Para dirigir un coro, confiesa María Felicia, «no hay que ser arbitrario, sino fomentar la armonía y el entendimiento artístico». Autor: Cortesía de la fuente Publicado: 02/06/2025 | 09:42 pm
«Me siento realizada. Es muy gratificante tener las relaciones que tengo con mis cantores, incluso, con quienes ya no están ahora en el coro. Es como el vínculo madre e hijo con algunos, de manera especial. Eso es muy reconfortante. Yo estoy siempre para ellos y ellos para mí.
«Y te digo algo. Puedo tener dolor de cabeza o de rodillas, pero cuando yo llego al coro les digo a todos: estas son las mejores horas de mi día. Ahí se me quita todo porque es como que te pones el traje de director y tú eres otra persona ahí trabajando, para lograr un objetivo. Y después, cuando me quito el traje y ya terminé el ensayo o el concierto, empiezan los achaques.
«Me he sentido muy feliz también como pedagoga. Sinceramente yo me siento maestra, de las de pupitre, digamos. Es otra manera de ser feliz. Yo me siento completa dirigiendo por un lado y enseñando a dirigir por el otro. Es lo mejor porque hablo desde la experiencia viva.
«No es lo que yo crea, es lo que sé que pasa porque es lo que me ha pasado. Y mostrar ese camino es importante, aunque luego cuando se gradúen tracen el suyo propio. Desde 1971 estoy dirigiendo coro y cantando en uno desde que tenía diez años. Imagínate. Tengo una relación con la música coral que es de vida».
María Felicia Pérez Arroyo, Maestra de Juventudes y acreedora de numerosos premios y reconocimientos en nuestro país y en otras latitudes, a título personal, y en representación del coro Exaudi, además de ostentar distinciones que exaltan su desempeño también en la enseñanza artística, es una excelente conversadora, plena de sabiduría.
—Directora coral pero también soprano...
—Yo soy una directora de coros, también soprano, pero mi trayectoria como solista ha sido breve. No me considero cantante. Respeto mucho la profesión, y aunque no puedo negar que soy soprano, no me he dedicado a ello. He cantado en Exaudi como soprano. Pero yo prefiero que digan que yo soy una directora de coros. Fue lo que estudié, por eso soy una directora de coros con cierta capacidad para hacer algunos papeles como solista.
—¿Fue ese siempre su deseo desde pequeña?
—A mí me gustaba cantar, era lo que quería. Yo era de pararme frente a la coqueta de mi casa con un tubo de talco o de desodorante, y ese era mi micrófono, y yo frente al espejo. Doblaba a Estela Raval, y mi mamá se percató de mi facilidad para memorizar las letras de las canciones y de mis ganas de cantar.
«No había músicos profesionales en mi familia, pero sí había musicalidad. Recuerdo aquellas veladas en casa y me gustaba mucho lo que sucedía. Entonces, empecé en el coro de la Biblioteca Nacional y ese fue mi primer contacto con la música, sin saber una nota, aprendiendo todo de oído. Eso fue muy importante; me abrió las puertas.
«Vivimos experiencias maravillosas porque venía el maestro Electo Silva, de Santiago de Cuba, y nos montaba sus arreglos para coro femenino, y con solo diez años fui al 1er. Festival Nacional de Coro de Santiago de Cuba. También iba a escuchar a las narradoras orales, en esa época contadora de cuentos, y yo me divertía mucho con eso.
«Luego mi mamá me llevó a estudiar música y comencé en el conservatorio Amadeo Roldán en 1962, donde formé parte del coro femenino, aunque ingresé para estudiar piano. Yo quería ser pianista también en un primer momento, pero me di cuenta de que yo no iba a ser pianista. Eso sí, fue útil estudiarlo porque nos sirve mucho a los directores de coro, y en la formación de los directores.
«Defiendo que toquen, que tengan piano en su currículo como asignatura a estudiar, y aún en el nivel superior también, porque mientras más tiempo uno estudie el piano, mejor va a ser. Nosotros nos servimos del piano para tocar partituras corales, para tocar con coro y orquesta, por ejemplo».
—Finalmente ingresó a los estudios de dirección coral...
—Empecé por piano en la Escuela Nacional de Arte, pero me decanté por la dirección. Estudié con Carmen Collado y luego con Agnes Karolowski, una profesora húngara recién graduada en la Escuela Superior de Música de Franz Liszt, de Budapest, músico extraordinaria y excelente directora. En aquellos momentos el repertorio que habitualmente se enseñaba no era cubano del todo. Sin embargo, ella, a pesar de ser húngara, nos puso en contacto con la música cubana, aunque trabajábamos con los grandes maestros del Renacimiento, la música contemporánea europea y un poquito quizá de Estados Unidos, y lo nuestro, y lo sudamericano también.
—¿Cuál ha sido su premisa desde que fundó el coro Exaudi en 1987? ¿Cuál ha sido la sonoridad que usted quiso lograr desde el principio?
—A mí me gusta un sonido flexible, dúctil, un sonido de cabeza, un sonido non-vibrato. No quiere decir que sea absolutamente liso, como los niños, pero sí un sonido con el que pueda cantar la música del siglo XV hasta la de la contemporaneidad. Apuesto por todos los estilos, y claro, como he tenido siempre un coro pequeño, es más cómodo trabajar todos los estilos. Yo quería músicos. No grandes voces, sino músicos. Esa sigue siendo mi premisa.
—Exaudi ha sido afortunado con las producciones discográficas...
—Ciertamente he grabado mucho con el coro. En una etapa hicimos el repertorio de Esteban Salas y también hicimos música del barroco americano, de Perú, de Bolivia... Tengo un disco, que me encanta, con Pablo Milanés, con música de José María Vitier y textos de Mirta Aguirre. Es como una joya ese disco. Hicimos también un disco que se llama América Sacra, con música de compositores de Latinoamérica. Hicimos Canciones amatorias, tomando prestado el título de Leo Brower... Han sido muchas y muy buenas nuestras experiencias discográficas realmente.
—¿Escribir para coro?
—Escribí dos arreglos en mi vida. En el momento aquel se puso de moda Canción con todos, que cantaba Mercedes Sosa, entre otros intérpretes, y quise hacerlo. Sentí lo que viven los compositores, porque realmente me aparecieron una serie de melodías en la cabeza, que necesitan fluir. Yo estudié armonía y contrapunto, como todos los músicos y los directores, y por eso lo intenté. Después hice otro arreglo, que ni lo canté con el coro, pero ahí está. De cualquier manera, no creo que tenga especial talento para eso. Entonces es mejor dedicarme a hacer bien lo mejor posible lo que otros buenos hicieron.
—¿Cómo se dirige un coro?
—Es difícil, porque un coro es un grupo pequeño de personas y estamos muy cerca los cantores y el director. Hay que mantener la autoridad de tu criterio y, además, hay que saber cómo uno le dice al cantor lo que no hace bien, o lo que no está haciendo en correspondencia con lo que se quiere lograr, porque también es músico como lo es quien dirige.
«Hay que trabajar mucho el repertorio para que el coro esté siempre en constante movimiento y evolución. A veces puede ser que hagamos un repertorio que no es del total agrado de los miembros del coro, y hay que hacerlo de tal manera que, al final, ellos estén enamorados de esa pieza.
«Hay que tener muy claro lo que uno quiere. Y decirlo de la mejor manera. No hay que ser arbitrario, sino fomentar la armonía y el entendimiento artístico. Además, las relaciones personales que se establecen con los integrantes de un coro, durante años, es como las de una familia sanguínea, y a veces hasta mejor».