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La reina se confiesa

La Maestra Internacional Lisandra Llaudy Pupo (2292 puntos Elo), de apenas 30 años, «mueve» los trebejos y habla de sí y del juego ciencia, que ama como a la vida, en entrevista para JR, a propósito de la 43ra. Olimpiada de Ajedrez, que comienza este domingo en Batumi, Georgia

Autor:

Liudmila Peña Herrera

Holguín.— Justo a la entrada de su casa, un tablero de ajedrez recibe al visitante con las piezas blancas listas para el ataque, como si aguardaran la llegada de un nuevo rival.

Aunque a primera vista la morada parece tan común como cualquiera de sus similares en el barrio, varias pistas en su interior —desde las fotografías hasta los adornos— revelan la pasión por el juego ciencia de una muchacha cuyos ídolos no son escultóricos artistas de cine o televisión, sino hombres de disímiles procedencias (Kárpov, Fischer, Capablanca, Carlsen) con un destino común: el ajedrez.

Transcurren apenas un par de minutos antes de que la actual campeona nacional, la Maestra Internacional Lisandra Llaudy Pupo (2292 puntos Elo), de apenas 30 años, aparezca sonriente y acepte el diálogo sin preámbulos protocolares.

Llaudy se alista para representar a Cuba en Georgia. Foto: Carlos Rafael

—¿Cómo descubriste que existía el ajedrez?

—Con mi papá, Ronaldo Llaudy Vázquez, quien es entrenador de ajedrez. Él estudiaba con los libros y el tablero aquí en la casa, para superarse y alcanzar los títulos. Niña al fin —tenía unos cinco o seis años—, lo miraba todo y se me fue pegando el movimiento de las piezas.

—¿Intentó entonces enseñarte?

—Para esa época, ya él quería que yo fuera ajedrecista, pero como era muy niñita, le decía que no me gustaba, que parecía un juego aburrido. Insistió durante mucho tiempo y cuando cumplí nueve años le dije, como para salir del paso: «Bueno, llévame a la Academia». Fui, jugué una partida muy mala y hasta regalé la dama; pero me gustó ese ambiente y quise entonces conocer más sobre el ajedrez.

—¿Es una ventaja que tu padre sea tu entrenador, o la presión es mayor?

—Tener al entrenador en la casa me ha ayudado a superarme más. Cuando estudiaba en la EIDE, aprovechaba muy bien los fines de semana y las vacaciones para entrenar con él. Mi papá siempre ha querido que me convierta en Gran Maestra (GM), y ha luchado junto a mí para ayudarme a lograrlo.

—El ajedrez es un camino difícil, esforzado… ¿Cuánto has tenido que dejar a un lado para lograr tus propósitos?

—Desde los nueve años mi vida se resumía, normalmente, en escuela y ajedrez. Incluso, las vacaciones, en las que se supone que los niños van a la playa y se divierten, yo las dedicaba a participar en los Escolares y los Juveniles. Todo el tiempo estaba jugando ajedrez, por todo el país. A veces el tren se rompía 20 horas en el camino, dormíamos en las terminales, o nos quedábamos en alguna escuela muy apartada donde había monte por todos lados y unos mosquitos grandísimos. No podía acomodarme, estar en la casa, ver televisión o jugar en la calle. Era jugar ajedrez con mucho sacrificio, pero me gustaba y, obviamente, lo disfrutaba.

—¿Qué te ha aportado el ajedrez en tu vida personal?

—Me ha permitido disfrutar del triunfo y aprender de la derrota, porque a lo largo de este camino no todo ha sido positivo. Me ha desarrollado la perseverancia y ha sido crucial a la hora de tomar buenas decisiones, porque el ajedrez se parece mucho a la vida.

—¿Les resta nivel a las mujeres ajedrecistas el no tener la posibilidad de jugar frecuentemente con los hombres?

