Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El aliento de Girón

La batalla actual de Playa Girón se encuentra en un escenario tan desafiante y quizá más complejo que el vivido durante aquellos días de abril de 1961

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

Cuando el humo con su aliento a pólvora se perdió del camino, cuando recogieron los muertos, cuando la muerte se fue y el júbilo le dio paso al tiempo, entonces, mucho después, comenzaron los recuerdos.

Sobre aquellos días de 1961 y Playa Girón se ha escrito mucho. Pero, ¿ha sido suficiente?, ¿se ha contado todo?

Como tantos hechos en la historia, ya no tan reciente del país, los episodios alrededor de Playa Girón necesitarán de una constante mención.

Las razones para esa reiteración son muchas. Nuevas generaciones vienen en camino y ellas necesitan conocer la hermosura, la poesía y la hidalguía callada que hay en esos hechos.

También hay apremios. Sus protagonistas nos van diciendo adiós. Dolorosamente, en algún momento no estará ninguno y Cuba tendrá que mantener vivo ese legado sin la presencia física de quienes lo hicieron.

Por otra parte, se encuentra otro hecho. El intento de desdibujar el pasado por parte de la contrarrevolución es una realidad monda y lironda, y que adopta múltiples vías.

Así, pues, volver a la historia es uno de los recursos para cerrar el paso a ese intento de desmontaje, el cual se apoya en los vacíos de conocimiento existentes en el lado revolucionario, en las inercias, en el facilismo de pensar la realidad en blanco y negro, en la falta de creatividad, en los verticalismos que decapitan iniciativas y en el consignismo, que del galillo batiente pasó a combinarse con una nueva modalidad: la de las bronquitas a golpe de hashtag.

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Esas mataduras, que se extienden a la divulgación del conocimiento de la historia y la cultura nacional, se han mencionado y hasta denunciado más de tres veces.

Habrá que seguir haciéndolo, a veces hasta con ira. Porque todos esos males, que se disfrazan de fiables, tienen sus efectos perversos.

Aunque lo aparentan, ellos no movilizan realmente. Generan cansancio. Provocan desconfianzas y rupturas ideológicas. No invitan a pensar y contribuyen, junto con las malas prácticas de la economía y los servicios, a reproducir finalmente no al hombre y la mujer nueva preconizados por el Che, sino a su contraparte: al capitalista sonante y constante. Dura ironía, amarga realidad.

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¿Se lo merecen los milicianos y milicianas que combatieron en Girón o que hicieron guardia en los miles de puntos de la geografía nacional a la espera de una invasión norteamericana?

¿Se merecen tener su imagen colgada en retratos de pared, vallas y pancartas o ponerlos delante en desfiles y conmemoraciones sin que se conozca cabalmente su talla de héroes?

Uno de los problemas de esa forma de contar la historia, y que al final puede conducir a una manera de hacer política y vincularse con el pueblo, es que ella resulta incapaz de tocar las raíces de la epopeya de Girón y de muchas otras que ha protagonizado la Revolución.

Una de ellas está en una pregunta: ¿cómo la inmensa mayoría de una población, sobre la cual se había extendido un prejuicio tan grande hacia la palabra socialismo, abrazó ese ideal y estuvo dispuesta a darlo todo por sus principios?

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Si se medita bien, responder esa interrogante conduce a otra problemática, ya de por sí compleja y muy apasionante: la de preservar el socialismo; pero no cualquiera (ya se ha dicho, pero hay que repetirlo sin caer en el teque), sino uno que sea próspero y democrático, porque si no tiene ambas cosas termina siendo capitalismo.

Por aquella época de 1961 se construían viviendas, se ampliaba la capacidad adquisitiva de la población, se dignificaba a los más humildes, se daba acceso pleno y gratuito a servicios que antes eran un lujo y las personas tenían una esperanza.

Pero todo eso no era suficiente y no hubiese tenido la proyección telúrica que tuvo si no fuera por ese acumulado de acciones muy disímiles realizadas no solo en el plano material, y que se podían sintetizar en una palabra: justicia.

En esos años, vale recordarlo, existía un elemento catalizador hacia las ideas del socialismo: las agresiones terroristas y militares a una escala tremenda.

En un escenario como ese era muy difícil ponerse al margen y enarbolar el apoliticismo. Por lo que cuentan los abuelos era hasta moralmente incompatible hacerlo en el yo más interior cuando veías el cuerpo de un joven asesinado, por demás vejado en su agonía (como ocurrió con el alfabetizador Manuel Ascunce Domenech), porque su único delito era enseñar a leer y escribir.

Sin embargo, para lograr ese cambio de mentalidad en muy poco tiempo y en medio de todas esas agresiones, mucho que se debió hablar y estudiar, mucho se tuvo que caminar, muchas burocracias se debieron acorralar, mucho discutieron los revolucionarios entre ellos, mucho lugar incómodo se caminó, mucho ejemplo auténtico debieron los dirigentes mostrar y mucho se tuvo que oír porque los caminos de libertad nunca son verdaderos si realmente no se tienen en cuenta la palabra y el oído del otro.

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La inspiración mostrada por la juventud ante la COVID-19 es una de las claves para preservar el socialismo en los tiempos difíciles de la Cuba de hoy.

Los gobiernos norteamericanos han aprendido la lección, y actualmente la línea dura de otros años se mantiene en reserva activa para que el otro tipo de ataque (el suave, el lisonjero, el que apunta al cambio de mentalidad) ejecute su trabajo de cercenamiento, callado y venenosamente feliz.

En el discurso del 17 de noviembre de 2005 Fidel alertó que la Revolución y el socialismo cubano podían ser destruidos por la acumulación de errores desde adentro, algo difícil, casi imposible de hacer desde una agresión extranjera.

Por la gran experiencia acumulada en apoyar el derrumbe de los países socialistas de Europa del Este, sobre todo con la Unión Soviética, esa labor de «lisonja» del imperialismo se dirige a apoyarse en esos errores para promover la descomposición del sistema político cubano.

Hoy Cuba vive uno de los tantos momentos críticos de su historia. En consecuencia, el actual Girón del país se encuentra en preservar el socialismo, renovarlo y hacer el esfuerzo para que su viabilidad se haga palpable en el presente, en el ahora, y no en los posibles sueños del mañana.

Pero esa defensa sería muy difícil de hacer si no se atiende, entre otras complejidades, a una economía que no desarrolla a plenitud las formas solidarias en su gestión y no se tiene conciencia, además, de una obsesión por lo material que se ha extendido en la sociedad cubana en los últimos años, como lógica reacción a las carencias acumuladas.

Se puede decir con facilidad que se defiende el socialismo, cuando por detrás se le abre paso al capitalismo. Arietes y melodías para ese fin sobran hoy en el mundo de internet y sus redes sociales.

¿Cómo motivar en medio de esa complejidad actual? Las respuestas pueden ser muchas. Pero una de ellas se pudo ver en los días de la COVID-19 cuando miles de jóvenes, callados, sin alardes, desde la más pura autenticidad, se fueron a las zonas rojas a defender la vida de otros ante los ojos de la muerte.

Aquella era la misma inspiración de Playa Girón.


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