Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Si no está caro…

Pienso que hemos creado un mito de que aquello que no está caro no sirve. Es un axioma que no siempre se cumple y que sirve de guía a muchos «comerciantes» de los que ahora pululan

 

Autor:

JAPE

Trato muchas veces de no asumir máximas o proverbios creados por el hombre como inevitables reglas de la vida. Aunque a veces parecen verdades de Perogrullo, no debemos generalizar porque estaríamos cometiendo un grave error; es lo que siempre digo, sin embargo…

Hace apenas unos días descubrí en un lugar (que no comentaré para que no se abarrote de gente, o lo que es peor, de acaparadores y revendedores) donde quedé muy sorprendido con una oferta que, como diría mi tío campesino: parecía «de cochino enfermo». Lo cierto es que en ese «anónimo» centro expedían para el público una cajita con congrí, picadillo a la habanera, vianda (boniato hervido) y ensalada de estación (col y rodajas de pepino) al módico precio de 35 CUP. Rápido fui a avisarles a mis colegas que estaban trabajando cerca de allí para que mitigaran su apetito y sin apenas atenderme simplemente dijeron: «A ese precio, eso debe estar en llamas; no habrá quien se lo coma». Y dirigieron sus pasos hacia una cafetería cuya «fama» comenzaba a ser la comidilla de la zona.

Yo, por amor propio y por no traicionar mi júbilo y mi orgullo de descubridor de nuevos horizontes, opté por no acompañarlos. A solas y maldiciendo mi suerte, regresé al sitio de la cajita y consumí una, que a la postre fueron dos, porque hice como todo buen cubano, pedí «pa’ comer y pa’ llevar». No les diré que aquella comida era la miel de los dioses, o el bufé del Olimpo, pero estaba muy buena y a ese precio me supo a gloria. Mi ánimo volvió a levantarse física y moralmente.

De regreso al encuentro de mis colegas no vi buenas caras en el colectivo y hubo algún que otro comentario: «Eso es un robo»… «Yo no sé cuál es la fama de esos descarados»… Hasta que uno de ellos finalmente me miró y soltó todo lo que llevaba por dentro, como quien confiesa una culpa muy grande mientras se autoflagela: «Mi hermano, ¿tú sabes qué es, un poquito de arroz, media ruedita de jamonada verde, y medio plátano hervido, verde también… ¡150 cañas!?».

«Es que te cobran el confort», trató de aplacar la queja uno de los que animó a visitar el afamado sitio. «¿¡Qué confort!? ¿Dos vasitos, un mantelito cheo y el televisor con los cuatro videoclips insoportables y groseros de siempre? ¡Porque ni aire acondicionado tenía!». Entonces respondió otro de los comensales que se sentía estafado… «¡Lo pagué porque ya lo habíamos pedido y no quería dar la nota!», agregó un tercero.

No quise poner el dedo en la llaga y por eso no comenté lo exquisita que estaba mi cajita de 35 CUP, falta de lujo, pero muy bien condimentada. Entonces me puse a reflexionar en el comentario que hicieron cuando vine a avisarles y pusieron en dudas la relación precio-calidad. Pienso que hemos creado un mito de que aquello que no está caro no sirve. Es un axioma que no siempre se cumple y que sirve de guía a muchos «comerciantes» de los que ahora pululan.

El latino, y el cubano (latino al fin), es, por lo general, y por esencia, especulador, inflador, aparente y otros adjetivos vinculados con un refrán, también muy popular: «Gusta de tirarse el pedo más alto que el fondillo». Entonces no queda más remedio que decir como el viejo chachachá: «Toma chocolate, paga lo que debes».

Al principio les dije que no me gusta abusar de los refranes a la hora de enmarcar mi vida, pero es que suele ser cierto que cada cual tiene lo que se merece.

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