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La Casa siempre ha sido joven

La hermosa obra que fundó Haydée Santamaría Cuadrado ha dado a las nuevas generaciones la oportunidad de servir, de trabajar por los sueños de justicia que compartimos con amigos del continente con la convicción de que hacer algo por los pueblos de nuestra América es hacer algo por Cuba, y viceversa

Autor:

Sheyla Valladares

En estos días de finales de abril en los cuales han coincidido las celebraciones por los 65 años de la Casa de las Américas y una nueva edición de su Premio Literario, recordamos el pedido de ayuda que Haydée Santamaría hiciera a los escritores que conformaron el jurado del certamen en 1969, para que el Premio no perdiera su prestigio y fuera obra de «muchos hombres y mujeres de nuestro Continente».1

En ese hacer colectivo está la clave para entender la persistencia en el tiempo de una institución cultural como la Casa. Sus trabajadores son los verdaderos pilares de toda la obra, acometida con compromiso y entusiasmo para que los pueblos latinoamericanos y caribeños encuentren nuevas formas de conocerse y consolidar la identidad cultural de nuestra América.

Entre esos infatigables promotores de la cultura latinoamericana y caribeña, quienes lo mismo piensan, preparan y protagonizan los eventos y espacios creativos que fungen como edecanes y contribuyen a mantener la limpieza física y espiritual de la Casa, están los más jóvenes.

Ellos han aceptado el desafío de vivificar el diálogo de la Casa con los cubanos que menos la conocen, y sobre todo con esas Américas, cuyo invaluable patrimonio se salvaguarda y divulga desde el 28 de abril de 1959 en este edificio frente al mar, en La Habana.

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«Llegué a la Casa en septiembre de 2009. Justo se estaba celebrando el aniversario 50 de su fundación y ese fue un contexto de recepción ideal. Empecé trabajando en la Biblioteca, que es un poco como su corazón.

«Tenía muchas preguntas sobre qué podría aportar como recién graduada de Sociología a la emblemática institución. Al llegar me encontré un lugar lleno de proyectos, un verdadero laboratorio donde me dieron libertad creadora y conocimientos novedosos. A la par, hallé un centro de trabajo donde todos hacemos de todo, porque lo más importante es la Casa».

Así se confiesa una de las noveles, Ana Niria Albo Díaz, actual especialista del Programa de Estudios sobre Latinos en Estados Unidos, labor que le ha permitido asumir la investigación social con una perspectiva descolonizadora, que busca, sobre todo, el reconocimiento pleno de la diversidad de un continente que aprendió a mirar con otros lentes, gracias a lecturas, conferencias, conversaciones, exposiciones y conciertos vividos en la institución.

«La guía indiscutible de las generaciones precedentes ha contribuido mucho a ello, así como cada visitante. El aprendizaje no cesa. Ha cambiado mi mirada hacia los procesos de construcción de la memoria social de nuestros pueblos y de lugares como los archivos. Escudriñar en ellos se ha convertido en una pasión, y eso también se lo debo a este lugar».

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En el segundo piso de la Casa de las Américas se encuentra el Fondo Editorial, creado en 1960, uno de los pilares fundacionales de la Casa, pues sus publicaciones son un testimonio de las apuestas, los desvelos y las prácticas de la institución y de la amplia visión sobre qué es la América Latina y el Caribe.

«El trabajo editorial es también una expresión de deseo: visibilizar cuánto nos falta y cuánto aspiramos a que exista del Caribe, de las culturas originarias, de África y de la reivindicación latina que defienden quienes habitan el Sur que existe en Estados Unidos».

Así lo afirma Fernando Luis Rojas, joven historiador al frente del Fondo desde 2021, aunque siente que ya habitaba la Casa desde antes, pues había estudiado en su biblioteca, asistido a conciertos y exposiciones, participado en conferencias y otras actividades, y en 2017 recibió, de manos de Roberto Fernández Retamar, el Premio de Ensayo Haydée Santamaría, que otorgan la Casa y la fundación internacional Clacso.

«La Casa me da la oportunidad de servir, de trabajar por los sueños de justicia que compartimos con amigos y amigas del continente. Esa oportunidad se da anclada a la convicción de que hacer algo por los pueblos de nuestra América es hacer algo por Cuba, y viceversa».

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Los artistas y escritores que de cualquier parte del continente llegaron a la Casa en los primeros tiempos, nunca pudieron desprenderse del
influjo de la personalidad de Haydée; y quienes la visitaron más tarde encontraron su huella en cada espacio y en los recuerdos de los trabajadores.

Así ha sucedido siempre. Por eso, para los más nuevos en el edificio de 3ra. y G, en El Vedado, Haydée es una presencia ineludible, cercana. Ella, con la agudeza con que tomaba sus decisiones, abrió la Casa a los jóvenes escritores, artistas plásticos, investigadores, teatristas, músicos, estudiantes universitarios… una práctica sostenida hasta el presente.

«La Casa de las Américas la fundó una heroína de 36 años, y desde esos momentos marcharon juntos el diálogo intergeneracional y la apuesta por la juventud. Más allá de un encuentro específico, en cada coloquio, exposición, concierto, entre los propios trabajadores y trabajadoras de la Casa, se encuentran rostros jóvenes», reconoce Luis Rojas.

A pocos años de trabajar en la Casa, Albo Díaz colaboró en el documental sobre Haydée de la realizadora Esther Barroso, que se estrenó en 2015, y para el centenario del nacimiento de la heroína del Moncada, en 2022, compiló, junto con Jaime Gómez Triana, sus discursos, cartas, charlas, entre otros documentos atesorados en el Archivo de la institución, para el libro Hay que defender la vida.

«Los que trabajamos aquí, se podría decir, mantenemos una especie de relación mística con Haydée. Como investigadora, ella me impulsa a repensar constantemente nociones como la responsabilidad del intelectual ante el proyecto de justicia social que pretendemos construir y, sobre todo, la complejidad política del concepto de cultura. Leer a Haydée me dejó eso».

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Cuando el proyecto cultural emancipador y contrahegemónico que se alienta desde la Casa cumple 65 años, la socióloga Albo Díaz siente que la Casa siempre ha sido joven, porque en cada período ha sabido ser audaz.

Ejemplo de ello fue, hace más de 15 años, cuando se fundó el proyecto Casa Tomada, estimulado por Roberto Fernández Retamar «para investigar y difundir el trabajo de las generaciones de intelectuales y artistas más jóvenes del continente, lo cual obligó a prestar atención constante tanto a consagrados como a emergentes, y otorgarles un espacio en las actividades».

Al abrigo de la Casa, estos jóvenes sueñan «con una América donde se alcance la justicia social plena, y una integración regional que permita el reconocimiento y respeto profundo a nuestra diversidad; donde el Sur ocupe el sitio que merece culturalmente y no el que los poderosos del mundo han creado para él. Una América sin expropiaciones, sin violencia, sin racismos».

Mientras, Fernando Luis Rojas aspira a servir: «A ser útil, porque es la manera de cumplir mi sueño mayor, que mis hijos vivan en una tierra mejor, rodeados de mejores personas, y que lo sean ellos mismos. No es fácil, pero no podemos inmovilizarnos o naturalizar el actual estado de cosas. La felicidad colectiva hay que construirla en comunidad, no llega por arte de magia».

1 Haydée Santamaría: «Palabras en el acto de constitución del jurado del Premio Literario Casa de las Américas 1969», Casa de las Américas, núm. 308-309, julio-diciembre, 2022, p. 99.

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