Acuse de recibo
Hace mucho tiempo estamos sufriendo la mala planificación, el desinterés y la falta de respeto hacia los vecinos de este barrio», decía aquí Rafael Suárez González el 24 de junio de 2025, desde calle 6, número 68, reparto Santa Bárbara de la ciudad de Santiago de Cuba, y muy especialmente quienes residen entre las calles Escatio y Aguilera.
Afirmaba que hacía un mes se presentó allí una brigada de Acueducto y Alcantarillado que abrió una zanja en medio de la calle para, supuestamente, arreglar definitivamente una tupición histórica. Emplearon carros de desobstrucción, y solo quedó en claro que el trabajo a realizar era de gran envergadura. Abrieron otra zanja una cuadra más abajo, en calle 6 y Aguilera.
«Los trabajadores iban a diario a esperar que destupieran para colocar una tubería nueva, añadía; pero ahí quedó todo. Hoy, un mes y tanto después, ahí están los huecos. El primero el de calle 6 entre Escario y Enramada, lleno de agua podrida, pestilente, verde y llena de mosquitos, que ha infestado el barrio».
Y describía el panorama:
«Vecinos que no tienen agua porque sus tuberías fueron cortadas. La tierra extraída en medio de la calle y la acera, más los montones de escombros y basura que aparecen en las mañanas, aparte del uso de las aceras por los motoristas con la consiguiente molestia a vecinos y transeúntes.
«¿A quién reclamar? ¿Qué hacemos nosotros? ¿Seguir padeciendo la falta de respeto y el olvido hasta que comiencen, en breve, los brotes de enfermedades infecciosas en un tramo que se inunda hasta los portales con las lluvias, como acaba de ocurrir en la tarde de ayer?
«Como dije al principio: mala planificación y ejecución del trabajo. Gasto de recursos humanos y materiales y, lo peor, dejar olvidado lo hecho en detrimento de la salud y bienestar público, y de la propia empresa, cosa que parece no importarles.
«La falta de respeto a nosotros, quienes, para mayor escarnio, sufrimos todas las vicisitudes que conoce todo el país. Este hecho, como tantos otros, solo provoca reacciones negativas, falta de confianza y credibilidad en nuestras autoridades. Conocida la situación económica que atravesamos, es motivo más que suficiente para hacer las cosas bien, planificarlas como se debe, dados los recursos con que se cuenta», concluía.
Y casi seis meses después vuelve a escribir Rafael, para contar que «aquella carta motivó el trabajo para la solución de la tupición; pero aquel trabajo no fue tal, sino gasto de fuerza laboral y escasos recursos, en una chapucería tal que un día después se verificó que no sirvió».
Refiere que el agua pestilente y sucia sigue corriendo, la basura y escombros acumulándose, los mosquitos... Los camiones circulando por las aceras destruyéndolas con su peso y el agua potable de varios vecinos mezclándose con la albañal. Insalubridad total.
«Es el cuento de nunca acabar. Luego, las expresiones de los transeúntes y los vecinos sobre que no se hace nada que sirva». Quisiera haber escrito que todo va de maravillas, que todo no deben ser quejas, pero, al parecer, será en otra ocasión. Hace mucho tiempo estamos sufriendo la mala planificación, el desinterés y falta de respeto hacia los vecinos de este barrio en particular, aunque no es la única tupición de Santiago ni de Cuba, agrega.
Y recuenta que al comenzar aquel «trabajo» post publicación, le buscó la jefa de la brigada para explicarle lo que iban a hacer. Y concluido, para cerrar la queja. Entonces, por causas familiares realmente él no pudo atenderla.
«Y realmente ya no quería firmar ninguna conformidad con lo hecho, expresa. No iba a validar tal chapucería. Hoy esa zanja es un monumento —y todos los demás— ya sabe a qué: a la desidia, al descontrol, al desinterés, a la desconfianza…», concluye.
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