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Un hallazgo vital que conmueve

Araceli García Carranza y Bassetti —una de las más grandes bibliógrafas cubanas de todos los tiempos—, ha sido una apreciada confidente durante estos años de aprendizaje múltiple

Autor:

Amado René Del Pino Estenoz

Entre las perspectivas profesionales con que cuentan las carreras de humanidades, sin dudas la posibilidad de insertarse en la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí (BNCJM) continúa siendo una óptima posibilidad de experiencia formativa. Aunque la mayoría de los historiadores, filólogos y comunicadores de mi generación han optado por crear sus «nichos» en cátedras universitarias o en centros de investigación, no ha perdido su atractivo profesional y humano la denominada Catedral de la Cultura Cubana para quienes se apasionan en interactuar con los múltiples soportes de la cultura escrita.

Una vez que ocupé en 2017 el rol de especialista de la Colección Cubana Antonio Bachiller y Morales, se me abrió la posibilidad de acceder a invaluables fuentes primarias, cuyo valor testimonial, estético y narrativo ha merecido la consagración de lúcidos investigadores. Entre las personas con las que he podido compartir este estado de revelación y regocijo, Araceli García Carranza y Bassetti —una de las más grandes bibliógrafas cubanas de todos los tiempos—, ha sido una apreciada confidente durante estos años de aprendizaje múltiple.

Más allá de su posición rectora del sistema de bibliotecas públicas, la BNCJM ha sido un artífice notable de la vida cultural cubana, según lo atestigua Araceli a partir de sus seis décadas de trabajo investigativo y bibliotecológico en la institución. Durante los más de 120 años de existencia, la Catedral de la Cultura ha auspiciado, sin dejar de brindar sus servicios bibliográficos de excelencia, múltiples acciones docentes, promocionales, editoriales y expositivas que han generado un impacto perdurable en la memoria cultural de varias generaciones.

Cada vez que Araceli ha recibido reconocimientos de indudable connotación por su trayectoria —entre ellos, las órdenes Carlos Juan Finlay y Félix Varela, el Premio Nacional de Investigación Cultural y la dedicatoria de la 31ra. Feria Internacional del Libro 2023—, sus colegas y contemporáneos se congratulan por estas acciones en las que se exalta y prestigia la labor del profesional bibliotecario en nuestra sociedad. Lejos de la inclinación humana a la autocomplacencia, estos agasajos públicos le han permitido a Araceli indagar el alcance de sus labores intelectuales y cuestionar cuánto podría aportar de manera efectiva y luminosa a quienes se consagran a profundizar en saberes.

En los años que ha proseguido su vocación de servicio intelectual, a Araceli no deja de estimularla —con cierto ápice de desafío—, la interacción con los usuarios de la BNCJM que buscan ampararse en su sistematicidad enciclopédica. Sin despreciar el dato preciso o la localización casi detectivesca, quienes acceden a ella obtienen estados de gratitud que reconfortan los arduos empeños investigativos.

Fruto de una formación familiar en la que se conjugaron los valores cristianos con la decencia cívica, Araceli García Carranza asumió desde su ingreso en la BNCJM en febrero de 1962 toda la dignidad e inteligencia analítica que implica desempeñar la profesión de bibliotecario. Aún sin ocultar cierta insatisfacción por los proyectos que las circunstancias han pospuesto, Araceli es una expresión de cuánto valor adquiere en la sociedad del presente la perseverancia de la virtud y el regocijo por el conocimiento transmitido.

—¿Cuánta importancia confiere a la cultura letrada en el ámbito de las humanidades?

—Conocer nuestra cultura letrada es imprescindible no solo para mi generación, sino para cualquier generación. Nosotros los bibliotecarios debemos conocer nuestro arte y nuestra literatura, de ayer y de hoy, para servir cada vez mejor al usuario, al estudioso, al investigador. Debemos descubrir las palabras claves, las innumerables preguntas que enfrentamos a diario y saber buscar las respuestas con vistas al servicio que debemos prestar, pues es preciso tener en cuenta que desde cualquier posición que ocupemos, el servicio es nuestra razón de ser.

—¿Qué peso cultural e institucional le confiere en la sociedad moderna a las bibliotecas nacionales?

