Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

De juicios «tóxicos» y el amor

Con la madurez de Reinier, un joven que sabe luchar por lo que quiere, aparece Joel Casanova en las historias de Vuelve a mirar

Autor:

Iris Celia Mujica Castellón

Insertar historias paralelas sobre quebradizos sociales ha sido uno de los aciertos de la telenovela Vuelve a mirar. Junto a la narrativa acerca de «fortunas y desgracias» de la tercera edad en Cuba, transitan otros motivos tan o más atractivos para la audiencia que la misma reflexión medular.

En una intervención moderada, aparece el tópico «prostitución». Viene envuelta en una trama con sutiles evocaciones a los amantes que fueron Margarita Gautier y Armando Duval en aquella «dama de las camelias». El mismo concepto, en un romance actualizado, de otros matices, otras suertes y otros contextos, pero que en esencia sostiene la perdurable metáfora: el amor que hace frente a prejuicios, críticas e intenta sobreponerse al rechazo, no envejece. Yoandra y Reinier encarnan una visión más empoderada de los hechos en el texto de Amílcar Salatti; sin embargo, no escapan a contratiempos. La chica no es «rescatada» de la «mala vida» por hombre alguno. Resurge sola o al menos lo intenta. Mientras, el estudiante universitario de conducta intachable cede a los encantos de la dama indecente y moral hecha a galopes, con una valentía que, a veces, roza la temeridad.

El joven evade los agravios de su padre y sobrelleva las incomprensiones de otros miembros de la familia que, en reacción esperada, consideran «tóxica» esta aventura. «Reinier pelea por lo que quiere. Es firme, apasionado, tiene convicciones, y eso es admirable», sentencia Joel Casanova, actor que da vida al tierno personaje.

El intérprete, uno de los rostros más lozanos en la propuesta de Ernesto Fiallo, encontró un camino definitivo en la actuación, por el que dio sus primeros pasos siendo apenas un niño.

«Luchar por lo que uno ama y defenderlo a capa y espada es la lección que deja Reinier», dice Casanova a Juventud Rebelde entre reflexiones sobre el personaje y declaraciones sobre su carrera artística.

―Has dicho que tu «primera interpretación con textos» fue en la telenovena Bajo el mismo sol. ¿Cuánto sientes que has crecido desde aquella entrega?

―Ha llovido bastante desde entonces. Fue lo primero que hice y tenía apenas 12 años. Lo recuerdo con enorme cariño. Tampoco olvido ese descubrir «el mundo interior» de la televisión: las luces, las cámaras. Me divertí mucho, además la historia era supersimpática. Después de eso estudié actuación, participé en otros proyectos artísticos. Obtuve recursos y más experiencia para hacer mi trabajo.

—Ese camino que enrumba y hace a un actor, ¿cómo ha sido para ti?

―Difícil. Si lo veo desde el optimismo, digo que soy privilegiado, porque estoy trabajando desde niño. Pero incluso así me uno a la realidad de todos los jóvenes que nos queremos dedicar a esto. La formación es dura, implica sacrificios como todo en la vida. Las oportunidades para visibilizarte y crecer son escasas, aunque las he tenido. Nos golpea la inestabilidad del medio, las pocas producciones y cuesta vivir de la actuación cuando no tienes trabajo constante.

―¿Cuánto le ha dado la música a tu formación como actor?

—Creo que mucho. La música me ha dado habilidades que puedo transferir a la actuación y a otras esferas de la vida. Desde la sensibilidad hasta la capacidad de escuchar con agudeza. Sucede en las escenas que a veces los actores «desafinan», no escuchan el tono en que se les pregunta, por ejemplo, y responden con matices e inflexiones en la voz que no acoplan con los del interlocutor. Pienso también que un actor que sepa cantar, bailar… es más completo, más versátil. En mi caso he podido hacer musicales, y eso me encanta.

―¿Cómo recibes la propuesta para integrar el elenco de Vuelve a mirar?

―Llego a través de Fiallo. Fui directo al «personaje»; no pasé casting. La propuesta inicial era hacer Marlon y mi amigo David Pereira iba a interpretar a Reinier. Por otros compromisos laborales no pudo, entonces intercambiamos roles.

