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La Bienal, déjenla ser

Decididas a difundir y defender las obras de exponentes del Tercer Mundo, el próximo viernes iniciarán las exposiciones de la más importante cita de las artes visuales contemporáneas en Cuba

 

 

 

Autor:

Emilio L. Herrera Villa

El próximo 12 de noviembre alzará el telón de la 14ta. Bienal de La Habana. Una Bienal de 37 años de vida que aglutina, visibiliza y difunde las artes visuales contemporáneas. Esas que crecen en América Latina, Asia, África y Medio Oriente y que no tienen la oportunidad de presentarse en circuitos mundiales de flashazos, luces de neón y pedigrí.

Junto a la de Sao Paulo (Brasil), la nuestra es una de las más prestigiosas en cuanto a las muestras estéticas y conceptuales exhibidas. El Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, el corazón del evento, vela por una curaduría digna de la historia que representa. La Bienal de La Habana es una necesidad artística esperada. Es renovación, evolución y esfuerzo. Es rendija contra discursos hegemonizantes y mercantiles. Es el poder de convocar a todos, incluso a los que no comprenden la obra, pero perciben el sentimiento, la emoción desprendida del arte que los sumerge e integra a lo expuesto.

El arte existe solo por esto. Y esa sensación debería ser motivo suficiente para aunar, sostener y levantarlo. Cualquier intento de coartar, imposibilitar o instrumentalizarlo a otras intenciones está destinado al naufragio, principalmente porque la inmensa mayoría de los exponentes de la cultura lo solicitan y acunan.

«Siempre se han ejercido presiones para boicotear la Bienal de La Habana, desde la primera edición, solo que ahora nos parecen mayores porque están en las redes sociales y estas invaden cada vez más horas de nuestras vidas… Es apenas una manifestación de la agresión y el acoso permanente de los cuales es víctima nuestro pueblo, recrudecidos ambos al comprobar que la Revolución mantiene vivas las ideas de independencia, soberanía y justicia social de sus fundadores. Como expresión de la prevalencia de esos principios, la Bienal ha sido un espacio para el diálogo abierto, la confrontación y el reconocimiento en el campo intelectual y artístico», declara a Juventud Rebelde Norma Rodríguez Derivet, presidenta del Consejo Nacional de Artes Plásticas.  

Ante los anuncios de «No vayan, no asistan, no participen», muchos artistas de Cuba y el mundo cerraron filas, plasmaron firmas y anunciaron un «Sí por la Bienal». El amplio programa de la 14ta. edición, previsto del 12 de noviembre del presente año al 30 de abril de 2022, acogerá alrededor de 300 expositores de diversas latitudes, entre ellos 38 de América latina, 22 del Caribe, 14 de Asia, 13 de Europa, siete de África y dos de América del Norte.

«Baste revisar someramente las relaciones de invitados de sus 13 catálogos precedentes para constatar cómo por ella pasan no pocas figuras de renombre o cientos de artistas emergentes, para cuyas carreras ha sido muy fructífera su participación. Situándola en perspectiva hasta el presente, en particular constituye un espacio muy bienvenido para contextos que no tenían nada que perder y sí mucho que ganar… Tuvo la virtud de transformar el signo ideológico de los megaeventos internacionales, al ofrecer una plaza al sonido peculiar de las culturas subalternas. Estos y otros posibles aportes no se pueden pasar por alto en el concierto global. Si esa movilidad hoy expandida se logra, se debe en cierta medida a los caminos abiertos por la Bienal de La Habana», subraya José Manuel Noceda Fernández, uno de los curadores históricos de este evento.

Bajo el lema Futuro y Contemporaneidad se fundarán y enriquecerán espacios plurales, pero con líneas curatoriales precisas, centradas en la cultura como medio descolonizador.

En este sentido la Bienal resulta una enorme plataforma expositiva que surge de aulas y talleres. Va de espacios cerrados hasta calles, parques y muros. Se expande por todo el litoral habanero apropiándose de códigos que nos hacen repensar la contemporaneidad, los estereotipos impuestos y las desigualdades mercantiles y sociales que afectan a los exponentes del Tercer Mundo. Cuba se abre al arte y el arte, a su vez, la abraza.

Obra en exposición en la presente Bienal. Australia (video loop), de Patrick Waterhouse. Foto: Cortesía del Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam.

No se puede decir que las obras de las bienales son complacientes. Hemos visto diferentes niveles de significados y guiños semióticos, algunos más logrados que otros, pero todos han despertado ese debate fresco de ideas. De la risa a la correcta interpretación, del asombro a la posterior indiferencia, la duda sobre lo cierto o lo apócrifo. De esos chispazos efímeros se alimenta el arte y también nuestra imaginación. «Lo más importante para el equipo curatorial es lograr que las exposiciones cumplan con los objetivos propuestos, que aborden los temas en discusión desde el rigor conceptual y estético, que logremos tocar el alma y el pensamiento de la gente común. El proyecto actual ha cambiado su estructura y duración. Ahora se abre a nuevos campos del saber. Lo que llamábamos La Habana de la Bienal se ha convertido en la Isla de la Bienal, y todo esto se traduce en procesos en los que participa una amplia representación de los más de 13 000 artistas profesionales de las artes visuales en Cuba», explica Rodríguez Derivet.

La 14ta. Bienal se inaugurará el próximo viernes en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam con la exposición Caminos que no conducen a Roma: colonialidad, descolonización y contemporaneidad. Dicho proyecto, concebido por 14 artistas (tres cubanos y 11 extranjeros) se extenderá durante los casi seis meses que durará el evento. 

Esta primera etapa, llamada Preámbulo, transcurrirá del 12 de noviembre al 5 de diciembre y tendrá en los programas teóricos, presenciales o virtuales, a uno de los pilares centrales de la cita.

«En medio del furor bienalístico en que hasta pequeños territorios reclaman su derecho a instrumentar plataformas bienales, aunque apenas puedan mantenerse en pie, camino a su decimocuarta edición, La Habana persevera en su convocatoria con la introducción de variantes en su modelo, acorde con los difíciles retos que todo evento con base en la capital cubana siempre supondrá. Ahora bien, para honrar su historia, su papel pionero y sus aportaciones fundacionales, la Bienal de La Habana debe repensar y reformular con sistematicidad sus presupuestos y su posicionamiento, si aspira a recobrar el papel de laboratorio vivo para el arte, como la entendió en su momento el pintor Luis Camnitzer», avizora Noceda Fernández.

Mientras las palabras de los expertos ratifican una realidad que parece desafiante e imperecedera, como ha sido en estos 37 años de Bienal, nuestro gran evento cultural de las artes visuales se sobrepone a los odios, a los traspiés y trabas de las diferencias políticas.

«Las dificultades con que choca esta edición, en lugar de derrotarla han enardecido y renovado el espíritu de la Bienal», argumenta Norma Rodríguez Derivet. «Después de dos años de obligado aislamiento por causa de la pandemia, queremos que la Bienal sea parte de la fiesta que nos debemos por haber sabido enfrentar con dignidad uno de los períodos más desafiantes de su historia. Siempre ha habido y habrá dificultades, económicas o epidemiológicas. Y siempre valdrá la pena luchar por vencer esas dificultades, por hacer que la vida sea un acto digno de celebrarse, por defender a la Bienal en Cuba, que es defender esa celebración de la vida, la de Cuba viva». 

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