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La respuesta que no esperaban

Muchos catalogan de impresionante la actitud del pueblo ante los disturbios del 11 de julio de 2021. A un año de los sucesos, JR dialoga con jóvenes que salieron a defender la Revolución en La Habana, Cárdenas, Camagüey y Holguín

 

Autores:

Yahily Hernández Porto
Hugo García
Nelson Rodríguez Roque
Raciel Guanche Ledesma

En Holguín, el rebrote de la COVID-19 empezaba a notarse, preludio de un difícil agosto que enlutó a muchas familias. A los almacenes mayoristas de la Empresa Comercializadora y Distribuidora de Medicamentos arribaron temprano aquel domingo, 11 de julio, unos 30 000 bulbos de Abdala (300 000 dosis) para el inicio de la intervención poblacional.

Ya con los tenis puestos para irse a jugar básquet y con la vista en el televisor, en la final de la última Eurocopa de fútbol, el estudiante de Medicina José Ángel Campos empezó a vivir lo que califica como una dura experiencia.

«Nos avisaron que algo estaba ocurriendo y salimos a dar una respuesta inmediata en defensa del proceso revolucionario. Llegamos a los alrededores de la sede del Partido provincial, donde ya comenzaba el asedio».

Al joven le llamó la atención la inconciencia de mucha de esa gente: se evidenciaba que querían hacer daño y sembrar desconcierto, pues su violencia iba subiendo de tono. «Allí no fue nadie inconforme a expresarse de manera pacífica», asevera.

Yosel Sierra.

«El objetivo principal era ocupar el edificio y agredir a quienes lo resguardábamos. El suceso alcanzó su mayor tensión pasadas las 3:00 p.m., por unos 20 o 30 minutos fui testigo de cómo golpearon a hombres y mujeres usando palos y lanzándoles piedras».

Su compañera de carrera, Dalila Terrero, desde la mesa familiar iba enterándose de todo. Por Telegram llegaban las notificaciones. La futura doctora y su madre (médico por casi tres décadas) se presentaron en el Partido. Todavía les cuesta regresar a aquellos momentos: «No llegábamos a 25 personas las que primero enfrentamos ese ataque, neutralizado en buena medida por el apoyo de nuestras fuerzas del orden. Crecí y creo en un entorno de paz, por eso aquello me chocó tanto».

Un año después, Manuel Pérez, profesor de la Universidad holguinera, también evoca aquel momento de reafirmación patriótica frente al odio y la violencia. Él y su esposa se dirigían a una visita cuando les sorprendió el movimiento en la ciudad, inusual por el horario y día. Decidió personarse frente al Gobierno municipal, donde la multitud se dividía entre quienes estaban con la Revolución y los que gritaban su desacuerdo político o inquietudes.

Disipado ese momento, fui hacia la sede provincial del Partido y me ubiqué por la rotonda, para evitar que lo rodearan. Intenté dialogar con los manifestantes, que en ningún instante quisieron intercambiar. Vi mujeres con niños muy pequeños a los que ponían delante como escudos humanos: impensable, pero a tono con el show mediático que se instrumentaba».

Algunos andaban con piedras en sacos o mochilas. Otros arrancaban pedazos del suelo de la Plaza de la Revolución para arrojarlos sobre nosotros. Pero los enfrentamos con firmeza. Yo fui alcanzado por dos pedradas que me produjeron lesiones, las cuales advertí ya en casa.

«La agresión cesó tras arribar el Primer Secretario del Partido en la provincia, Ernesto Santiesteban Velázquez, con una masa de pueblo que transitó desde el Gobierno municipal, atravesando la ciudad. Nuestra policía actuó de forma correcta, y eso hay que reconocerlo», detalla.

Para Claudia Ramón, lo ocurrido aquel día muestra la desfachatez de la manipulación mediática para intentar forzar un cambio de régimen en Cuba.