—Nos resta en la superación, porque la exigencia aumenta si nos enfrentamos a hombres de alto nivel. Y aun cuando  perdamos, después sacamos provecho analizando la partida.

—O sea, ¿crees que las mujeres son menos fuertes que los hombres en lo que a técnica se refiere?

—No, no es eso. Ahí está el caso de Judit Polgar, una entre muchas. Pero es una realidad que los hombres han llegado mucho más lejos que nosotras. Creo que la diferencia está en el esquema de entrenamiento, en las posibilidades de jugar torneos, porque si nosotras dedicamos tantas horas al ajedrez, si jugamos con hombres, si participamos en torneos de un nivel bastante alto, podemos superarlos. No pienso que sean más inteligentes que nosotras. Tal vez la cuestión está en que desde que empezamos en el ajedrez estamos jugando contra niñas. Quizá hasta las mismas aperturas que nos den sean más bien «de mujeres» y no «de hombres». A veces nuestros repertorios son menos complejos, más cómodos, y no buscan más el gane. Sin hablar del parto, que también influye, o el tiempo que se le dedica al hogar.

—¿Tienes una rutina particular para entrenar?

—A la par de mi entrenamiento, realizo una preparación física de lunes a sábado. Solo descanso los domingos y durante los torneos, pues en ese tiempo no hago ejercicios físicos. Pese a que el ajedrez parece algo muy pasivo, porque hay que estar sentados por varias horas, sí genera un desgaste físico y mental. Esta otra preparación ayuda a soportar las largas y agotadoras jornadas de cinco a diez horas sentados.

—¿Y qué tiempo le dedicas al ajedrez?

—Siempre se le puede dedicar un poco más —dice con una sonrisa de picardía—. Pero no se trata de la cantidad de horas frente al tablero, sino de su aprovechamiento. A cuatro horas bien entrenadas les puedes sacar mejor provecho que a siete mal ejercitadas.

—¿Blancas o negras?, ¿cuáles prefieres?

—Normalmente, para todo ajedrecista las blancas son las preferidas, porque tienen el saque, o sea, sales primero. Yo me siento bien jugando con las dos. Con blancas, prefiero salir con peón 4 Rey, y con negras tengo un montón de variantes de juego.

—¿Qué crees del uso de las tecnologías en el ajedrez? ¿Son un avance o representan un peligro para su desarrollo?

—Existen módulos de análisis en el ajedrez que, cuando les pones una posición o reproduces una partida, siempre te muestran las mejores jugadas. Esto nos acomoda un poco y es posible que, humanamente, nos esforcemos menos para buscar la mejor opción. Sin embargo, para mí representa un avance porque ya es una opción decir: «déjame pasar 20 minutos buscando la mejor jugada o voy a ponerlo al módulo para ver la solución». En ese sentido es positivo.

«Claro, también constituye un peligro, porque en la actualidad tienes la opción de ponerle ese módulo de análisis al celular y si no existe un control riguroso de estas trampas en un torneo, creerías estar enfrentando a alguien de menos nivel que al parecer tiene 2700 de Elo.  Entonces uno siente que está jugando una partida durísima y es simplemente por un módulo.

«Para evitar esto, en varios certámenes hasta reparten lapiceros para que los ajedrecistas no lleven los propios, y hay competencias en las cuales puedes perder la partida si el celular suena por una llamada o una alarma. Se han dado varios casos lamentables en el mundo, y el peligro no se puede obviar».

—¿Qué es el ajedrez para ti, más allá de cada partida?

—Es, sobre todo, una actitud ante la vida. Aparentemente es un juego, pero detrás de él uno tiene el deseo de ganar, la intención de llegar lejos; está el sacrificio de estudiar durante horas y también el sabor del triunfo cuando llega.

«El ajedrez se parece mucho a la vida. Uno tiene que pensar mucho las cosas que va a hacer. Una mala jugada puede echar a perder una partida, y en la vida, una decisión errada también».

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