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Despedida

Tras dos décadas en los escenarios, Buena Vista Social Club decidió decir adiós en la ciudad que la vio gestarse. Dos conciertos en el teatro Karl Marx cerraron una etapa exitosa para el reconocido proyecto

Autor:

Yelanys Hernández Fusté

Aquella canción que Ibrahim Ferrer interpretaba como nadie, cobró un sentido elemental en mi mente el sábado último en el teatro Karl Marx de La Habana. Aunque no estuvo en el repertorio de esa noche, Silencio debió incluirse no solo como tributo al cantante. Podría haber estado como signo de despedida simbólica y de reverencia a la orquesta Buena Vista Social Club (BVSC), agrupación emblemática cubana que impactara de modo supremo en los circuitos musicales del planeta.

Ya con su anunciada gira mundial Adiós Tour, hace año y medio, nunca pensé que verdaderamente el proyecto que se gestara en la Isla en la década de 1990 dejara de recorrer los continentes como baluarte vivo de ese respeto por nuestra música tradicional.

Escogieron La Habana para despedirse, justo porque fue esta ciudad, en 1996, la que los viera gestarse, tomar forma, vida. Nadie duda de su trabajo en todo el mundo, de esa misión de desempolvar y ofrecer al público contemporáneo la manera de componer e interpretar de autores de antaño, para así llevar a todos a un rico y único viaje por las raíces de la cubanía.

Fue el teatro Karl Marx el escenario para despedirse formalmente este sábado y domingo. Sin embargo, no sé por qué siento que a BVSC le queda una larga vida, y que pronto volveremos a ver a sus miembros enrolados en otras iniciativas igual de enriquecedoras.

Cubadisco 2016 trajo esta suerte de privilegio para los melómanos y en particular el sábado, a teatro menos lleno lamentablemente, el grupo deleitó a un auditorio multinacional.

Dirigida esta vez por el joven pianista Rolando Luna, la orquesta hizo gala del reconocimiento que le acompaña y en poco más de dos horas se evocaron temas antológicos del pentagrama nacional y se rindió homenaje a los que fueron parte del proyecto, pero que partieron de manera física antes de este momento de adiós. Así se recordó al mismo Ibrahim Ferrer y a sus colegas cantantes Pío Leyva, Compay Segundo y Manuel «Puntillita» Licea. Tampoco faltó el tributo al guitarrista Manuel Galbán, al bajista Orlando «Cachaíto» López y al pianista Rubén González.

Precisamente con esa mención melódica de Rolando Luna a González comenzó el concierto sabatino. Luego le sucedió una introducción de varios temas interpretados por el grupo, en el que sobresalieron también los cantantes Idania Valdés y Carlos Calunga, el bajista Pedro Pablo Gutiérrez y el trompetista Luis Manuel Mirabal, jóvenes todos que han compartido durante este tiempo la experiencia de formar parte de una agrupación esencial.

Dos segmentos esperados recibieron la grata complacencia del público. El primero fue cuando Eliades Ochoa, uno de los rostros del BVSC, irrumpió en el escenario y desgarró con su guitarra números que ha inmortalizado como El carretero, Estoy como nunca y Píntate los labios, María.

Luego, con esa voz única y potente, Omara Portuondo prosiguió y elevó el clima de deleite en el Karl Marx cuando apareció por la derecha de la escena. Con Veinte años y Bésame mucho, acompañada solo al piano por Rolando Luna, puso de pie al auditorio. Después la también llamada Novia del filin dejó escapar un sabroso No me llores y terminó su segmento con Quizás, quizás, quizás.

«Esto es el Buena Vista Social Club. Hemos estado viajando desde hace un buen tiempo por el mundo para llevar la música cubana, nuestra música reyoya», dijo con emoción Omara.

Entre los invitados especiales de la noche estuvo Amadito Valdés, un as de la paila, que en una etapa completó la nómina del grupo y el sábado hizo de las suyas con un solo del instrumento que dejó sin aliento a los asistentes.

Debo referirme también a dos miembros fundacionales de la agrupación que en la velada mostraron su valía: el laudista Barbarito Torres y el trompetista Manuel «Guajiro» Mirabal. Ambos son pilares de la sección melódica de la orquesta y los avala una hoja de reconocimiento envidiable.

Ante la insistencia del público para que regresaran al escenario, y con esa gracia y talento que los ha caracterizado, los miembros del Buena Vista Social Club cerraron el concierto con Candela. Aún con la duda personal, prevalece en mi juicio —también como signo de anhelo— que esta despedida es solo un «hasta pronto», un fin del periplo Adiós Tour. Es que quedan muchas deudas de la agrupación en su patio, como esa gira por la Isla anunciada hace año y medio. Espero con ansias porque pueda ser posible.

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