Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El patio de Magali

Un día, la pantalla se enamoró de su cocina. Magali Gutiérrez Yero había atrapado el sabor de una ciudad

Autor:

Reinaldo Cedeño Pineda

Sin darme cuenta, sin proponérmelo, me fui llegando, me fui quedando. Cuando los siete soles de Santiago caen sobre mí, cuando la sed se agolpa, cuando urge una palabra, toco a su puerta.  

Enramadas 457. Habrá horas de llegar, pero no del regreso. Algo te atrapa, te envuelve. Una breve escala se convierte en una tertulia; un susurro, en una confesión; un silencio, en una novela. 

En el patio de Magali hay un canto en cada piedra. Hay un bolero antiguo que te espera. Hay un olor a guayaba y a nostalgia. Hay un descubrimiento, una revelación. Y unos canes guardadores, que se disputan el balance, la alfombra.

Magali desliza el peine por cada hebra, toma el creyón y lo desliza por sus labios, y se dispone a esperar el día. Tiene oídos, tiene calma, tiene historias.

Ella ejerce el oficio de sanar.

Hizo poesía de los números, hizo poesía de la vida.  Y con sus manos delicadas, con su pecho dispuesto, de aquí para allá, echó adelante una familia hermosa, una familia entera. A sus hermanos, huérfanos demasiado pronto; y a sus hijas y a las hijas de sus hijas.

Adita, Chichita, Ivonne, Sheyla, Rachel, Otto Samuel, son ramas de su estirpe, son savia de su entrega.

Un día, la pantalla se enamoró de su cocina. Y la dama narró, cocinó, presentó para Cubavisión Internacional, unos frijoles colorados memorables, fragantes. Su olor se expandió por isla y continente. Magali había atrapado el sabor de una ciudad, de un país, de un pueblo.

Ella me envió expresamente el caldo del cariño, ella intentó sostenerme en la desolación. Un sorbo fue un segundo menos de tristeza, aquel marzo terrible en que se fue mi madre.  

Magali Gutiérrez Yero es tierna y terrenal. Su sonrisa es un broche inmarcesible y su voz, una vela. Nació en octubre, el dos, en Puerto Padre, La Villa Azul de los Molinos. Hará pronto 85 años, 85 lunas, 85 sueños.

Hay algo en sus ojos que arde, que estalla. Parecería que Otto, su caballero, va a llegar, que va a extender su mano, que van a bailar allí mismo, ahora mismo. En el patio de Magali, hay un amor sostenido en el aire. Un amor de otra galaxia.

Ella es la reina del tiempo.

Ella es la novia eterna.

Enramadas 457. Cuando los siete soles de Santiago caen sobre mí, cuando la sed se agolpa, cuando urge una palabra, toco a su puerta. ¿Qué sería de nosotros sin su patio? ¿Qué sería de este mundo sin ella?

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