verdad tuve mis dudas, pues en mi mente estaba la imagen popular del timbero, el «sofocador de la salsa» y sabía que este criterio pesaba mucho en el imaginario convencional del país. Pero para nada me escudé en prejuicios y fui a verlo. En el transcurso de la conversación fui conociendo al Paulito artista, con inquietudes, sensibilidad y potencialidades que me permitieron ver que podía asumir este personaje con naturalidad y simpatía. En aquella ocasión le hice decir algunos textos del guión y apelé a la intuición que todo director debe tener.

«Me convenció el hecho de que este personaje comparte con Paulito su procedencia popular y la capacidad de abrirse paso en su desarrollo profesional. Sobre todo buscaba a alguien que pudiera proyectar carisma y originalidad a la hora de enfrentar lo que dice y cómo lo dice. Creo que salió airoso, aunque la última palabra siempre la tiene el público. El nuestro es muy preparado y sé que puede sacarlo del marco de salsero y recibir al personaje que pronto les entregará en la pantalla».

—¿Cómo fue el trabajo con la otra protagonista?

—Sanaa Alaoui ha actuado no solo en su país sino en Alemania y España, y también es popular en Francia por una serie policiaca que hizo recientemente para la televisión. La conocí en el casting que realizamos en París, durante un primer viaje intenso que aprovechamos para escoger además las locaciones.

«Creo que Sanaa logró buena química con Paulito durante el rodaje, pero el mayor de sus retos consistió en tener que hablar español, un idioma que no dominaba, y que tuvo que aprender en muy breve tiempo. Su papel así lo requería, pues interpreta a Monique, una parisina que habla nuestra lengua, ya que es fruto del romance entre una francesa y un cubano. Ella creció entre las versiones de la Cuba épica de los 60 que le contaba su madre, la Isla controversial que a diario presentan los medios del mundo, y un padre al que nunca conoció».

—¿A qué alude el título de Vuelos prohibidos?

—Se refiere a la circunstancia inicial de la película que desencadena toda la historia. El vuelo de Mario queda cancelado por condiciones climatológicas adversas y Air France cubre los costos de los pasajeros. A partir de entonces los protagonistas han de compartir medio día y una noche de sus vidas hasta que se restablecen los vuelos nuevamente.

—No es tarea sencilla encontrar fondos para filmar en La Habana, ¿cómo logró además rodar en París?

—Esta cinta fue posible gracias al Icaic, a nuestro Ministerio de Cultura y a la Fundación Global Democracia y Desarrollo (Funglode) de República Dominicana, que dirige el ex presidente de República Dominicana Leonel Fernández. En su país existe la intención de establecer contactos con otras cinematografías y por suerte este proyecto mío, que requería de financiamiento, encontró la receptividad y el gesto de Funglode y su presidente.

Así pudimos rodar entre París y La Habana, filmamos en el aeropuerto Charles de Gaulle, en su Terminal 2, en el Novo Hotel Tour Eiffel y otros escenarios de París. También participan actores franceses como Marc Larnaudie, Nesta Liazid y Marianne Borgo, y fue una verdadera fortuna contar con la participación de Daysi Granados, Mario Balmaseda y Manuel Porto en actuaciones especiales. La dirección de fotografía corrió a cargo de Ángel Alderete, la música es de Miguel Núñez y la edición está ahora en manos de Miriam Talavera.

—¿Cuánto aportó al guión la colaboración del economista Julio Carranza?

—Carranza es un intelectual bien reconocido en lo que de abarcador el término implica, culto y sensible. Con él logré concretar una idea original de Wendy Guerra y mía, y que tenía pendiente desde hace más de diez años. El aporte de Julio en el guión ha sido fundamental, le debe mucho. La película condensa reflexiones sobre los avatares más recientes de nuestra Isla y por eso creo que fue un trabajo muy intenso el de la construcción del guión. Fue un desafío llevar a todas esas ideas y disquisiciones sobre nuestro devenir y circunstancias actuales, a los diálogos propios de una película y su esqueleto dramático en pos de una historia convincente.

«Brindamos una reflexión sobre Cuba como la siente auténticamente Mario, un hombre que ha vivido en este país, comprometido con su cultura, su realidad y sus criterios, que comparte de manera franca con quien lo interpela. Él y Monique son a su vez personajes lacerados, con fracturas de índole emocional que pesan en el interior de uno y otro. Ellos provienen de dos culturas, dos sociedades distintas, cada uno con sus historias personales coinciden en un punto del universo, y a través de mutuas confesiones, relaciones íntimas y confrontaciones se van revelando verdades de sí mismos, lo que creen, lo que sienten, lo que viven... En síntesis: dos vidas diferentes que se encuentran y un imán que los atrae: Cuba».

—¿De qué manera nuestra realidad forma parte de esta historia?

—La Habana, Cuba, siempre está presente y, de hecho, aunque esté filmada entre dos países, es una película sobre Cuba. Vuelos prohibidos, desde su argumento romántico, es una reflexión  sobre lo contemporáneo, un abordaje a nuestra realidad diversa y compleja. Una vez que tuve la oportunidad de compartir con el maestro Sidney Pollack, le pregunté por qué con frecuencia sus películas se erigían sobre la base de un romance y él me contestó sencillamente: «No hay nada más político que una historia de amor».

«No se trata de una postal turística o una imagen edulcorada la que quisimos mostrar, pero tampoco es una Cuba caótica ni apocalíptica. Tal vez toma la forma de estos personajes que tratan de mirar hacia la Isla y entenderla: ellos tienen sus dramas personales, la realidad cubana también tiene los suyos. Intentamos dar una visión equilibrada, para nada ortodoxa ni apologética, pero tampoco entre la desmesura o la ponzoña malediciente».

—Secretas expectativas…

—Luego de Roble de olor no había vuelto a realizar un largometraje, y creo que esta película apela a la confianza que tengo en la inteligencia y la capacidad de diálogo de los cubanos para que, a partir de las provocaciones de la trama, se pueda establecer un acto más de reflexión y diálogo con nosotros mismos y nuestra realidad.

«Tengo los miedos e inquietudes que podría tener cualquier artista antes de exponer su obra, no creo que haya que ser complaciente con uno mismo ni con lo que se haya hecho. Pero pienso que con este filme logré mi objetivo: hablar sobre mi realidad desde las demandas que las poéticas del cine exigen. Espero que después de este esfuerzo las personas puedan encontrar algo más que una linda película».

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