 

SOMOS muchos MÁS

Los vecinos de la calle Céspedes, a la que se conoce como Real en la ciudad de Cárdenas, recuerdan esta urbe a pocas horas de los sucesos que estremecieron la Isla. Entonces, los ventanales de varios establecimientos estaban cubiertos con planchas de madera y las brigadas se disponían a repararlos. Las suelas de los zapatos se herían con los pequeños fragmentos de vidrios cerca de la tienda Bello Atardecer, también vandalizada y saqueada. Había tensión en las calles.

El doctor Edel Mariño Corso, especialista de primer grado en Pediatría, afirma que aquel fue un día convulso, de desorden. Una experiencia muy desagradable, ¡y en medio de la peor alza de la COVID-19! «Yo estaba en el Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo, donde existían cien camas para atender casos de la pandemia.

«Viajé al hospital con un joven con un cuadro respiratorio peligroso y parecía imposible entrarlo por la cantidad de personas que corrían, entraban y salían de ese local. Finalmente lo logré, y al poco rato una turba apedreó Pediatría y la sala de Gastroenterología, donde había solo niños ingresados, la mayoría con sus madres. Fue un momento tenso, pero el pueblo y los trabajadores protegieron el hospital».

Yuniel Ernesto Rodríguez Fraga, de 36 años de edad y vecino del barrio cardenense de La Marina, narra: «Estaba con mi mamá en la casa cuando llamaron por teléfono y salí inmediatamente. Cuando vi esa cantidad de gente protestando me di cuenta de que la situación era grave. Me quedé  en la calle con otros compañeros, explicando, preguntando por qué lo hacían.

«Estuve bajo la agresión de muchas de esas personas. Decían que lo hacían por la falta de alimentos y nosotros les explicábamos la situación que tenía el país y Matanzas, colapsada por la COVID-19. De pronto empezaron a romper vidrieras y a llevarse artículos electrodomésticos, bebidas alcohólicas, de todo… Si era por hambre, ¿por qué mayormente se llevaban otras cosas?

«En la tienda de las calles Real y Calzada vi a dos jóvenes a punto de entrar con dos bolsos grandes. Les pregunté a dónde iban, sin violencia, en buena forma, y contestaron que a coger productos. Me puse en el medio y no los dejé entrar. Le hice señas a un compañero para que me ayudara, y uno de los malhechores se fue corriendo. Al otro logré detenerlo y desarmarlo, porque llevaba un arma blanca.

«Fue un acto de vandalismo, no una protesta pacífica, y lo que hicieron fue bochornoso. Quiero destacar la actitud de los jóvenes de tropas especiales, que no dejaron pasar a la turba hacia la tienda Brisas del mar. Estuvieron bajo fuerte agresión.

Dalila Terrero

«En esos días no pudimos
dormir. A cada rato un grupito tiraba piedras. Pero cientos de jóvenes cuidaban de noche las propiedades del Estado, las escuelas, el hospital… velaban por la tranquilidad de la ciudad. Fueron días feos y difíciles, un suceso para el cual no estábamos preparados, porque pensábamos que eso nunca sucedería en Cuba. Pero demostró que tenemos que estar alertas, porque ya sucedió.

«Durante las protestas me tiraron piedras y me gritaron de todo. A mi delegada de circunscripción la hirieron en la cara con algún objeto contundente. Pero te puedo decir que fue impresionante la actitud de los jóvenes. Preguntaban si había que hacer guardia o pelear. Los de la FEEM y la FEU (Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media y la Federación de Estudiantes Universitarios, respectivamente) hicieron actos políticos en los barrios.

«A mí nadie me obligó. Estuve varios días durmiendo fuera de mi casa, en vigilancia permanente», dice Yuniel Ernesto Rodríguez Fraga, quien estudia 4to. año de Ingeniería Química. «Hoy siento satisfacción porque defendí una causa justa, y lo volvería a hacer para salvaguardar el proceso revolucionario. No tuve la oportunidad de ir a Angola, pero este hecho marcó el valor que para los jóvenes tiene la Revolución».

