Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Cola a lo cubano

La cola también tiene un poco de sicología, bullying y acoso pasivo y premeditado

Autor:

JAPE

Es posible que muchos piensen: «Otra vez hablar de las colas, como si no fuera suficiente con tener que hacer colas para todo», y es cierto. El cubano hace cola hasta el minuto final de su existencia, pues para cremar o incinerar también se hace cola; con todas las características de una cola común, incluyendo los colados, no importa que sea la última cola. Pero no hablaremos de este asunto necrológico y vayamos a lo más cotidiano, lo más folclórico, lo más auténtico, lo más cubano.

De eso trata este ensayo en el cual he invertido parte de mi tiempo, dinero y salud, porque hacer colas, por muy divertido y natural que parezca para algunos, atenta contra nuestra salud.

Hoy hablaremos de algo absurdo, que de tanto llevarlo a la práctica nos parece normal y ya forma parte del desarrollo sociomecánico de esta actividad periódica, de carácter diario, con repetición aleatoria, que es la cola. Sí, porque las colas en nuestras vidas son como las pastillas. Hay días que solo haces una, temprano en la mañana y ya. Otro día te tocan dos, o sea, cada 12 horas… días de tres o cada ocho horas y hay días que son como los analgésicos o los antidepresivos: ¡Ya me he tomado cinco y no se me quita el dolor de cabeza y la ansiedad!

Cuando hablaba de lo absurdo iba más allá de la desproporción matemática. Esa en la que tú marcas temprano, cuentas las personas presentes, sumas dos o tres por si las moscas y dentro del campo de los números reales haces entre el diez y el doce. Pero la matemática, como ciencia exacta al fin, se mantiene viva y en pleno desarrollo, quizá por eso a la hora en que abre el establecimiento por x o por y, tú haces el 69 y no hay nada de erótico en el tema.

La cola también tiene un poco de sicología, bullying y acoso pasivo y premeditado, en que por supuesto siempre hay un conejillo de indias o cobaya que sirve de «punto» eficaz. No se ría que es posible que usted haya puesto el mongo, como se dice en buen cubano. ¿Acaso nunca le ha pasado que hace el último en una cola y ha llegado alguien y, tras marcar detrás de usted, le pide que dé el último por ella o él que va un momentico a resolver un asuntico?

Ese «asuntico», que usted desconoce, puede ser, desde ir a tomarse una cerveza a la esquina con sus socios y socias, hasta ir para su casa a comer algo y ver el capítulo de la novela de la mañana, esa que ya han puesto 70 veces. Lo interesante de esta técnica en que usted le hace la cola a otra persona, incluso sin conocerla, es que cuando solo faltan dos personas para comprar aquella aparece por arte de magia y sonriendo te dice: «¡ya estoy aquí!». Entonces usted, tan servicial y filantrópico le dice a quien ha hecho la cola junto a usted: ¡«Ella (o él) es quien va detrás de mí».

Hay otra fórmula que habla muy bien de nuestra educación y respeto al prójimo. La cola está en su punto. Otra vez usted es el último y llega alguien que marca detrás de usted e inmediatamente va hacia la parte delantera de la cola. A los pocos minutos regresa y con cara sonriente le dice: «Mire, puede dar el último que ya a mí me habían marcado allá adelante».

¡Qué nivel de respeto y consideración! Y lo digo sin doble sentido porque lo comparo con la otra variante en la que alguien, desde el inicio de la cola, le grita a la (o el) recién llegado: «¡Oye, no marques! ¡Ven pa’cá, que yo estoy aquí! Al parecer este descaro galopante resulta lo más lógico y socialmente establecido porque nadie en la cola se inmuta. Ya les digo: no hay nada igual a una cola a lo cubano.

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