―Cuando «conoces» a Reinier, ¿empatizas a la primera o demandó esfuerzos personales conectar emocionalmente con el personaje?

―Conecté al momento. Quizá porque encontré muchos puntos comunes en el binomio personaje-actor. Comparto la manera en que fue educado, en la dinámica de una familia funcional, su visión sobre el amor y su valentía para defenderlo.

―Reinier es un poco la imagen del «joven perfecto», estudioso, desprejuiciado, sincero, familiar… ¿cuáles son sus defectos?

―Es muy impulsivo y a veces no mide las consecuencias de sus acciones. Va por lo que quiere sin pensarlo. En mi opinión, el exceso de nobleza o ingenuidad terminan siendo sus peores defectos, porque da pie a que otros se aprovechen de él.

―¿Crees que provenir de un mundo tan diferente al que le seduce, lo hace vulnerable o lo expone a peligros que en realidad desconoce?

—En efecto. Reinier viene de una «burbuja», por decirlo de alguna manera, donde todo funciona a la perfección y se adentra en circunstancias muy complejas, de las que no tiene real percepción. No calcula la gravedad del asunto. Es un poco lo que decía antes: quiere algo y avanza, como quien tiene una idea fija en la cabeza y no sopesa los peligros que le acechan. Para él la pasión y el amor son suficientes, pero el mundo real funciona de otra forma.

―El tema de la prostitución no figura entre los conflictos centrales que defiende la telenovela, sin embargo, asoma desde perspectivas interesantes. ¿Qué opinión te merece el tratamiento del tema en la propuesta de Fiallo?

―Cuidadoso y certero. Es como dices, un asunto que aflora entre otras líneas, que sí son las principales, pero trasciende por la connotación del propio tema. Vemos la prostitución desde perspectivas muy diversas: quien la practica, jineteras y proxenetas, quien quiere escapar de esa vida y le cuesta, y víctimas «indirectas», como mi personaje, por ejemplo. Considero que tuvo un tratamiento adecuado, sutil, porque la telenovela no va de ello en su totalidad, pero toca bien la polémica.

―¿Qué mejoraría a las telenovelas cubanas en sentido general?

―Muchas cosas. Algunas pasan por mi apreciación como actor y otras como espectador. Mejoraría aspectos que conciernen al proceso creativo, desde cuestiones de logística para mejorar los rodajes y que influyen en el rendimiento y calidad de la actuación, hasta aspectos técnicos como la fotografía, por ejemplo. Recuerdo una novela, Vidas cruzadas, que tuvo una fotografía espectacular, y demostró que se pueden hacer buenas cosas con creatividad e ingenio. Me gustaría que el trabajo director-actor fuera más cercano. Los más jóvenes lo agradeceríamos muchísimo. Y en otros aspectos, por sumar especificidades, creo que debemos mejorar el vestuario. Reciclamos y repetimos demasiado de una propuesta a otra, y el público, increíblemente, lo descubre.

―¿A criterio personal, la relación que representan Yoandra y Reinier tiene buen pronóstico en la Cuba actual? ¿Cuál es el mayor desafío que entraña esta relación?

―Quiero pensar que sí. Lo merecen. De hecho me han escrito personas por las redes sociales para compartir sus vivencias en relaciones similares. Agradezco mucho esta retroalimentación con los televidentes. Reconozco que reflejamos una situación no sencilla, agraviada por prejuicios y mentes cerradas; por eso es bueno llevarla a pantalla y exponerla a la reflexión y el debate de las audiencias. El mayor desafío que enfrentan Yoandra y Reinier es la sociedad.

―¿Es el tipo de personaje con el que te sientes más cómodo? 

―Me gustan los roles positivos. Y he tenido la suerte de hacer papeles de este tipo, como el que me ocupa ahora en la telenovela (en rodaje) Asuntos pendientes, dirigida por Felo Ruiz y Tamara Castellanos. Vengo en la piel de Alexis, un joven más jaranero, activo, un personaje más ligero.

―Ese protagónico que te gustaría interpretar y no has hecho…

—Por retarme y salir de mi zona de confort, me encantaría interpretar a un personaje negativo con fuertes conflictos dentro de un guion bien sólido. 

 

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