Por su parte, Yuniesky Noa Hinojosa, secretario del comité de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) en la Ecoa 36, en Varadero, nunca había visto tanta gente confundida, como en una guerra. Vio que se llevaban split, bombas de agua, colchones… «Era una masa con mucha indisciplina: nos ofendían y tiraban, pero no retrocedimos.

«Sabemos de las limitaciones y que tenemos esos problemas, fundamentalmente, por el bloqueo. Son muchas cosas, nos quieren asfixiar. Pero no nos podemos dar por vencidos. Esta Revolución por la cual lucharon nuestros antecesores no podemos dejarla perder. En esos días se vio el verdadero espíritu de la mayoría del pueblo cubano, dando un sí por la Revolución y por la Patria», afirma.

Su colega Yosel Sierra Lescay cuenta que estaban en el hotel Oasis cuando se enteraron y enseguida 24 trabajadores partieron para impedir que siguieran los actos vandálicos:

«Se veía que todo se preparó, que fueron manipuladas muchas mentes. Los jóvenes de la construcción no lo pensamos dos veces, fuimos directo a defender la Revolución. Y volveremos a dar el paso al frente cuando la Patria nos necesite», resalta.

Día de definiciones

Aquel domingo caluroso, pasadas las dos de la tarde, Odrey Mena Escrich decidió lavar su motorina frente a la puerta de su casa, en el centro histórico agramontino. Un gentío apresurado y algo escandaloso le hizo levantar la mirada.

«Me dije: ¿Y el aislamiento? ¿Qué hacen estos muchachones en la calle sin nasobucos? Minutos después la tranquilidad se fue a pique. Creyeron que la Revolución había llegado a su fin».

Odrey, quien labora en el proyecto sociocultural Golpe a Golpe, dice que como un bólido se puso sus tenis, montó en la motorina aún mojada y fue hacia el Casino Campestre. «Mi familia solo me dijo: ¡Cuídate! Había mucho resentimiento en aquellos gritos, en sus miradas, en su comportamiento contra todo lo que oliera a Revolución».

No lejos de allí, el rapero Eliecer Velazcos Cabrera (el Empírico), se enfrentó también a lo que califica como día de definiciones y lecciones históricas: «No hubo tiempo para pensar qué hacer o qué me iba a pasar… Nos definió lo que sentíamos y esos ideales motivaron a miles a defender esta tierra, nuestros puestos de trabajo y estudio, los barrios… Y esa era la respuesta que ellos no esperaban.

«Entraron por varias calles a la Plaza, y con mucho odio y furia viraron carros, hirieron a personas… Tiraban lo que fuera, y nos picaban cerca. ¿De dónde salían tantos pedruscos? Duele ver ese odio en socios del barrio y de la escuela, en vecinos que hasta el día anterior te saludaban.

«Sí sentí temor por lo que pudiera pasarnos, pero vi a un pueblo enardecido y jóvenes dándolo todo por su Patria. No estaba solo y eso me dio fuerza. Ahora comprendo mejor a los jóvenes del Centenario, del Granma y la Sierra, su calibre».

José Angel Campos.

Su coterráneo, Fidel Antonio Áreas Zayas no pegó un ojo en la madrugada del siguiente
lunes: «Nos activamos en los barrios, escuelas, centros de trabajo… No dormimos, pero hasta hoy se mantiene la paz».

Comentó que mucha gente estaba preocupada por lo que se publicaba en las redes sociales. «Lo primero que llamó mi atención fueron aquellas pancartas que decían Camagüey, primer territorio libre de Cuba, Camagüey se cayó… Hasta hicieron directas asegurando todas esas mentiras.

