Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Reunión

Autor:

Jorge Alberto Piñero (JAPE)

El león levantó su cabeza y miró lentamente a su alrededor. Todos los animales se encontraban allí, reunidos y esperando sus palabras. En la citación que les llegó a cada uno de los habitantes de la selva se había escrito bien claro:

Presentarse sin objeción alguna en horas de la tarde del penúltimo día de la primavera en el claro sur de la selva. Asunto: Distribución para el disfrute del verano.

—Bien… —dijo majestuosamente el león—. Como todos ustedes dominan, dentro de poco comienza la temporada de verano y con ella los calurosos días de estos meses de ardiente sol.Nuestra selva ha sido diseñada por la madre naturaleza con una hermosa laguna en su mismo centro. Sabemos cuán delicioso es un baño a pleno sol. Nuestra laguna, a pesar de ser muy profunda y poseer aguas claras y cristalinas, tiene un pequeño problema: su extensión. Es muy pequeña. Por lo tanto, muy a pesar nuestro, no podrán ir todos.

Se escucharon murmullos de los asistentes, y una mirada desafiante del león recuperó el silencio. Su majestad continuó:

—Cada uno de nosotros tiene condiciones y méritos suficientes para merecer su estancia en la orilla de la laguna durante estos dos meses…

—Entonces, ¿quiénes serán los que irán? —interrumpió el cuervo—.

Calma, permítanme hablar —contestó afable el león y continuó hablando—. Les decía que todos son merecedores de tan deseada estancia, pero no todos cabemos. Teniendo en cuenta esto he decidido, sin menospreciar al resto de los presentes, que sean solo los animales que tengan cubierta su piel por pelos los que disfruten de esta delicia veraniega.

—Permiso, señor león —intervino el búho—. Como bien dijo, todos tenemos méritos suficientes para disfrutar de la laguna. Por lo tanto, si hacemos lo que usted propone caeríamos en el sectarismo, el privilegio y eso no sería democrático partiendo de que todos, sin excepción alguna, hemos trabajado duramente por el desarrollo de nuestra selva en este año.

—¡Todos tenemos derecho! -—chilló la cotorra, que era respaldada por otras voces que reclamaban con energía.

—Es cierto, es cierto —aplacó el león—. Quiero que sepan que esta decisión no fue tomada sin previo análisis. Luego de un exhausto y profundo elucubrar de mi pensamiento lógico he llegado a la conclusión de que son los animales con pelos quienes más calor pasamos. Todo lo contrario de las aves que pueden volar y disfrutar de la brisa.

—Es cierto —apoyó el oso—; nadie se puede imaginar el calor que pasamos los animales peludos.

—¿Sí? —preguntó irónica el águila— ¿No sabes que nosotros también pasamos muchísimo calor? Eso sin tener en cuenta que no siempre corre la brisa en las alturas.

—¡Además, los avestruces no vuelan! —gritó una voz al fondo.

Un murmullo intenso se apoderó de la situación; incluso sin apenas notarlo ya se habían conformado en dos grandes grupos: los con pelos y los con plumas. Entonces el elefante, haciendo gala de su serenidad, pidió la palabra.

—Es cierto que todos tenemos derecho. También es cierto que la decisión tomada por el señor león es poco democrática. Pero… hay algo en lo que nadie ha pensado. Solo dos meses son extremadamente calurosos en el verano. Y para que todos podamos disfrutar de las caricias de las aguas de nuestra hermosa laguna podríamos ir un grupo durante un mes y el otro, el próximo. De esta forma todos tendríamos la misma oportunidad.

El silencio cubrió con su muda manta todo el claro. Animales de todas las especies se miraron unos a otros y movían sus cabezas a modo de aprobación. Fue la voz del león la que atrajo todas las miradas.

—Parece que nuestro amigo elefante ha dado en el punto clave. Sin dudas, pienso que su idea es muy buena. Por lo tanto, lo planteado por él será lo que haremos en el verano.

Una fuerte ovación se dejó escuchar en aquella singular reunión. Algunos se abrazaron, otros comenzaron a comentar sus planes y hasta hubo quien preguntó si se podía llevar invitados. De pronto, una voz surgida de lo alto de un frondoso árbol acaparó la atención. Era el cuervo, que mientras abría sus negras y brillantes alas interpelaba a la concurrencia.

—Todo parece estar bien, todo parece resuelto. Sin embargo, hay algo que no me ha quedado claro: ¿Quiénes serán los primeros en ir?

 

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