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Propina a la cañona

Autor:

JAPE

Recuerdo que siempre ha existido la propina, al igual que siempre han existido el buen y el mal servicios. Casualmente la propina era lo que marcaba la diferencia y, como apuntan algunas fuentes que he consultado, «la propina es una recompensa generalmente económica que se otorga como agradecimiento por un buen servicio y por el producto consumido. En la mayoría de los sitios, el cliente decide si da o no una propina y el monto de esta».

Distinguir el buen trabajo siempre ha estado en las normas de derechos laborales y empleos. Existen lugares donde la notoria laboriosidad y la constancia, más allá de lo establecido en el contrato y la ética, se premian de manera monetaria, con regalos, con vacaciones en centros turísticos… concurren muchas formas de relucir tu destacada labor, no solo en los servicios.

En nuestro país, supongo que buscando una mayor constancia y ejemplo en las generaciones venideras, esta práctica de estímulo tomó forma de documento, unas veces llamado certificado, otros diplomas, incluso, en mis ya lejanas escuelas al campo al más destacado, el que más yerba cortó o papa recogió, se le entregaba un pequeño bono, de los cuales aún conservo varios por si algún día toman valor en metálico, o al menos valor numismático.

La «sana» manera de premiar con diplomas y certificados se mantiene y ha tomado nuevos formatos en serigrafías enmarcadas, figuras de plástico y espigados gladiolos, debido a la falta de papel. Por suerte, ya no se fabrican animalitos y búcaros de yeso, que también tuvieron su boom años atrás. Lo de las vacaciones en centros turísticos y viajes al exterior no se ha perdido del todo, pero el efecto se ha reducido a un selecto grupo, que por lo general siempre es el mismo. En fin, volvamos a la otra forma de subrayar el buen desempeño laboral, o sea, la propina.

Esta variante sí ha sufrido cambios y se ha convertido en moda para nuestro país, donde la propina ya viene adjunta al costo de tu consumo, o sea, a lo que llamamos la cuenta. Un porciento de pago que se incluye en tus gastos, dicho en buen cubano: ¡a la cañona!

Sabemos que somos muy dados al «invento», pero no, no es un invento tropical. Según pude investigar, en Suiza la propina representa un 15 por ciento del precio de lo consumido en concepto de tasas de servicio. Se incluye por ley en la cuenta de los cafés e, incluso, en los restaurantes de lujo se acostumbra a dar una propina adicional. En España, además del sector de los servicios, también se dejan a otros profesionales de hotelería y a los guías turísticos. Igualmente suele ser en torno a un diez por ciento del servicio que se presta en los establecimientos de atención al público, en Catar.

En los restaurantes argentinos la propina suele ser del diez por ciento y a los taxistas se les paga algo más de lo que marca el taxímetro, pero dejar propina no es obligatorio por ley, solo una costumbre muy arraigada. Junto a esa información, también pude leer: «Ese dinero es un reconocimiento tanto al servicio recibido como a la calidad de la comida. Lo darás voluntariamente en reconocimiento de alguna atención especial que alguien o algunos te brindaron, la mayoría de los clientes dejan alguna propina cuando la calidad es excelente, lo que significa que el servicio fue puntual», y aquí está el quid de la cuestión en cuanto a propinas se trata: ¡No me puedes obligar a pagar por algo que aún no has demostrado!

Seguimos queriendo copiar algunas costumbres del primer mundo (para lo que nos conviene) manteniendo aún los malos hábitos (en cuanto a servicio se refiere) del mundo que nos rodea. No estoy en contra de distinguir la excelencia. Aplaudo cuando se sabe hacer notar el buen trabajo realizado en todas las esferas de la vida, tal como merece, ya sea por comensales, por turistas, o por instituciones y directivos.

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