—Las bibliotecas nacionales atesoran la documentación impresa y no impresa del país correspondiente, y lo más representativo de la literatura y el arte universales desde Gutenberg hasta nuestros días. Es ese su mayor peso cultural en la sociedad moderna: atesorar la creación intelectual del hombre para el conocimiento de las presentes y futuras generaciones, independientemente de las investigaciones que desde y sobre sus fondos se deben promover.

—¿Cómo contribuye el bibliógrafo a la salvaguarda de la memoria histórica, ante fenómenos inevitables como el deterioro material y la dispersión?

—Los bibliógrafos somos hacedores de repertorios bibliográficos en los cuales sistematizamos y analizamos la información. De manera que salvaguardamos la memoria histórica, organizando la creación intelectual del hombre y haciendo más visible la información. Somos «picapedreros» que penetramos en el mundo del conocimiento, precisamos la demanda informativa, evitamos el uso indiscriminado de documentos dañados por el tiempo y, en algunos casos, ampliamos o sugerimos más información, desconocida por el demandante. Ejercemos la llamada información «agresiva», que solo es posible con el conocimiento de nuestras colecciones y de otras, y, por supuesto, con una sólida base cultural.

—¿Cuáles son los atributos de la práctica bibliotecológica que más aprecia?

—El sentido crítico, que nos permite aconsejar, delimitar, en fin, orientar con vistas a un mejor servicio; y la sistematicidad, que es característica no solo de los repertorios bibliográficos —catálogos, bibliografías, biobibliografías—, sino de toda investigación que de por sí lo requiere. El investigador que demanda nuestra ayuda posee también sentido crítico y conoce su sistema o lo va creando, así que ambos aprendemos y enseñamos, lo cual nos permite una muy especial retroalimentación.

—¿Cuánto le han aportado, tanto precursores como colaboradores, a su labor bibliotecológica?

—Yo descanso sobre los hombros de Antonio Bachiller y Morales, Carlos Manuel Trelles y Govín, Fermín Peraza y de otros relevantes bibliógrafos; así como en el ejemplo de los admirables profesionales que tanto aportaron a esta biblioteca nacional en estos sesenta y más años, desde la Doctora María Freyre de Andrade, refundadora de la institución en 1959. Freyre también logró una biblioteca nacional nueva que es orgullo de Cuba. De las nuevas generaciones presentes no dejarla morir.

—¿Cuánto ha contribuido su trabajo a la BNCJM desde los ámbitos investigativo y editorial?

—La BNCJM ha sido y es para mí una Universidad y por supuesto trabajar en ella es un privilegio. He compilado en ella numerosos repertorios de carácter histórico y bibliográfico, y he colaborado esencialmente en la Revista de la Biblioteca Nacional. No niego que me apasionan las compilaciones bibliográficas: he podido trabajar la obra de grandes figuras de la cultura cubana, añadiéndoles cronologías de vida y en algunos casos ensayos bibliográficos.

«Cuba tiene grandes personalidades y he logrado hacer la bibliografía de varias, como la de José Martí —desde el año 1969 hasta nuestros días, la cual ha sido publicada en el Anuario del Centro de Estudios Martianos—, la del sabio cubano Don Fernando Ortiz en 1970, y a partir de 1972 la biobibliografía de Alejo Carpentier, la cual pude publicar en 1984, cuya obra he continuado posteriormente compilando y publicando.

«De otras grandes figuras he logrado compilaciones como las de Ramiro Guerra Sánchez, María Villar Buceta, Cintio Vitier, José Lezama Lima, Emilio Roig de Leuchsering, Roberto Fernández Retamar, Lisandro Otero; y con mi hermana Josefina, las de Eusebio Leal Spengler, Fina García Marruz y Carlos Rafael Rodríguez; y, en colaboración con Eloísa Carreras, la de Armando Hart Dávalos».

—¿Cuánta satisfacción ha alcanzado en el trabajo que ocupa en la BNCJM desde hace más del medio siglo?

—Trabajar en la BNCJM ha sido un gran regalo de la vida. No obstante, los estados de satisfacción son discutibles. Siempre se puede ser mejor y lograr algo mejor. Creo que hubiera podido hacer más, pero no somos perfectos, la vida tiene sus altas y sus bajas, y cada cual la enfrenta de acuerdo con sus posibilidades. Lo importante es esforzarse, dar lo que tenemos y lo que no tenemos. En mi caso como profesional he tratado de buscar siempre los mejores caminos porque servir y poder ser útil, ha sido siempre mi mayor aspiración.

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