«No olvido la violencia. No les importó si había mujeres y niños en las calles. Muchos, al ver en qué habían caído, se retiraron, pero ya era tarde: el mal estaba hecho. Incluso, hubo quien quiso tirar piedras al Pediátrico. A la mayoría los movió el odio, no la necesidad de hacer demandas».

En la céntrica calle Cisneros, en un hogar duramente golpeado por la pandemia, Yoanis Soriano Cabrera se sorprendió con la bulla. Estaba fregando y se asomó perturbada al balcón. Esta trabajadora del Centro Provincial del Libro y la
Literatura asegura: «A mí nadie me dijo que tenía que salir. Lo hice y lo haré mil veces si fuera necesario. Era tanta la vulgaridad, la falta de respeto y prepotencia, que no me pude aguantar.

«Mi primera reacción fue caminar junto a ellos ripostándole ¡Viva Fidel!, ¡Viva la Revolución!, al tiempo que recibía ofensas y amenazas…. Minutos después sentí a mi amiga enfrentándolos también. Muchos andaban en motorinas y entre ellos se decían: ¡Aquí hay que dar candela! Un grupito hacía directas y otros estaban borrachos».

Manuel Pérez.

La necesidad de defender

Claudia Ramón Rodríguez sabe que detrás de la efervescencia humana, dividida en violencias, confusiones y estruendos mediáticos al estilo de las revoluciones de colores, estaba en juego algo más.

Ese fin de semana, la joven periodista estuvo apartada casi por completo de las redes sociales. No fue hasta cerca de las cuatro de la tarde que unas amistades la llamaron para alertarla: «Pon el televisor. Díaz-Canel está hablando».

Desde cualquier dirección llegaban ráfagas de inseguridad en medio de una tarde difícil, en la que el camino a la calma no sería expedito. Sin embargo, «tenía necesidad de apoyar la paz, nuestro orden constitucional y la Patria como eslabón supremo», comenta.

La realidad era compleja. Una de las zonas con mayor concentración de personas era cerca del Capitolio y para allá fue. Recuerda que en el cruce de Infanta y Manglar un grupito estaba lanzando piedras. Aún no sabía la magnitud del asunto.

«Si ves personas atacando tiendas, policías, hospitales, sin control; si te topas gente herida, te percatas de que detrás existe un claro intento de desestabilización, y cualquiera que se sienta comprometido en el plano más humano y social debe sentir la necesidad de defender la vida y la tranquilidad colectiva».

Sentir miedos nunca será algo malo, y esta joven los tuvo. Lo importante estará siempre en la osadía de superarlos: «Toda esa tarde y los días siguientes fueron tensos. Nunca había vivido algo así: todos estábamos entre asombrados e indignados.

«Me dio más fuerza ver la cantidad de personas con banderas y otros símbolos patrióticos. Sentí un pueblo consciente en medio de una amenaza real, un pueblo presente en esta historia de “intervención humanitaria” estadounidense».

A Claudia todavía le inquieta la desfachatez de la manipulación mediática y el oportunismo para intentar forzar un cambio de régimen en Cuba. También sabe que aquel momento mostró deudas sociales y culturales, pero siente que había cuestiones más sagradas que defender. «Sentí en peligro nuestra soberanía, nuestro sistema social perfectible. Ya hemos visto en otros países cómo terminan los estallidos sociales pensados desde Washington», comenta.

A un año de los sucesos del 11 de julio, los jóvenes que salieron a defender la Patria del complot imperialista para derribarla a través de un golpe político comunicacional, manipulando sentimientos y acudiendo a elementos delincuenciales, continúan desarrollando sus sueños, en sus distintas trincheras de estudio o trabajo. Ellos siguen forjando el alma cubana, esa que al decir del Presidente Díaz-Canel a solo unas horas de los sucesos de aquel domingo, «es un alma de solidaridad, es un alma de entrega, es un alma de cariño y es un alma de amor».  

FOTO: Abel Rojas Barallobre

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